Joaquín Sabina es de esos artistas cuyo valor artístico radica principalmente en el contenido de sus letras y no necesariamente en coros potentes o en la construcción de un sonido propio.
Siendo así, la facultad de conectar con el músico depende en gran medida de la capacidad del escucha de detener el oído para atender con atención sus historias cantadas.
En caso de que efectivamente se desarrolle una identificación con su narrativa entonces se rescatarán los elementos de su lírica: la ironía, la crítica o los detalles románticos, según aplique. Una vez dado ese paso, entonces se requerirá de un menor esfuerzo para empatizar con las melodías.
En su carrera, su clave han sido las frases concretas y la capacidad de darle verbo ingenioso a ideas universales que a otros les cuesta expresar.
Sin embargo, no es (solo) poeta sino músico porque, además de ser altamente afinado cuenta con una gran banda que sostiene un espectáculo consistente que además resulta divertido y emotivo, especialmente para quienes conocen de cerca el repertorio.
En el caso de que el oyente sea de los que le prestan más atención al factor de la construcción e interpretación musical, entonces no tenemos a Sabina, sino a sus acompañantes.
Su conjunto demuestra sostenerse con la misma solidez sin importar si el líder de la banda está o no acompañándolos en escena. La dirección musical de Antonio García de Diego y Pancho Varona se sustenta con el desempeño nítido del resto de integrantes.
Entre los mismos instrumentistas también hay buenos cantantes que, delante del micrófono, se desempeñan igual o mejor que el vocalista principal de este espectáculo.
La voz ronqueta no es nada nueva en la carrera de Sabina y más bien se ha convertido en parte de su sello personal; no obstante, resulta evidente que le genera ciertas limitaciones para interpretar matices, mientras que no hay tan siquiera intentos de mantener notas largas.
Sin embargo, de nuevo es la presencia de una corista la que le da más forma a la melodía vocal, mientras que los espacios entre una línea y otra son ocupados por apropiados motivos que van más allá del mero detalle. Es decir, lo que la voz no tiene de emotivo, lo ocupa la guitarra de Varona, ya sea desde una acústica o una eléctrica.
Por cierto, hablando de esa alternancia entre las guitarras, el repertorio transita muy bien entre las fronteras del rock y otra que incluye una mezcla muy americana, que va desde las rancheras, los boleros, el blues o el country del sur estadounidense.
No se queda por fuera la veta de la música tradicional española, siempre con detalles aportados por otros instrumentos como el sax o el clarinete, que a veces funciona como puente entre la variedad de géneros.
Como parte del show, se intercalaron tanto temas clásicos y curiosidades del cancionero de Sabina como piezas incluidas en el álbum más reciente (Lo niego todo). Me parece pertinente rescatar el gesto del cantautor al adelantar que, de repente, la interpretación de esos temas menos conocidos podría generar ansiedad y sentimientos encontrados en la audiencia.
Es poco común dar una alerta de cuál será el rumbo del repertorio, pero se interpreta como un respeto hacia sus seguidores y, a la vez, una solicitud de respeto hacia el material promocional que, se sabe, no siempre es el más esperado. Esto se dijo en una de tantas intervenciones habladas por el artista, basándose también en anécdotas.
Por otro lado, en otras de esas intervenciones entre una canción y otra, se perciben señales machistas como las que ya se le han endilgado internacionalmente a varias de sus letras.
Si bien la audiencia le ríe algunos de estos comentarios, no quisiera dejar la oportunidad para compartir esto con el lector, pues es parte del espectáculo; por ejemplo, al decir: “finalmente puedo ser lo que soñé cuando era niño: un viejo verde”. También al recordar cuando estaba exiliado en Inglaterra, en sus veintes y “era más divertido tocar la guitarra y más fácil tocarles el culo a las chicas que dedicarse a fregar pisos”.
En resumen, en directo es la banda sostiene la vitalidad de las canciones del músico, mientras la lírica y la palabra se mantiene como motor de la trascendencia histórica de Sabina, eso sí, siempre y cuando el oyente tenga el interés y la disposición en intentar apreciarlas.
EL CONCIERTO
Artista: Joaquín Sabina
Fecha: 8 de marzo
Lugar: Estadio Nacional
Organización: Interamericana de producciones