La razón de ser del apetito desbocado de Homero tiene nombre y apellido: Mona Simpson.
La madre ausente provocó que el pequeño Homero se criara, no frente al televisor, sino frente a la refrigeradora. Así encontró amor en los baldes de pollo frito y soporte en las cajas repletas de donas. La comida chatarra fue su mejor amiga... por siempre.
De su madre, Homero sacó la nariz y la maña de espetar un “d’oh” con la mayor naturalidad del mundo. Por su parte, la inteligencia y el temple de aquella mujer nacida en 1929 quedó en manos de Lisa, su nieta querida.
“Te dejo mi espíritu rebelde”, le dijo la abuela en un video que servía de testamento. A Homero, mientras tanto, le quedó una tarea no muy sencilla que tocaremos oportunamente.
Hablemos de Mona en vida. Fue una madre intermitente y ni ella misma se atrevería a negarlo. Su prioridad era el activismo ambiental, la bandera hippie , la vida en libertad. Cuesta entender por qué se casó con Abraham, un hombre de saco y corbata que no podía sentirse más incómodo acompañándola a Woodstock.
Pero no fue por razones maritales que Mona debió escapar. Aquella mujer luchadora era una fugitiva de la justicia de Springfield, desde que el Señor Burns le prometió hacer lo imposible para que la atraparan.
Con temor a ser detenida, encontró refugio en una comuna y así se perdió la niñez y juventud de su hijo. Homero creció pensando que ella había muerto.
Un buen día Mona regresó al pueblo que había abandonado años atrás y de inmediato buscó a su hijo. Su paso fue fugaz. Se escabulló de nuevo. Volvió tiempo después y se marchó una vez más.
La última vez que su progenitora visitó Springfield, Homero le habló fuerte como nunca antes lo había hecho: “Cada vez que te vas me siento abandonado... pero no esta vez”.
Homero se resintió y rehusó a aceptar su cariño. Cuando intentó disculparse, Mona había muerto.
En Homero quedó la tarea de esparcir las cenizas en el Monumento Springfield un miércoles a las 3 p. m. Lo que él no sabía es que con eso interrumpiría el plan del Señor Burns de lanzar un cohete para deshacerse de los desechos nucleares de Springfield enviádolos a la selva tropical del Amazonas.
Al final, Mona dejó claro que su prioridad no era exactamente su hijo, a quien nunca le pudo dar ni mucho amor ni suficiente comida.