Personas con buen tino para seguir una melodía deberían premiarse con un libro. Quienes poseen esa capacidad también podrían ser lectores más diestros, ya que tendrían más destreza con el lenguaje.
Individuos en mejores condiciones para seguir un compás musical mostraron respuestas cerebrales más coherentes para comunicarse hablando que otros con menos ritmo, afirma un estudio publicado en la última edición de la revista Journal of Neuroscience .
Los resultados de la investigación sugieren que el entrenamiento musical agudiza la respuesta del cerebro al lenguaje.
Los hallazgos, basados en un estudio de la Universidad Northwestern en más de 100 colegiales, arroja pruebas fisiológicas del lazo entre música, habilidad rítmica y destreza de lenguaje.
Buen oído, mejores lectores. El estudio, primero en ofrecer evidencia biológica que liga la pericia de mantener el ritmo y la codificación neuronal de los sonidos del habla, tiene implicaciones significativas para aprender a leer bien, sostiene Nina Kraus , directora del laboratorio de Neurociencia de la Universidad.
El estudio demuestra que el mantenimiento preciso de un ritmo implica la sincronización entre las partes del cerebro responsables de la audición así como las del movimiento. Mientras trabajos anteriores se centraron en el medio del motor de esta ecuación, Kraus y el coautor del estudio, Adam Tierney, se centraron en el componente auditivo.
Debido a que escuchar los sonidos del habla y asociarlos con las letras en las palabras escritas es fundamental para aprender a leer, los investigadores razonaron que el nexo entre la lectura y la sincronización de cadencias tenía una base común en el sistema auditivo.
Para indagar esa relación, 124 estudiantes de secundaria de Chicago fueron al laboratorio de Kraus para realizar dos pruebas.
En la primera se les pidió escuchar un metrónomo y tocar con su dedo una almohadilla especial de medición siguiendo el compás descrito por el aparato.
Un metrónomo es un dispositivo que indica el tiempo de las composiciones musicales. Produce regularmente una señal, visual o acústica que permite a los músicos conservar un tiempo constante en su interpretación.
La precisión con que los muchachos tocaban la almohadilla era medida por computadora para analizar que tan bien sincronizados estaban los toques de sus dedos frente al “tic-tac” del metrónomo.
Luego, en una prueba distinta de ondas cerebrales, a los estudiantes se les colocaron electrodos con los cuales se midió la consistencia en la respuesta de sus cerebros a una sílaba pronunciada en forma repetida durante un discurso.
A lo largo de la muestra, resultó que aquellos adolescentes más precisos en la prueba de toque con el metrónomo eran también los que tenían las respuestas cerebrales más consistentes a la sílaba pronunciada en forma repetida.
“Esto se sustenta biológicamente”, enfatiza Kraus en su texto.
“Las ondas cerebrales que medimos proceden de un centro de actividad biológico de procesamiento auditivo con conexiones recíprocas con los centros motoros de movimiento. Una actividad que requiere la coordinación de la audición y el movimiento es probable que se base en comunicación sólida y precisa a través de regiones del cerebro”, añadió la investigadora.
Así, las implicaciones de mantener (o no) un ritmo para las habilidades de lectura y lenguaje tienen sentido, enfatiza el estudio.
“El ritmo es parte integral de la música y el lenguaje. El ritmo del lenguaje hablado es una señal importante para la comprensión de esto”, agrega.
Por ejemplo, una persona puede volver lenta su forma de hablar o acentuar una sílaba más que otra para enfatizar un punto en particular.
Tales diferencias temporales del habla distinguen, por ejemplo, consonantes como la “b” de la “p”. Oír esa distinción en el ritmo es básico para identificar sonidos y letras que los representan.
“Los músicos tienen respuestas auditivas neurales altamente consistentes”, afirma Kraus.
“Puede ser que la formación musical –con énfasis en habilidades rítmicas– fortalezca el sistema auditivo, provocando menos fluctuaciones y asociaciones de sonido ligadas a significados más robustos que son tan esenciales para aprender a leer”, concluyó.
Kraus ahora hace investigaciones longitudinales para examinar los efectos de la formación musical. Lo hace midiendo la sincronización de ritmo, consistencia de respuesta, la lectura y otras habilidades del lenguaje en niños que reciben instrucción musical. Esto podría dar más evidencias.
La próxima vez que vea a un menor bailando bien, anímelo. Si lo hace mal, intrúyalo.