Si en su inicio la vida es una hoja en blanco, al llegar a su final estará llena de trazos, borrones y rasgaduras. Esas vivencias dejan huellas en el cuerpo, pero también en la psique, bajo la forma de recuerdos, fantasías y pensamientos aglutinados en un universo caótico. Simulacros se nutre de esta densa materia prima para ofrecernos un espectáculo de alto valor formal.
La obra es una suma de cuadros breves en la que se alternan situaciones cotidianas con otras que parecen salidas de un sueño. Por ejemplo, podemos observar una disputa de pareja y, más tarde, la confesión de una chica embarazada o la imagen de un hombre en plena caída libre. No hay una historia que funcione como hilo conductor de este rompecabezas narrativo. Dicho papel lo asume y lo cumple la plástica escénica.
El diseño de iluminación tiñe de claroscuros el espacio. La convivencia de penumbras y zonas saturadas de luz genera un ritmo que ubica los acontecimientos –inclusive los más ordinarios– en un plano alejado de la realidad inmediata. Este efecto se incrementa con una pared luminosa, al fondo, que vuelve siluetas los cuerpos de los actores.
El dispositivo escenográfico plantea grandes cubos con paredes de sarán (malla). Los intérpretes los reacomodan en cada cambio de escena para accionar, la mayor parte del tiempo, en su interior. Así se producen configuraciones que, en algunos casos, dan la impresión de estrechas celdas que mantienen retenidos y aislados a los personajes.
Un elenco de jóvenes actores y actrices hizo patente su dominio de varios estilos interpretativos. Los pasajes realistas fueron resueltos con la misma eficacia que aquellos basados en partituras corporales muy precisas o en textos de tintes poéticos.
Fue interesante apreciar el esfuerzo grupal a fin de sostener la progresión y el sentido de un espectáculo retador para el público, por la complejidad de su trama.
LEA MÁS: Los dilemas del amor contemporáneo quedan en evidencia en ‘Simulacros’
Aunque la obra posee una banda sonora rica en texturas, la función del pasado 5 de agosto evidenció problemas en este ámbito. Los parlamentos de dos cuadros –el del hombre que cae al vacío y el de la mujer que juega en el mar– se malograron. La competencia entre los efectos pregrabados y el trabajo vocal del elenco llegó hasta la zona de butacas como un barullo incomprensible.
Simulacros es un proyecto valioso por la consistencia de su dramaturgia, la solidez de la plástica escénica y el enorme potencial evocador de sus imágenes. Además, es relevante porque obliga al espectador a participar en un viaje laberíntico, donde los conflictos están insinuados, pero no resueltos. En este mundo de sutilezas y caminos inconclusos, el público se perderá si se queda a la espera de señales obvias.
Ante ese riesgo, el montaje –escrito y dirigido por Dayanara Guevara– nos sugiere que caminar por el extravío es una buena oportunidad para recuperar los fragmentos desechados de nuestras vidas. Con ellos, quizás podamos armar el más exacto reflejo de nosotros mismos. Todo lo demás es puro simulacro.
Ficha artística
Dramaturgia y dirección: Dayanara Guevara Aguirre.
Actuación: Alonso Brenes Vargas, Bernardo Mena Young, Ixmucané Hernández Morales, Kathe Morales Matamoros, Kendall Chavarría Guillén, Miguel Acuña Mata, Pamela Cerdas Zúñiga, Vanessa Martínez Carpio.
Diseño de escenografía, vestuario y utilería: Sonia Suárez Gómez.
Diseño de iluminación: Gabrio Zappelli Cerri.
Música original y diseño de sonido: Diego Soto Prado.
Fotografía, video y diseño de sonido: Tracy Mena Young / LECTV.
Sastería: Línea “A”.
Costurera: Vicky Fonseca.
Producción y asistencia de dirección: Sonia Suárez Gómez.
Producción: Compañía Nacional de Teatro y Teatro Alquimistas.
Espacio: Teatro 1887 - CENAC.
Fecha: 5 de agosto de 2018.