Grito Latino convocó el domingo a miles de personas en el Parque Viva (La Guácima, Alajuela). Todos querían escuchar a músicos ambiciosos que no le temieran a hacer fusiones musicales.
Si bien dos de los actos principales de la jornada -Café Tacvba y Molotov- son conocidos por saltar de rock a ska o de hacer música bailable con guitarras eléctricas, por la tarde del domingo tres grupos mostraron que se puede empujar aún más las reglas del rock.
Tal fue el caso de San Pascualito Rey, una banda mexicana conocida en su país por su sonido “dark guapachoso”. Los mexicanos tienen casi 20 años de carrera y en el camino han ganado otros apodos.
“Nos dicen rock cebollero en Chile”, explicó el cantante, Pascual Rey. De inmediato, aludiendo a la misma frase preguntó al público: “¿Quién tiene ganas de llorar?”.
Los mexicanos mezclaron el rock con sintetizadores y el ritmo de cumbia; así mostraron una vertiente más oscura del rock pero igual de bailable. “Esto es una fiesta, ¡pero en las fiestas también se puede llorar cabrones!”, dijo el vocalista.
El grupo interpretó temas como Hoy no es mi día, una canción de letra sombría pero que puso a la gente a bailar de inmediato. El tema Si te vas tuvo el mismo efecto y el cantante le pidió a los asistentes que lo acompañaran en el coro.
Para la canción En la oscuridad invitaron a Emiliano Brancciari del grupo uruguayo No Te Va a Gustar, que tocaría en el festival un par de horas después.
La presentación de San Pascualito Rey sí fue una fiesta, una con baile y alcohol, pero también una de esas en las que llegan los mariachis y la gente grita las canciones con emoción y nostalgia.
Safazón.
Otros que pusieron a moverse al público fueron los de Triddi. El grupo nacional llegó al escenario con guitarras eléctricas, pero ellas los utilizaron para hacer ritmos de reggaeton, dancehall, y hasta cumbia y funk, como ya lo habían mostrado en su disco Olla e’ carne espiritual (2018).
Con canciones como Valentina y El baile del afligido, Triddi mostró que en medio de una canción de rock puede asomarse el sonido de un sabroso güiro para poner a la gente a bailar.
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En medio de la canción Muy loco cayó en el escenario un brassiere rosado y el vocalista, también llamado Triddi, lo paseó por todo el escenario y terminó amarrándoselo en la cabeza.
Era común oír entre canciones a la gente preguntando si lo que estaba en el escenario era una banda nacional, pero cuando el cantante cantaba temas como Encerrado, pronunciando la erre como lo hacemos los ticos, no quedaba duda alguna.
La canción que terminó de enganchar al público fue Zafaçao, que el grupo define como un “rocketón”, la mezcla entre rock y reggaeton. El efecto fue inmediato y hubo caras de sorpresa pero también otros que se apuntaron al perreo. En definitiva, este quinteto tico rompió la idea de que en el festival solo podía caber “rock puro”.
Otros que dejaron huella fueron los mexicanos de El Gran Silencio, quienes a su llegada al escenario preguntaron al público “¿dónde están los punks?” y procedieron a tocar una canción de rock bastante rápida pero con acordeón norteño.
Durante su presentación también hubo sonidos de ska y claras influencias de hip-hop.
Fue una tarde llena de híbridos, que dejó claro que en Grito Latino hay de todo excepto tabúes musicales.