Un reciente descubrimiento astronómico confirmó que la Luna no es un cuerpo inerte como muchos pensaban. La investigación, publicada en la revista científica Nature, concluyó que el satélite natural de la Tierra cuenta con un núcleo interno sólido, lo que podría modificar la manera en que se entiende su origen y evolución.
El estudio fue dirigido por Arthur Briaud, investigador del Institut de Physique du Globe de Paris y vinculado al Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS). Sus hallazgos ponen fin a una discusión abierta desde las primeras misiones lunares.
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Las primeras pistas llegaron con las misiones Apolo
Entre 1969 y 1972, las misiones Apolo permitieron traer a la Tierra más de 380 kilogramos de rocas lunares. Estas muestras ofrecieron claves valiosas sobre la composición del satélite, aunque el núcleo interno seguía siendo un misterio.
En 2011, un grupo de científicos de la NASA planteó la hipótesis de un núcleo sólido en la Luna. Sin embargo, no existía consenso suficiente. La nueva investigación liderada por Briaud confirma esta sospecha más de una década después, ahora con pruebas más consistentes.
Un núcleo metálico dentro de la Luna
El estudio detalló que la Luna tiene un núcleo con dos capas. Una parte externa fluida con un espesor de 362 kilómetros, y otra interna, sólida, de 258 kilómetros de grosor. Esta última tiene una densidad de 7.822 kg/m³, similar al hierro, lo que la asemeja al núcleo de la Tierra.
Ambas capas representan alrededor del 15% del radio lunar. Esta proporción es fundamental para dimensionar el hallazgo, ya que permite vincular la evolución del satélite con la de nuestro planeta.
Además, el análisis sugiere que, durante sus primeros mil millones de años, la Luna tuvo un campo magnético más intenso que el terrestre. Esta característica se explica por el movimiento interno de su núcleo, que generaba corrientes eléctricas capaces de alimentar un proceso de inducción magnética. Con el tiempo y el enfriamiento progresivo, el campo magnético desapareció.
La evidencia detrás del descubrimiento
Para confirmar la existencia del núcleo sólido, los expertos recurrieron a un enfoque interdisciplinario. Combinaron datos de misiones espaciales, mediciones láser desde la Tierra y simulaciones computacionales avanzadas, sin necesidad de perforar el satélite.
Además, analizaron variaciones en la distancia entre la Tierra y la Luna, deformaciones gravitacionales y registros sísmicos de instrumentos instalados durante las misiones Apolo. Todos estos elementos coincidieron en un modelo coherente que sustenta la presencia de un núcleo metálico en el interior lunar.
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Una nueva puerta al pasado del sistema solar
Más allá de aclarar una incógnita sobre el satélite, este hallazgo ofrece pistas sobre cómo evolucionaron los planetas del sistema solar. Al demostrar que la Luna tuvo un núcleo activo, se plantea la posibilidad de que procesos similares ocurrieran en la Tierra primitiva y en otros cuerpos rocosos.
Este tipo de análisis también resulta clave para entender la aparición y desaparición de campos magnéticos, un factor esencial en la habitabilidad planetaria. Cada nueva evidencia sobre la Luna se convierte en una pieza para reconstruir la historia del vecindario cósmico.
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