
El próximo 31 de octubre se celebra en Costa Rica el Día Nacional de la Mascarada Tradicional.
Con esta fecha en el calendario, La Nación conversó con algunos mascareros para responder preguntas que, últimamente, se ha vuelto muy común entre los ticos: ¿cuánto cuesta encargar una máscara costarricense? ¿Puedo comprar una para regalar? En el camino a la respuesta descubrimos detalles únicos sobre este oficio, el cual está muy arraigado en la identidad cultural del país.
En medio de bombos, comparsas y figuras caricaturescas que desfilan por calles y plazas, los mascareros son pocos, pero esenciales para mantener viva esta tradición. Y aunque la demanda se incrementa con la fiesta de octubre, sus manos trabajan todo el año para dar vida a demonios juguetones, gigantas y personajes que parodian el poder.
A continuación, compartimos detalles sobre los mascareros, su oficio y especialidades, así como los precios de sus llamativas obras de arte y los tiempos de entrega.
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Luis Fernando Bombillo Vargas
Con 57 años de experiencia en el arte de la mascarada, Luis Fernando Bombillo Vargas es una de las figuras más respetadas del país. Desde su taller en Barva de Heredia, este artesano da forma a personajes emblemáticos que han animado generaciones de fiestas populares.
Aunque su especialidad es la mascarada tradicional, Bombillo también crea piezas personalizadas, adaptadas al gusto del cliente. Los precios varían entre ¢75.000 y ¢400.000, y solicita un adelanto del 50% al formalizar el encargo.
El tiempo de entrega suele ser de 15 días, aunque puede extenderse si el clima es húmedo, pues la arcilla tarda más en secar. Las máscaras deben retirarse directamente en su taller.
Contacto: 8848-9092.

Miguel Moreira - Mascaradas Los Chapetones
Desde San Pablo de Barva, el artesano Miguel Moreira lleva 52 años dedicado a confeccionar mascaradas. Sus obras, elaboradas con precisión y alma festiva, reflejan la personalidad e identidad de quien las encarga.
Moreira se especializa en máscaras personalizadas, aunque también trabaja diseños tradicionales. “Siempre pido una foto, para ver los rasgos y calcular el presupuesto”, comenta.
Las máscaras tipo casco (sin armazón) rondan los ¢150.000; con armazón desde ¢180.000, y las personalizadas con armazón rondan los ¢260.000.
Los tiempos de entrega dependen del estilo: 15 días para las tradicionales y 22 días para las personalizadas. Para encargar una pieza, el cliente entrega un adelanto voluntario y el resto se paga al recibir el trabajo terminado en el taller.
Contacto: 8817-8684.

Gabriela Villalobos - La mascarera de papel
Desde hace ocho años, Gabriela Villalobos transforma papel y pegamento en coloridas figuras que cobran vida con la técnica de la cartapesta. En su taller, ubicado en San Rafael de Heredia, da forma a personajes llenos de humor y expresión.
Su especialidad es la caricatura, es decir, máscaras tipo casco que retratan rostros en clave alegre y animada. Los precios van de ¢16.000 a ¢25.000, según el diseño. Además de las figuras tradicionales, también realiza encargos personalizados.
El tiempo de entrega promedio es de 15 días en temporada baja y 22 en los meses de mayor demanda. Pide la mitad del valor por adelantado y ofrece envíos mediante Correos de Costa Rica o entrega a domicilio dentro de la Gran Área Metropolitana.
Contacto: 8313-8077.

Juan Carlos Díaz – Mascaradas Juank
A sus 28 años, Juan Carlos Díaz ya cuenta con más de una década dedicada a la confección de máscaras, que van desde las pequeñas caretas hasta las imponentes gigantas. Desde su taller en Fátima de Desamparados, en San José, este joven artesano combina técnica y pasión para mantener viva una de las tradiciones más queridas del país.
Los precios de sus obras varían entre ¢80.000 y ¢200.000, dependiendo del tamaño y la complejidad del diseño. El tiempo de elaboración puede ir de 15 días a un mes.
Díaz solicita un adelanto del 50% y mantiene a sus clientes informados de cada etapa del proceso “para que sientan que la platita está trabajando”, dice. Las máscaras pueden retirarse en su taller o enviarse a domicilio con costo adicional.
Como dato curioso, el 11 de octubre pasado, Juan Carlos y su cimarrona participaron en el Costa Rica Folclore La Previa, que reunió agrupos folclóricos y musicales ticos en Nueva Jersey. Ahí le entregó una máscara personalizada al corresponsal de Telenoticias en Estados Unidos, Elías Alvarado.
Contacto: 8756-7226.

Alfonso Pocho Vega – Mascarada Pocho Vega
Con 55 años de trayectoria, Alfonso Vega (Pocho) es un guardián de la tradición. Desde su taller en Dulce Nombre de Tres Ríos elabora tanto máscaras tradicionales como miniaturas destinadas al turismo, en las que combina maestría artesanal y orgullo cultural.
Entre sus creaciones hay caretas, máscaras tipo casco y figuras grandes, con precios que van desde ¢30.000 hasta ¢275.000. Su tiempo de entrega habitual es de una semana y solicita la mitad del valor de la mascarada al realizar el pedido.
Los clientes pueden retirar las piezas directamente en el taller o recibirlas mediante envío por Uber.
Contacto: 8355-7214.

¿Cuál es el origen de esta tradición?
Es importante destacar que todas las culturas cuentan con máscaras, pero en Costa Rica, las más reconocidas tienen su origen en la influencia española. En Europa se les conocía como mojigangas y eran populares en fiestas medievales; la primera referencia histórica data de 1424 en Barcelona.
Según sitios especializados, estas figuras participaban especialmente en las celebraciones del Corpus Christi y solían representar demonios o seres malignos en la lucha simbólica entre el bien y el mal.
En otras festividades españolas, los gigantes desfilan sin interactuar con el público, contrario a la tradición tica.
En 1524, las máscaras llegaron a América, traídos por los colonizadores europeos que incorporaron sus tradiciones festivas al nuevo continente.
Sin embargo, en Costa Rica, la costumbre experimentó importantes cambios: se empezó a personificar las máscaras y adoptarlas como una forma de sátira hacia figuras de autoridad, como policías, sacerdotes y presidentes, caricaturizados con rasgos exagerados, lo cual añadió un matiz humorístico y crítico propio del contexto costarricense.
