Jade se pasea en una diminuta tanga color verde fosforescente por la calle de la Amargura. El reloj supera la medianoche y la fiesta está en su clímax. Los bares están a reventar: Guasones, Wolverines, vampiros y zombis toman cerveza como si mañana se acabara el mundo.
Todos quieren una foto con Jade. Ella posa encantada, luciendo sus sables de guerrera, pese a que algunos de sus fans se pasan de la raya y le dicen vulgaridades.
Jade es un personaje de Mortal Kombat , y quien lleva su disfraz es Jennifer Mora, una muchacha de 19 años.
“¿Por qué eligió venir vestida así?”, le pregunto.
“Porque me encanta Mortal Kombat ”, responde, como si no le importara el frío de la madrugada de San Pedro ni el montón de borrachos que la miran sin pudor.
“¿Su mamá sabe que usted está aquí?”, le digo. “¡Nombre!, me mata”, dice con los ojos pelados.
Con todo. Este año, Halloween cayó un fin de semana, lo que propició dos noches de fiesta sin inhibiciones y sin vergüenza.
La gente disfrutó los festejos a lo grande, se metió en sus personajes, bailó, tomó y se sintió libre. Claro que hubo excesos, pero ese análisis le corresponderá hacerlo a cada bruja, pirata o superhéroe en medio de su resaca matutina.
El alcohol en exceso no fue un requisito para pasarla bien, muchos se tomaron las cosas con calma. Por ejemplo, el profesor de Literatura de 39 años, Luis Bedoya, quien se disfrazó de un arlequín diabólico para asistir a la fiesta del grupo musical Los Cuchillos, en el bar El Sótano .
“Me vine en taxi para no tener que manejar después, por precaución”, dice.
Así como Luis, muchos de los disfrazados utilizaron el transporte público. En la Fiesta de los Muertos, que se celebró en el bar Steinvorth el sábado, cada tanto arribaba un taxi del que bajaban criaturas de ultratumba: una novia satánica, un payaso asesino, Jason, el psicópata de Viernes 13 … Algunos de los conductores venían muertos de risa; otros, con cara de “¡Qué varas las de estos carajillos!”.
Atuendos. En la pasarela de las dos noches de fiesta hubo unos disfraces que brillaron por su originalidad; por su diseño o por ser los más “quemados”.
Juan Manuel Sánchez se llevó el premio a la improvisación. Él se metió al baño del bar Hoxton y se colocó tiras de cinta adhesiva en el rostro, logrando que este se viera desfigurado. Al regresar a la fiesta se había convertido en Cuasimodo, el jorobado de Notre Dame .
“La verdad, es incomodísimo. Espero que dentro de un rato se me duerma la cara y ya no me duela”, cuenta el muchacho de 23 años.
En esa misma fiesta, celebrada el 31 de octubre, también estaba el disfraz más inapropiado: Alejandro Esch se vistió de Ébola. El traje consistió en un overol impermeable de color amarillo (con decenas de rótulos con el signo del virus pegados a él), una máscara antigas y botas de hule.
Por otra parte, los atuendos más repetidos fueron los de katrinas y calacas (al estilo del artista José Guadalupe Posada ). Esto se debe, en parte, a que algunas de las fiestas tenían como temática el Día de los Muertos de México.
También abundaron los Alex de La naranja mecánica , las Harley Quinn (novia del Guasón) y los Rick (el comisario de The Walking Dead ).
El ganador. El club Venue, ubicado en San Pedro, albergó una de los concursos de disfraces más grandes y competitivos de las dos noches de fiesta.
Geishas, habitantes del planeta Pandora, Marito Mortadela (un disfraz homenaje al personaje josefino), Elmo, los X-Men y una elfa de El Señor de los Anillos , se pelearon el primer lugar.
Al final, el premio se le entregó al trío integrado por Bestia, Titania y Gambito (los X-Men).
El creador de los tres atuendos fue Joseph Jiménez (Bestia), un diseñador y vestuarista de 26 años. En los tres disfraces invirtió ¢200.000 y se tardó 15 días en confeccionarlos. La recompensa fue un año de barra libre y ¢500.000.
A medida que la noche avanza y la fiesta agoniza, las botellas de cerveza ruedan por el suelo y los efectos del licor se notan en los pasos de los disfrazados. Los zombis, de verdad, caminan como zombis; pero eso no es relevante, si hay un momento al año para que no importe el qué dirán, es cuando se celebra Halloween.