Omitir tildes en un texto, escribir con “b” palabras que van con “v” y borrar la letra “h” de palabras que por regla la llevan, son algunos de los errores de ortografía más comunes que se arrastran desde las aulas de primaria si no existe alguien que los corrija.
Según un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), pese a que los estudiantes costarricenses son capaces de escribir los párrafos de una carta o redactar un texto corto, “más de la mitad se ubica en el nivel de desempeño más bajo en ortografía”.
La única forma de revertir ese mal desempeño es promoviendo ejercicios de escritura en las aulas de primaria y a la vez, corrigiendo los errores en los que incurren los estudiantes. Es un engaño aprobar un texto que esté cargado de faltas de ortografía, debido a que el niño, la niña o joven avanza de un nivel a otro, pero es incapaz de comunicarse correctamente.
“Contar en la sala de clases con ejercicios y rúbricas que impliquen planificar sobre lo que se va a escribir, redactar esa idea y luego revisarla es muy relevante para desarrollar y mejorar la escritura de los estudiantes. En este proceso, el apoyo hacia los profesores para que tengan tiempo para trabajar esta habilidad y la retroalimentación a los estudiantes es fundamental”, indicó el coordinador delLatinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación, Carlos Henríquez.
¿Para qué leer y escribir bien?
El fin máximo de enseñar escribir bien y a comprender lo que se lee desde la escuela debe estar orientado en formar personas críticas, capaces de cuestionar el entorno en que habitan para mejorarlo y proponer soluciones en comunidad.
Propiciar la escritura y el pensamiento crítico en las aulas de primaria y secundaria debe ser una de las prioridades del sistema educativo para mitigar los rezagos que ha acentuado la pandemia y el apagón educativo de los últimos cinco años.
La escuela del siglo XXI tiene el desafío de enseñar a niñas, niños y jóvenes a comprender y a dudar de lo que leen, a escribir correctamente, a ser críticos de todo lo que escuchan y ven en las redes sociales para evitar caer en las trampas de falsos líderes que apuestan al olvido y a la ignorancia para sacar provecho propio, sembrar divisiones y sumirnos en la desesperanza.
Es preciso que para que la escritura sea un ejercicio divertido en las aulas, exista la libertad entre docentes y estudiantes para cuestionar los textos, el significado de los párrafos, y que tengan la misma libertad de proponer y escribir sus propias ideas. Es preciso que exista espacio para corregir los errores, sin que la corrección se interprete como ofensa.
Solo cuando hay espacio para argumentar, proponer y corregir, se encuentran nuevas soluciones y se despierta el gusto por innovar e imaginar: herramientas subutilizadas en esta era digital en la que los estudiantes erróneamente creen que todo está en Internet, y que copiar y pegar es sinónimo de pensar.
Las fallas en lectoescritura se arrastran durante primaria, secundaria y llegan a la universidad porque no hay interés en mejorar las destrezas, sino solo en aprobar cursos, aunque sea con la nota mínima. La ignorancia no se supera con acumular títulos debajo del brazo. Tenemos sobrados ejemplos de “doctores” cuy nivel de educación y comunicación es limitado.
Ese mismo desprecio por aprender a leer y escribir bien es consecuente con la crisis de liderazgos que tanto suele criticarse. Según los resultados de las pruebas PISA, más estudiantes ven la lectura como una “pérdida de tiempo.
Esa “pérdida de tiempo” se traduce en incompetencia. Uno de cada cuatro jóvenes en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) no puede completar incluso las tareas de lectura más básicas: No son capaces de inferir ideas de textos más grandes, de distinguir entre información creíble y fuentes no confiables, ni de estructurar sus ideas en la construcción de un argumento.
La pérdida es mucha: pierde el Estado, pierde el joven, pierde la empresa privada. La solución no es generar más inversión, sino una revisión sobre la calidad y lo que está ocurriendo desde la educación primaria.
Leer más y escribir más son herramientas necesarias para dudar más, cuestionar más y para revertir las malas prácticas en comunicación escrita de los últimos años. Quien no escribe bien, tiene más reducidas sus oportunidades presentes y futuras. En la acción en las aulas está el cambio.
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