Conversar más, cuestionar el entorno en que habitamos, dialogar nuestras emociones, diseñar nuevos personajes y convertir las páginas de un libro en juego son acciones indispensables para despertar el amor por leer y escribir desde la niñez.
En el marco de la celebración del Día Internacional del Libro, el próximo sábado 23 de abril, es oportuno repensar qué tipo de estrategias estamos poniendo en práctica en nuestras casas y en las escuelas para hacer de la lectura una oportunidad para soñar, jugar, aprender, imaginar, cuestionar y transformar en colectivo.
Pese a que a la fecha hay más herramientas disponibles para leer, tanto en formato impreso como digital, más de la mitad de los niños y las niñas cruzan de primaria a secundaria con pobres habilidades de comprensión lectora, una mayoría escribe con faltas de ortografía y, en América Latina, cada vez más jóvenes de 15 años ven en la lectura “una pérdida de tiempo”, según detalla el último informe de las pruebas del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA).
A la vez, un informe del Banco Mundial sobre el impacto del coronavirus en la educación anota que “antes de la pandemia un 53% de los niños de 10 años de países en vía de desarrollo no eran capaces de leer y comprender un texto sencillo. Se prevé que este indicador podría empeorar sin una acción política agresiva, dejando como resultado menos oportunidades para los menos favorecidos”.
Esos datos representan un desafío para el sector cultural y educativo y para las mismas familias: ¿qué estamos haciendo en la casa y en la escuela para despertar el gusto por la lectura y la escritura entre los más pequeños?
Cambios
Un diálogo intencionado es capaz de transformar un párrafo inerte en imágenes, en juego, risas y preguntas para la niñez. Para ello, es preciso romper las ataduras del adultocentrismo y favorecer espacios en donde niñas y niños sean capaces de cuestionar y construir sus propias historias , narrar lo que perciben de su entorno y leerse entre sí.
Leer y escribir son don acciones que van más allá de la repetición de sonidos y de descifrar símbolos de los párrafos para responder exámenes. Tal y como afirma la investigadora Ana María Rodino “leer es la capacidad que tiene el estudiante de interrogar esos párrafos, de dudar de lo escrito y de encontrar nuevos significados que despierten su pensamiento crítico. Quien no comprende lo que lee tiene más probabilidades de sufrir la exclusión del sistema educativo y tendrá menos oportunidades durante este siglo XXI”.
La lectura comentada y la posibilidad de entablar conversaciones con las páginas de un libro o con un texto desde una tableta o un celular abren oportunidades para el desarrollo de la creatividad, la imaginación y el pensamiento crítico.
El disfrute de la la lectura y la escritura es fundamental que se inicie desde la niñez. Cuanto más temprano arranque el contacto con la lectura, mejor. La lectura es una invitación a la participación activa de la mente, contribuye al desarrollo de la imaginación, la creatividad, enriquece el vocabulario y la expresión oral y escrita. Desde el punto de vista psicológico ayuda a comprender mejor el mundo y a nosotros mismos.
El profesor David Dickinson afirma que la lectura se puede enseñar mediante el juego, sin que esto implique solo entretenimiento. La lectura debe ir acompañada de preguntas y sonidos que envuelvan al niño en una experiencia de aprendizaje retadora, de la cual se sienta parte y donde se tome en cuenta su opinión. El peor error es que el niño se aburra, porque así no se aprende.
Este mes de abril, Costa Rica recién estrenó su “Estrategia Nacional para el fomento de la lectura y la promoción del libro”. Pasar de las palabras a la acción será fundamental durante los próximos meses y años para observar cambios en las aulas.
La educación y la lectura son, esencialmente, motivación y diálogo: representan un acto de amor, en el que como adultos debemos re-preguntarnos constantemente qué estamos haciendo para que los más pequeños hallen en las letras fuentes de esperanza y libertad.
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