Desenvolverse frente a una cámara o un escenario es algo que para muchos resulta fácil; llegan allí gracias a un don concedido, una personalidad extrovertida o impulsados desde pequeños por clases de canto, baile o expresión oral.
Pero este camino ideal no es el mismo para todos. Otros, como el periodista de Buen Día, Julián Valverde, logran lucirse en ‘tele’ o en el teatro pese a tener una personalidad introvertida y no haber recibido estimulación artística en su niñez, al menos no convencionalmente.
Valverde, quien está en Teletica desde el 2024, afirma que sus pasos hacia su exposición pública han “ocurrido un poco por accidente”. Dice que fue después del colegio donde realmente pudo explotar sus pasiones, luego de una que otra equivocación.
Se equivocó, por ejemplo, cuando comenzó a estudiar arquitectura, para luego enterarse de que su destino era otro muy distinto, full cargado de aventuras, dramatismo, canto y fantasía. Un rumbo un tanto poético y cómo no... Valverde no solo se desempeña como periodista, sino que también divide su tiempo en su otro trabajo: el teatro.
Valverde ha participado en obras como Mi hijo solo camina más lento, Los últimos cinco años y Brillantina: Amor a todo gas.
Para él, la actuación envuelve su amor por conectar con las personas, la música y el arte; esto lo llevó a proclamarse como un “activista cultural”.

Curiosamente, el comunicador, quien tiene 29 años, se considera a sí mismo como una persona introvertida, pero que se convierte cuando las cámaras se encienden y las luces de escenario se prenden.
“No es que me vuelva extrovertido, sino que logro conectar con la gente y me lleno de la energía del momento”, afirmó en una entrevista con La Nación.
—¿En qué momento descubrió su pasión por el periodismo?
—Toda mi vida ha sido un poco por accidente; me he dejado llevar por lo que me gusta. Nunca pensé que iba a ser periodista; de hecho, iba a ser arquitecto y estudié arquitectura un tiempo en el TEC. |
”Después, pasé por varios trabajos y carreras hasta que en 2018 entré a estudiar teatro y comunicación al mismo tiempo. Sinceramente, entré a comunicación porque me gustó el plan de estudios, pero no sabía que quería ser periodista. Mi intuición me guio”.
—¿Cómo ha sido la reacción de su familia con las carreras?
—Mi papá no estaba de acuerdo cuando me metí al teatro, pero siempre me apoyó. Igual mi mamá. Lo del periodismo les emociona mucho, les hace sentir muy orgullosos. Mi mamá ve Buen Día todos los días; es la fan número uno. Aunque no siempre estén de acuerdo, siempre he tenido su apoyo.

—¿Cómo sucedió la llegada a Teletica?
—Mi primer programa fue El Buscador en Red con Édgar Silva. La manera en que entré fue muy bonita; a uno le dicen que hay que “patear la puerta”, y así lo hice, insistiendo. Al final, se logró. Me dijeron que iba a estar con uno de los mejores periodistas del país, y cuando llegué a la reunión, me estaba esperando Édgar.
”Fue una sorpresa que ellos, sin querer, me prepararon. Fue un recibimiento muy lindo, y el proyecto fue exitoso porque se le puso mucho amor y claro, por el liderazgo de Édgar”.
—Después de El Buscador en Red, ¿qué pasó?
—Tuve una pausa. Tenía un contrato con la UCR porque trabajaba en Canal 15 como estudiante, en un programa de cultura llamado El Blog, el cual me brindó mucha experiencia y se robó una parte de mi corazón. En ese momento estaba terminando giras y programas que grabar, así que hice una pausa de un par de meses y en ese tiempo me llamaron para participar por el puesto de Buen Día.
El teatro como ‘resurrección’
Para hablar del amor al arte hay que recordar las épocas de niño de Julián, cuando en la iglesia a la que asistía empezó a desarrollar los talentos que hoy tiene.
“A mí la gente me dice: ‘¿dónde aprendiste a hablar en cámara?’. Todo yo lo aprendí en la iglesia, yo le agradezco a la UCR, yo le agradezco a mis compañeros y a mis profesores de teatro, pero a mí la iglesia me lo enseñó todo", explicó.
Valverde se refiere a conectar con los niños, los adultos y hacerlo desde un lugar sincero, desde el amor.
“En la iglesia aprendí a empatizar con realidades que no necesariamente son las mías, pero son realidades, y forman parte de lo que construimos como sociedad. A hablar en público, a equivocarse, a cantar, a hacer teatro, todo eso se aprende en la iglesia”, afirmó el joven, que aún asiste a una congregación.
Luego, gracias a ‘esa espinita’, fue que tiempo después el teatro se convirtió en su salvación.

—¿Por qué el teatro significa tanto para usted?
—El teatro me salvó. En el 2021 supe del Taller Nacional de Teatro y como me sentía tan perdido y emocionalmente mal, me dije: “Vamos a meternos a esa cosa, vamos a audicionar”.
—¿A qué se refiere con perdido?
—Vocacionalmente, siempre he trabajado mucho, siempre he sido muy inquieto. Pero me encontraba en una crisis. Yo había pensado que quería ser arquitecto, me gané una beca para administración, trabajé en construcción y en presupuestos, pero no me llenaba.
”Pasaban los años y yo quería estar en un lugar donde me sintiera bien, y no lo encontraba. Sentía que mis habilidades no estaban siendo realmente utilizadas. En resumen, estaba perdido”.
—Allí llegó el teatro...
—Estaba tan perdido que pensé: ‘¿Qué pierdo? Una cosa más que deje botada’. En ese mismo momento, también estaba viendo lo de la UCR. Llegué a las audiciones y me permitieron ingresar. El taller es de lunes a viernes, de 5 a 10 p. m., durante dos años; es muy intenso. Yo entré y al principio pensaba: ‘¿Por qué la gente viene en pijama y por qué son tan raros?’. Pero en el segundo cuatrimestre ya me parecía bonito. En el tercer cuatrimestre nos presentamos frente al público y me enamoré del teatro.
”Esto significa darme cuenta de que mis habilidades y, más allá de eso, mi esencia, sirven para algo. Tienen tanto valor que me permiten estar frente a un público que disfruta lo que hago. Mis habilidades más intrínsecas, como expresarme frente a un público sin dificultad, o jugar en el escenario, o expresarme desde la música, también sirven para algo y hasta me pagan.
Por eso, siempre voy a ser un activista cultural, porque la cultura transforma el corazón de la sociedad. Mucha gente no lo entiende por ignorancia, porque no nos lo enseñan, pero yo tuve el privilegio de vivirlo. El teatro para mí es una cuestión muy personal de transformación, casi que de resucitar. Marcó un antes y un después, porque cuando te das cuenta de que sirves para algo, te empoderas para lo que venga”.

—¿Cómo maneja el balance entre el canal y el teatro?
—La vida ha sido muy ajetreada. Tengo la dicha de que el programa es en la mañana. Son mañanas muy apretadas, con muchas carreras, pero después las tardes son más tranquilas, con reuniones y comunicación con expertos.
”Las noches las tengo libres, y es ahí donde me dedico al teatro, que es también un trabajo, no un hobby. Gracias a Dios tengo la bendición de decir que es un trabajo. Por ahora, no tengo hijos, así que puedo dedicarme a este tipo de proyectos y dar tiempo a todo”.
—¿Qué le gusta dejarle a la gente a través de su trabajo?
—La gente está sola y muy necesitada. Me gusta entretener, pero más allá de eso, creo en el servicio porque nos da un propósito. Quiero que, a través del arte, la gente sienta que pasó un buen rato, que se sienta cerca y deje de sentirse sola, que pueda conectar.
“En Buen Día, cada entrevista genuinamente está pensada para servir al público. El programa, aunque suene dramático, puede salvar vidas al informar sobre procedimientos o urgencias de salud. También brindamos herramientas emocionales para que la gente se distraiga y maneje sus preocupaciones. Por eso he amado tanto lo que hice en la iglesia y amo tanto lo que hago, porque creo en el servicio”.
—¿Qué significa Dios en su vida?
—Dios es quien más me conoce. Él es mi vida, y es el que hace posible que yo esté aquí haciendo lo que hago. Él ha abierto puertas en todos los lugares donde he ido, y aunque a veces uno quiera huir y buscar otros caminos, él ahí está esperando. Uno siempre termina llegando a donde él. Es mi principal motor.

