
En el remoto oeste del mar de Weddell, en la Antártida, un grupo de científicos encontró un fenómeno inusual mientras buscaba los restos del Endurance, el navío del explorador Ernest Shackleton, hundido en 1915.
Durante la exploración, un robot acuático detectó una serie de nidos circulares ubicados bajo una plataforma de hielo de 200 metros de espesor. El hallazgo reveló una inmensa colonia de peces, con miles de nidos dispuestos en patrones geométricos que los investigadores calificaron como una forma de organización casi arquitectónica.
La expedición, parte de una misión científica desarrollada en 2019, surgió tras el desprendimiento del iceberg A68, un bloque de hielo de 5.800 km² que se separó de la plataforma Larsen C en 2017. Esta ruptura permitió el acceso a zonas del mar de Weddell que habían permanecido selladas durante milenios.
Desde el buque polar SA Agulhas II, la tripulación utilizó vehículos autónomos submarinos (AUVs) y un robot operado a distancia (ROV). Este último logró capturar imágenes en alta definición del lecho marino, donde se observaron más de mil nidos perfectamente alineados, libres de residuos de plancton.
Los responsables de estos nidos fueron identificados como peces de la especie pez de aleta amarilla (Lindbergichthys nudifrons), también conocidos como “peces roca”. Cada nido parecía estar custodiado por un ejemplar adulto, que permanecía sobre los huevos para alejar depredadores y mantener el área limpia.
El patrón de distribución de los nidos sugería un comportamiento social avanzado, similar al observado en otros animales. La organización en grupos permitiría aumentar las probabilidades de supervivencia, según lo postula la teoría del “rebaño egoísta”, donde los individuos más expuestos defienden con mayor intensidad su territorio.
Aunque el equipo no logró hallar los restos del Endurance —ubicados finalmente en 2022 a 3.008 metros de profundidad—, la misión permitió documentar uno de los eventos ecológicos más significativos del continente antártico.
El área donde se produjo el hallazgo quedó expuesta tras la desaparición de la capa de hielo, lo que abrió una ventana única para estudiar cómo se adapta la vida marina a cambios ambientales abruptos.
Además del valor científico, la ubicación del descubrimiento genera preocupación en cuanto a su conservación. Esta zona del mar de Weddell se considera un ecosistema marino vulnerable, debido a su delicado equilibrio y su papel en la biodiversidad polar.
Las nuevas evidencias podrían impulsar la declaración de esta región como Área Marina Protegida, una propuesta discutida desde hace años por organismos internacionales. Proteger estos espacios significaría preservar hábitats cruciales para especies como pingüinos, focas y otros depredadores que dependen de estas “guarderías submarinas”.
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*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
