No sé qué hubiera hecho si lo que pasó el 10 de mayo anterior ocurriera hoy.
Esa fue una fecha infame para muchísimos fanáticos de las series televisivas, pues se anunciaron diferentes cancelaciones de temporadas para las productoras. Uno de los contratos rescindidos fue el de Brooklyn Nine-Nine, serie que muy de lejos había escuchado y con suerte había mirado un par de memes en Tumblr.
Fue hasta hace unas semanas (¿o meses?) que dos amistades de la universidad me trajeron de regreso el nombre. Brooklyn Nine-Nine. “Sí, algo he escuchado, pero nunca la he visto”, era mi motto cuando el tema de conversación aparecía.
Cuando supe que las primeras cuatro temporadas estaban en Netflix, parecía que no me quedaban excusas. Sin saberlo, estaba a punto de entrar en la serie que me devolvería el ímpetu por ver series.
Era el momento para enviciarme en un universo que, si hubiese sido cancelado por unos productores, me hubiera provocado más que un insomnio.
Más que el sabor de siempre
¿Otra serie más de policías? Sí. ¿Otra serie más de policías siendo graciosos porque sí? Mmm, no tanto.
Brooklyn Nine-Nine puede resultar atractiva por muchos aspectos. La historia de cada capítulo no necesita un guion enrevesado para funcionar y desde el episodio piloto se nota.
Un escuadrón de detectives, sacados de un mundo de humor absurdo, conforman un precinto policial muy particular. En el primer episodio, conocemos al grupo de investigadores armado por Peralta, Santiago, Boyle, Díaz (detectives excéntricos, pero talentosos); a los antiguos patrulleros Scully y Hitchcock (policías bizarros y holgazanes) y a Terrence Jeffords (un sargento musculoso y sensible) en el día en que arriba un nuevo capitán a la estación.
El nuevo integrante de esta patrulla es Raymond Holt, un hombre que ha sido marginalizado durante toda su carrera por ser gay y negro. Llegar al precinto 99 significa el sueño de toda su vida: tras mucho años de burlas, al fin alcanza ser capitán y, más importante, ser un hombre respetado.
Lo interesante de Brooklyn 99 es cómo lo esperable se cumple. Sin necesidad de clichés, los guionistas cumplen expectativas sin necesariamente hacer concesiones.
Puede parecer extraño, pero en la serie, por ejemplo, podemos anhelar y anhelar que un evento suceda (que el capitán afloje sus sentimientos con sus subordinados, por ejemplo). De lo que podemos estar seguros es que los escritores no nos darán nuestro deseo cómo lo queremos o cuándo lo queramos.
El humor surrealista, las rarezas, la armonía orgánica del elenco y, sobre todo, lo entrañable de sus personajes –motivo más que suficiente para colgarse una retahíla de episodios– logra bajar los hombros del espectador más rígido. La risa es inteligente y la satisfacción de encontrar un contenido ligero pero no superficial es resultado seguro después de cada veinte minutos de historia.
Soy muy feliz de escribir estas letras cuando apenas llevo poco más de la mitad de episodios que conforman la serie (contando la sexta y última temporada que saldrá el próximo año). Cada rato libre que tengo, aparecen los detectives en la pantalla de mi celular para entretenerme como pocas series lo han hecho conmigo, sobre todo en el género de comedia.
Brooklyn 99 es, sin duda, ingenio en toda su expresión. Puede repetirse en sus chistes, puede emular situaciones anteriores y aún así no pierde la gracia que la hace única.
Ojalá nunca acabe esta serie porque, estoy seguro, me costará mucho encontrar otro universo tan atractivo como este, que ya me tiene con unas ojeras bien merecidas.
Brooklyn 99
EE.UU. 2013-2018.
GÉNERO: Comedia.
ELENCO: Melissa Fumero, Andy Samberg, Terry Crews y Joe Lo Truglio.
DURACIÓN: Episodios de 20 minutos.
PLATAFORMA: Netflix.