En un artículo publicado por el semanario Correo de España el 6 de setiembre de 1908, se leía: “No todos pueden ir á Londres á admirar los mármoles del Partenón, á Roma el Sófocles ó á Nápoles las ruinas de Pompeya; pero sí le es fácil á los Gobiernos conseguir, sin grandes dispendios, copias en bronce ó yeso de las obras maestras de la estatuaria clásica(…)” .
Han pasado 107 años desde la publicación de dicho texto y, aunque mucho ha cambiado desde entonces, permanecen dos constantes: la importancia de las reproducciones de las obras clásicas y, sobre todo, el conjunto en particular al que se refería el Correo de España .
La colección de yesos y láminas de la Universidad de Costa Rica se encuentra, desde el 26 de noviembre, en exposición en el Museo Nacional, como parte de las celebraciones del 75 aniversario de la Universidad de Costa Rica.
La muestra consta de 73 esculturas de yeso y 27 láminas de dibujo, bajo el título De París a San José: la colección más antigua de la Universidad de Costa Rica .
“La UCR cuenta con objetos más antiguos, pero, en conjunto, esta es la más antigua sin duda”, cuenta Laura Raabe, curadora del Museo de la Universidad de Costa Rica, institución que, en conjunto con la Escuela de Artes Plásticas, organizó la exposición.
La propia Raabe rescató la cita del Correo de España en un artículo titulado “ De París a San José…” , en el cual agrega: “Este conjunto de esculturas fabricadas mediante vaciado en yeso y de láminas litográficas fueron adquiridas por el Estado costarricense en 1897 y traídas desde Francia, durante la administración del presidente Rafael Yglesias Castro (1894-1902), con la finalidad de utilizarse como recurso didáctico en la Escuela Nacional de Bellas Artes”.
Las piezas, que han sido sometidas a procesos de restauración durante los últimos años, estarán a disposición del público hasta el 15 de marzo del 2016. Significa una oportunidad invaluable de disfrutar de un conjunto de obras que, durante décadas, ha estado disponible solo para los ojos de unos pocos privilegiados.
Origen centenario
La Escuela Nacional de Bellas Artes abrió sus puertas en setiembre de 1897, bajo la dirección del pintor español Tomás Povedano de Arcos, en las instalaciones de la Universidad de Santo Tomás, primera casa de enseñanza superior en nuestro país, que cerró sus puertas en 1888 y que cimentó las bases sobre las que se erigiría después la UCR.
La Escuela se regía por un método de enseñanza que “correspondía al ideal de modernidad perseguido por los liberales, que buscaba imitar la cultura europea”, asegura Raabe.
“Así, las piezas de la colección de yesos son copias de obras de arte maestras de la tradición occidental –principalmente– de la antigüedad grecorromana”.
Subraya la curadora del Museo que algunas pertenecen a otros periodos como el Antiguo Egipto, la Edad Media, el Renacimiento y el Neoclásico.
En principio, la colección de contó con 352 esculturas y 1.442 láminas; hoy, se conservan 211 figuras y 923 litografías.
Entre las reproducciones más notables se cuentan una Venus de Milo, una Diana Cazadora y un Apolo de Belvedere.
En 1940, la Escuela se incorporó a la Universidad de Costa Rica –recién fundada– y, de esta forma, la colección completa pasó a ser de su propiedad.
“La Universidad cuenta con más de 70 colecciones en distintas áreas de conocimiento. La Escuela de Bellas Artes posee varias de ellas, en cuenta la de yesos y láminas, que fue adquirida y mandada a traer desde Francia con fines didácticos”, relata Raabe.
El renacimiento
Durante generaciones, la colección se convirtió en un referente para la formación académica de centenares de estudiantes que caminaron los pasillos de la Facultad de Bellas Artes.
Sin embargo, con el tiempo y la falta de mantenimiento apropiado, la colección cayó en cierto abandono. Además, diversas mudanzas a las que fue sometida la Escuela –en cuenta la de 1968, al edificio donde se encuentra actualmente– y el implacable paso del tiempo permitieron el deteriorso, el robo y extravío de algunas de las piezas.
“También sabemos de gente que consideró que las piezas iban a estar más seguras con ellos; poco a poco, varias de estas personas las han ido devolviendo”, detalla la especialista.
Desde hace más o menos 10 años, el Museo de la UCR y la Facultad de Bellas Artes han trabajado en conjunto para procurar el mantenimiento y cuidado correspondiente de los objetos artísticos pertenecientes al centro superior de estudios.
A partir del 2012, como parte de esta unión de esfuerzos, se decidió invertir en la restauración de la colección de esculturas de yeso y láminas. El escultor Herberth Zamora asumió la coordinación de la restauración de los yesos, mientras que Salomón Chaves, grabador especializado en la restauración de papel, hizo lo propio con las láminas litográficas. Ambos artistas son, también, docentes en la Facultad de Bellas Artes.
La curadora aseguró que las piezas fueron sometidas a un riguroso proceso restaurativo, pues presentaban daños causados por los años, negligencia en su conservación, uso incorrecto en labores y didácticas e, incluso, vandalismo. “El objetivo de la restauración fue detener el proceso de deterioro y recuperar su dimensión funcional, estética y estructural”, comentó.
La intervención se fundamentó en una investigación previa que profundizó en los aspectos históricos, técnicos y estéticos, por lo cual se recurrió a información acerca de los originales en las que se basan.
“Con esta muestra se busca dar a conocer los exitosos resultados del proceso de restauración”, dijo Raabe.
El Museo Nacional vio la luz en 1887. Diez años más tarde, la más antigua colección de la Universidad de Costa Rica cruzó el Atlántico e hizo nido en nuestro país. Ahora, por cuatro meses, el recinto y la colección se unen para ofrecer al público un único e histórico testamento de yeso.