En la exposición de Carlos Amorales en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, las manchas de grafito que pueblan las paredes son, en realidad, rastros de instrumentos musicales. Claro, como en toda la obra del mexicano, de forma inesperada: fueron realizados con pesados güiros de grafito.
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Anti Tropicalia recopila videos, dibujos e instalaciones de uno de los artistas mexicanos más reconocidos internacionalmente. Hasta el 12 de noviembre, las salas principales del MADC albergan un encuentro con la energía pura de un arte dispuesto a lo aleatorio y lo inesperado. “Es solo energía. Son como puros impulsos. Es casi eléctrico”, dice el artista.
Acompañado por los instrumentos-esculturas del guatemalteco Joaquín Orellana, Amorales indaga en las relaciones entre la música y su notación, el dibujo y su carácter expresivo, y las tensiones entre lo tropical imaginado y lo vivido. Es una muestra para jugar.
Examen. El trabajo de Carlos Amorales (1970) ya es bien conocido en Costa Rica. En el 2013, intervino la f achada de Teorética , en barrio Amón, con sus oscuras siluetas de aves antropomorfas. En el Festival Internacional de Diseño , un año después, detalló su proceso creativo y la aventura de su sello musical Nuevos Ricos.
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En esta ocasión, dice Amorales, se ha permitido experimentar como no había podido antes con la expresividad del dibujo. Para ello, creó los pesados güiros de grafito que se pueden apreciar en el MADC, diseñados en impresora 3D y fabricados con alta precisión.
“Me di cuenta de que se volvía un antitrópico. Genera un extrañamiento de algo que siempre suponemos como hecho a mano, cálido, tropical”, explica Amorales. Al rayar con estos instrumentos silenciosos, el trazo es firme, la mancha dura y clara; sin embargo, por su grosor, también es impreciso.
“Me interesaba esa tensión entre imprecisión y precisión, entre frío y cálido, entre lo expresionista y lo tecnológico, el hombre y el robot”, agrega.
Esta dualidad se adivina desde el título de la exposición, un término inventado que, poéticamente, sugiere la negación de lo esperado de un artista mexicano y de la experiencia “tropical”.
“Ciertas maneras de ver nos van condicionando; se van generando identidades muy cerradas de lo que debería ser la obra del Caribe, lo hecho en México... Se generan visiones que, en el fondo, limitan”, dice.
Es una tensión familiar a muchos artistas latinoamericanos: “Sí soy mexicano, pero siempre me han preguntado de qué país soy, me hablan cualquier idioma que no es el español”, confiesa .
Lo tropical, en esta visión, no describe solamente: impone una expectativa, acentúa capas de significado, pero no es algo intrínseco a la obra. “Lo tropical del güiro de pronto se enfría. Lo curioso de un güiro es que lo que lo hace tropical es como está pintado, su decoración. La tropicalización podríamos pensar que es una decoración, un agregado a algo”, opina el artista.
En una obra como la suya, nada se puede quedar quieto. Algunos videos, como Psicofonía (2008) recombinan imágenes de su Archivo Líquido , un proyecto de 15 años.
También se aprecia en la energía de Notaciones para el uso de tipografías , diez grandes dibujos recientes, así como en los 130 dibujos de pequeña escala de la Habana Suite , presentados en la Bienal de La Habana y sugerentes de docenas de posibles notaciones musicales, más divertidas que prácticas, muy propias.
Características de la obra de Amorales, como la serialidad, la monumentalidad y la cualidad inmersiva de sus exposiciones se mantienen en el MADC. ‘Me gusta mucho la experiencia total de un espacio. No me interesa la arquitectura en el sentido histórico, pero simepre me ha parecido interesante trabajar con el espacio de exposición, qué significa, qué te da el espacio mismo. No me gusta esa construcción de la expo como una boutique. Me molesta mucho cuando la obra se usa para significar algo específico, como parte de un enunciado’, explica Amorales.
‘Son curadas por quien escribe el texto de sala, entonces todo tiene una función específica, necesita de piezas muy pequeñitas, muy simbólicas, que supuestamente son evidencias culturales de algo. De evidencia cultural el arte ya no tiene nada; es una cultura en sí misma. El arte ya es una cosa en sí misma, ya está muy pervertido. Me da la sensación de que se vuelven metadiscursos para iniciados del arte. Me gusta más la exposición como una cosa más amorfa, más riesgosa, más brutal, donde no quede claro, que no te vayan dictando. El arte es un espacio justo opuesto a la publicidad, a la propaganda. Si notas el sistema simbólico en el que estamos inmersos, todo te está diciendo algo. Todo te está dando un mensaje claro. En el arte, lo interesante es que puede no darte ese mensaje’, añade.
En Anti Tropicalia , hay cierta diferencia del trabajo previo de Amorales. Aún no sabe hacia dónde irá: “No solo uno cambia, sino que el mundo cambia. Es un poco tonto seguir aferrándote a una sola cosa”.
El 14 de noviembre, a las 4 p. m., Amorales, el curador Stefan Benchoam y el músico Joaquín Orellana cerrarán la exposición. El museo, en el Centro Nacional de Cultura, abre de martes a sábado, de 9 a. m. a 5 p. m. La entrada vale ¢1000 y ¢500, estudiantes. Los martes es gratis.