El 71% de la oferta educativa en Educación está desactualizada. Los futuros maestros de Costa Rica se gradúan de universidades que no están al día con las reformas curriculares del Ministerio de Educación Pública (MEP) y con los cambios que exige la escuela del siglo XXI.
Así lo apunta el último informe del Estado de la Educación (2019), en el que se critica que “los vínculos entre el MEP y las universidades son débiles o inexistentes”. A eso, hay que sumar que una vez que llegan a las aulas tampoco reciben ningún tipo de inducción. La dicha o desgracia queda a la suerte, tanto para el nuevo educador como para las niñas, niños y jóvenes que tendrá a cargo.
Más allá del riesgo de que no enseñe bien, un docente con una mala formación puede crear el gran daño de desmotivar a sus alumnos, haciéndoles creer que la escuela es ese sitio aburrido, que solo sirve para calificar, juzgar, etiquetar, donde si no se cumple con una norma, se regaña.
El Informe Estado de la Educación apunta que la formación docente es un elemento crucial para impulsar la innovación en las aulas, implica crear nuevos entornos para que el educador, más allá de su formación disciplinaria, puede dar lugar a la incorporación de nuevas tecnologías, abordajes de investigación y temáticas por cubrir, tanto en los programas de estudio como en otras actividades asociadas a la oferta académica.
Un maestro bien formado, implica la evolución del docente hacia su rol de facilitador. A modo de ejemplo, un docente bien formado no es el que enciende una computadora y conecta el proyector frente a su clase para impartir una lección magistral, es aquel que con esas nuevas herramientas tecnológicas es capaz de motivar a sus estudiantes a la construcción colectiva, a un proceso de co-creación, del cual es facilitador.
Cambios
Ahora bien, no se le puede exigir todo al profesor. Para que ese cambio en la formación docente ocurra, hay que reconstruir los vínculos entre Estado y universidades para velar por más y mejores controles sobre el currículo que se ofrece a los estudiantes universitarios en Educación y sobre su proceso mismo de selección: No cualquiera tiene la capacidad de enseñar y de hacerlo bien.
Urge re-significar y dignificar la carrera de Educación, en tanto hay quienes la ven como una opción fácil, sin tomar en cuenta todos los desafíos que implican el manejo de un grupo, lidiar con múltiples comportamientos y ser capaz de reconstruir el guión de forma cotidiana.
Ninguna de las carreras analizadas por el Programa Estado de la Educación tiene requisitos de ingreso, ni métodos para evaluar las actitudes e idoneidad de los estudiantes para desempeñarse como futuros docentes. El examen de admisión es el único mecanismo de selección en las universidades estatales y en los centros privados el único requisito es el título de bachillerato de secundaria.
Mejorar el proceso de selección e ingreso a las carreras de Educación permite reescribir un discurso de lo que la carrera misma significa. Es decir, que los futuros docentes lleguen las personas más competentes, capacitadas, con vocación, y no aquellas que no tuvieron el puntaje para entrar a otra carrera.
Dentro de las lista de pendientes está la reforma a la ley que supervisa el control de la calidad de la educación privada, que se estancó en la administración pasada en el Congreso, fruto de actores que se empeñan en proteger los intereses de universidades de garaje que venden humo, con sus títulos.
No hay excusas para postergar los cambios, cuando de la calidad de quienes educan depende el futuro político, económico, social de todo un país.
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