
Faltando pocas horas para su debut en Costa Rica, junto a la Orquesta Filarmónica, el músico inglés Jacob Collier ofreció una entrevista en los camerinos del Parque Viva, escenario de su concierto.
En la plática, el británico conversó sobre el proceso que experimenta al hacer o reinventar canciones, así como el manejo de sus emociones, vinculadas a la música en general.
—Si hubiera un acorde que puede salvar a la humanidad, ¿cuál sería?
Diría que un acorde en el que todas las personas canten, porque cuando cantamos recordamos quiénes somos. Cantar tiene esa habilidad de unir nuestras energías, es algo mágico. Cuando estamos juntos, nuestros corazones se sincronizan con los de los demás. Cualquier acorde que haga que muchas personas canten podría salvar a la humanidad.
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—¿Qué siente cuando está frente a la audiencia cantando en conjunto?
Es un sentimiento muy especial, se me pone la piel de gallina en todo el cuerpo. En ese momento yo ni siquiera estoy cantando, pero siento que soy tan poderoso como la audiencia se sienta. Mi trabajo es lograr que la audiencia se sienta poderosa. Muchas veces no tengo un plan, solo improviso, y es como tocar un gran instrumento. En este caso, el instrumento es la gente, conectada no solo por sus voces o sus cerebros, sino también por su espíritu y su alma.
“He viajado por todo el mundo y dirigido orquestas de todos los tamaños y estilos, y siempre encuentro una forma de hacerlo funcionar”.

—Su próximo álbum va a ser muy minimalista comparado con su material anterior, ¿eso fue un reto?
De alguna manera, sí. Los cuatro volúmenes de mi disco Djesse son muy maximalistas: en uno de ellos incluso hay más de 100.000 personas grabadas, además de muchos colaboradores y géneros distintos. En cambio, este próximo álbum soy solo yo con un instrumento. Creo que a veces las limitaciones pueden abrir la creatividad; no siempre ayudan, pero a veces sí. Para este disco me impuse la regla de grabarlo en un máximo de cuatro días y con un único instrumento.
—¿Ha experimentado el bloqueo de escritura en algún momento?
Todo el tiempo; creo que todos tenemos eso. En mi caso sucede cuando siento que hay demasiado por decir y no sé cómo elegir entre tantas opciones. El mundo está sobreestimulante y pasa mucho; crear música es una forma de entenderlo. Cuando me bloqueo es porque no estoy viendo bien ni hacia afuera ni hacia adentro. Hay que mirar ambos mundos: el interno y el externo; los dos son igualmente importantes.
—¿Qué hace cuando aparece la voz interna que lo hace dudar de su talento?
Siempre hay que tener presente que la idea de que alguien es “muy bueno” es una construcción. No existe, de forma objetiva, la “buena música” o la “mala música”; eso es un imaginario. Lo que una persona considera bueno, otra puede descartarlo.
“Lo mejor que puede hacer quien escribe música es buscar la honestidad. Eso es lo que intento: ser lo más honesto posible. Cuando suena esa voz que me dice ‘esta canción es basura’, pienso que quizá una canción ‘basura’ sea más interesante que una canción perfecta”.

—Ya que le gusta experimentar, ¿está experimentando con inteligencia artificial?
Sí, todo el tiempo. Es un momento fascinante para la creatividad. La IA es como un cerebro inmenso, y el reto es volverla interesante: suele dar resultados demasiado pulcros y perfectos, y eso la hace poco atractiva por sí sola. Pero cuando un humano toma esa herramienta y la transforma en algo que tenga una historia o una huella humana, puede salir algo bastante interesante.
“Nuestro primer trabajo como creadores o artistas es ser curiosos, hacernos la pregunta de ¿qué es esto? Es un instrumento peligroso y a la vez hermoso; la dirección que tome depende de nosotros".
—Cuando se siente triste o molesto, ¿qué música busca para sentirse mejor?
Creo que todos nos diagnosticamos con música. Si queremos llorar, buscamos algo específico; si queremos correr o pensar, buscamos otra cosa. Hay música para todo.
“En mi caso depende del “sabor” de la emoción. A veces estoy enojado por dentro, y ahí busco algo reconfortante, como Joni Mitchell. Si estoy enojado hacia afuera, entonces recurro a algo como Skrillex, dubstep o algo más intenso. Todos experimentamos emociones distintas, pero lo que hago como músico —igual que cuando subo al escenario e improviso— es preguntarme cómo me siento y qué tipo de música puede ayudarme a profundizar en ese sentimiento. Luego intento compartirlo con los demás".
—¿Cuál es el reto más grande de tener oído absoluto?
El mayor reto es el conflicto entre la mente y el corazón. Con el oído absoluto, escuchás una nota y de inmediato la ves en tu mente, entonces el reto es seguir trayendo los mensajes por medio de la música desde el corazón. La mente puede ser una gran ayuda, pero a la vez, también puede ser un problema, pues puede ser un distractor. Lo que trato de hacer es identificar primero los sonidos desde el corazón, ya sea al tocarlos, escucharlos o cantarlos. Solo así pueden sonar realmente humanos.