Era octubre de 1973 y habían pasado tres dictaduras militares en Argentina. Las elecciones democráticas habían regresado brevemente al país suramericano; en la Plaza de Mayo las Madres y Abuelas aún no luchaban en pos de respuestas, ni Daniel Pasarella había recibido de manos de Videla la Copa del Mundo.
Apenas un veinteañero, Luis Alberto Spinetta buscaba desapegarse del frenetismo que vivió durante un par de años vertiginosos, marcado por un fuerte consumo de sustancias psicodélicas.
Spinetta, quien nació en Buenos Aires, Argentina en 1950, a pocas cuadras del estadio de River Plate, llegaría a ser una de las principales figuras del movimiento llamado “rock nacional” en su país. Justamente, sus primeros años de vida coincidieron con el asentamiento musical del género rock en Latinoamérica, sobre todo por la importación de música y películas de estrellas estadounidenses como Elvis Presley.
En su hogar, de cierta holgura económica y estabilidad familiar, el “gusanillo” de la cultura y el arte fue trepándole la inquietud, con la misma potencia que vibraban las tonadas de tango en el pecho de su padre. Aquel domicilio vio cómo su adolescencia se fue deslizando por el mástil de la guitarra y sirvió de ‘casa cuna’ para Almendra, banda jefeada por El Flaco y referente del rock argentino.
Por supuesto que la Buenos Aires de los 60 era cantera de rock y rebeldía; pero esto no hacía que dejara de ser relato de Borges y murmullo gaucho de milonga; guitarra eléctrica y bandoneón. Toda esa esencia la tuvo impregnada Spinetta y en su música se vio reflejado aquello que expresó su colega Charly García: “Hago tango de ahora, porque el tango de antes ya lo cantó mi papá”.
Pescado Rabioso: entre dictaduras y delirios
Por el cono sur de América, durante la segunda mitad del siglo XX, el cóndor pasa, como en la zarzuela peruana, pero en esa ocasión su vuelo fue una operación teledirigida desde Estados Unidos y que dejó un rastro de terrible represión militar, miles de desapariciones y una profunda inestabilidad sociopolítica de la cual aún no ha logrado salir la región.
A finales de los años 60 y principios de los 70, Argentina vivía un período convulso de varias dictaduras autodenominadas como “Revolución Argentina”. De este caldo de cultivo bullía una generación de sueños de liberación y descontento con la realidad, con la rabia moviendo sus melenas en compases de rock.
Luis Alberto Spinetta era apenas un muchacho al que un anuncio publicitario, que usó su canción Muchacha ojos de papel, lo había puesto, junto con su agrupación Almendra, en el ojo público.
Spinetta pasó por una etapa tildada por él como su “época más oscura” que le significó un proceso de cuestionamiento intenso del rumbo de su vida y hasta de su relación con la música, debido al reconocimiento que venía experimentando, así como a su descontento con las pautas de la industria musical. Todo esto además estuvo muy marcado por un fuerte consumo de sustancias psicodélicas como el LSD.
En medio de esta etapa delirante, el joven cantautor funda Pescado Rabioso en 1971, junto al baterista Juan “Black” Amaya, el tecladista Carlos Cutaia, el bajista y guitarrista Osvaldo Francino, quien se separó de la banda un año después y fue sustituido por David Lebón.
Con Pescado Rabioso, Spinetta y compañía nadaron en las más turbulentas aguas de rebeldía, aleteando en sonidos y géneros musicales como el hard rock, mucho más estridentes que en su banda anterior, y enfrentando la represión policial que recrudeció con fiereza de tiburón blanco en los últimos años de los gobiernos de facto de la “Revolución Argentina”.
“(...)La cabellera de los torturadores sangra en mi carro. Nosotros: desatormentándonos para siempre. PD: Yo te amo Beatles.”
Lo anterior es parte de la nota al interior del primer álbum de Pescado Rabioso, Desatormentándonos, y que describe inmejorablemente las ansias de liberación de la juventud argentina de aquel contexto, expresadas con delirio e irreverencia.
El grupo publica también el álbum doble Pescado 2. “Este es un álbum doble. Se compone entonces de 2 discos. Uno se llama Pescado, otro se llama 2 (Dos)”, se lee en un texto incluido en el disco.
El problema de Pescado
Pescado Rabioso había grabado dos de los tres discos que había acordado en su contrato con la disquera Microfón. Todo el desenfreno y estridencia buscada por Luis Alberto se resumía en aquella banda, a la que describía como “un eructo después de comer mucho”, según comentó el baterista Black Amaya en una entrevista a María Laurrari.
Sin embargo, tras los dos primeros años de la agrupación, El Flaco anhelaba otro cambio; aunque después fueran los otros tres miembros quienes abandonaran la agrupación.
Lebón, Cutaia y Amaya no lograron sintonizar con el rumbo más profundo que Spinetta quería darle al proyecto musical, lo cual generó fuertes tensiones. Sus compañeros además de la batuta, le cedieron a Luis Alberto la responsabilidad de afrontar solo el compromiso contractual con Microfón.
Ese abandono y responsabilidad llegaron cuando el roquero, siempre insaciable lector, encontró una especial fijación en la obra del poeta y filósofo francés Antonín Artaud. Aunque es imposible saber si la conexión surgió por este motivo; la verdad es que Spinetta atravesaba una etapa de incomprensión, mismo sentimiento que colmó la vida y obra de Artaud.
Desapegado del estilo de vida de sus dos últimos años y molesto con sus compañeros de Pescado Rabioso, el músico siguió hacia el frente, cumpliendo el compromiso legal con su sello disquero, a la vez que compuso solitario uno de los discos más icónicos en la historia del rock en español.
Su pareja, Patricia Salazar, fue la única persona a la que él permitió participar de la composición del disco; concretamente tiene la coautoría de la canción Por. Por lo demás, la creación del álbum fue enteramente obra de El Flaco, quien también interpretó la mayoría de los instrumentos durante la grabación, aunque en algunas canciones contó con el apoyo de sus excompañeros de Almendra, Emilio del Guercio y Rodolfo García, y de su hermano Gustavo Spinetta, quien nunca había participado en un álbum profesional.
Con Artaud, cimentó ese “sello Spinetta” de canciones más sofisticadas y menos estridentes, marcadas por la influencia del tango y jazz; algo similar a lo que sería su próxima banda, Invisible.
“Yo escuchaba Artaud y me quería matar, porque quería estar ahí, tocando esas canciones. Y después apareció Invisible y me parecía que las letras eran para mí, para los muchachos, para que las tocáramos nosotros. Nunca hablamos de este tema. Nunca le dije que yo en realidad quería descansar un poco y después volver. Quizás dentro de unos años, cuando estemos más viejos y tranquilos se lo digo.”, confesó Amaya, días antes de la muerte de Spinetta, en febrero de 2012.
Una correspondencia póstuma para Antonin Artaud
El título, los colores, las fotos en la portada y contraportada son más que evidencia del homenaje que El Flaco hace al creador del Teatro de la crueldad, Antonin Artaud. Sin embargo, el argentino concibió esta dedicatoria como una respuesta casi inmunológica ante el fuerte impacto que, según declaró, le produjo la obra del poeta francés.
El absurdo, lo cruel y lo depresivo son algunos de los tópicos que tiene la literatura de Artaud; cuya vida fue marcada por una tormentosa lucha entre sus condiciones psicológicas y una etapa histórica, en la que las afecciones de salud mental eran abordadas con métodos que hoy día serían considerados tortura.
Las canciones del disco, según su autor, son como una carta enviada al atormentado Artaud, con una perspectiva ante la vida diferente a la del francés, en la cual se puede encontrar “la perfección y la felicidad a través de la supresión del dolor”.
Solo con la primera canción, Todas las hojas son del viento, Spinetta deja claro el cambio de aires de su etapa más punk y desenfrenada. A su vez, es una dedicatoria a su expareja Cristina Bustamante, quien acababa de tener un hijo y que previamente le había transmitido sus dudas sobre continuar con el embarazo.
A esta pieza le sigue Cementerio Club, en la cual con tan solo dos estrofas evoca la historia de un personaje que recién muere y se lamenta: “Qué solo y triste voy a estar en este cementerio”.
Años después, Spinetta leyó esta frase rayada en una celda durante una de las varias ocasiones en las que el artista fue arrestado durante el régimen dictatorial de Jorge Videla, y le agregó “Qué calor hará sin vos, en verano”.
Pero más allá de la letra, la composición musical ha tenido un especial impacto en la cultura popular, especialmente por su característico solo de guitarra. Gustavo Cerati lo calificó como uno de los mejores de la historia y lo incluyó en la versión de Té para tres que interpretó en el MTV Unplugged de su banda Soda Stereo.
Por es la tercera, y más corta, canción del álbum, escrita por el artista y su pareja Patricia Salazar, acompañada por una música de sonoridad acústica.
La letra, de “lógica surrealista” como la definió el propio Spinetta, es una sucesión de 47 palabras seleccionadas para calzar métricamente con la música; pero que por su estructura desconcertante desató teorías sobre supuestos significados ocultos.
El cuarto tema es Superchería, en la que hace referencia a la superstición, los sueños y las creencias; temas recurrentes en Antonin Artaud, quien tuvo incluso una fuerte fijación en lo esotérico y se adentró de lleno en el Tarot.
Para la pista número 5 titulada La sed verdadera, El Flaco grabó todos los instrumentos (voz, batería, guitarra acústica y eléctrica). En la canción reflexiona sobre la relación entre artista y público, tema que lo había impactado mucho con el éxito comercial vivido con su anterior banda, Almendra.
Cantata de puentes amarillos es el sexto tema, también interpretado únicamente por Luis Alberto Spinetta, y corresponde a la canción más larga del álbum con una duración de más de 9 minutos. Está fuertemente inspirada en el pintor Vincent Van Gogh y en el abordaje de la figura del artista por Antonin Artaud en su ensayo Van Gogh, el suicidado por la sociedad.
Bajan, el sétimo track, es probablemente la canción más reconocida del disco y una de las más icónicas de Spinetta. Él llegó a declarar que ya esa canción “le pertenecía” a Gustavo Cerati, después de que el líder de Soda Stereo grabara una versión para su disco en solitario Amor Amarillo.
Ambos la interpretaron juntos en el concierto Spinetta y las bandas eternas, llevado a cabo en el estadio de Vélez Sarsfield, en 2009.
Artaud finaliza con las canciones A Starosta, el idiota y Las habladurías del mundo.
La primera pieza recibió su nombre por la marca de unos cromos con los cuales jugaba Spinetta en su niñez. El roquero interpretó todos los instrumentos en la grabación, incluyendo el piano y durante la pieza se escucha un fragmento con su llanto.
Las habladurías del mundo es el track final, grabada con sus dos compañeros de Almendra, Emilio del Guercio y Rodolfo García. Con esta canción, Spinetta da el cierre a su legendario disco, remarcando su nuevo rumbo artístico y de vida: “No estoy atado a ningún sueño ya. Las habladurías no pueden atraparnos”.