Este 25 de diciembre, como todas las Navidades desde 1843, el avaro Ebenezer Scrooge se levantará de un susto transformado en un hombre diferente: amable, solidario y generoso. Ese día, al actor Carlos Alvarado le corresponderá revivir en las tablas la entrañable travesía del viejo egoísta, escrita por Charles Dickens.
Es el segundo año en que se pone el ropaje del anciano. Junto al resto del elenco de Un cuento de Navidad , entregan una versión en el Teatro Espressivo de una novela que el mundo no se cansa de representar.
LEA MÁS: ‘Un cuento de Navidad’ estrena su temporada navideña
Lo único que Carlos tiene en común con el anciano refunfuñón es que, de cuando en cuando, tiene que trabajar durante las fiestas. Este actor que quiso dedicarse a volar aviones, pero optó por el teatro y ahora solo vuela con un simulador, nos habló de este papel, su trabajo en La isla de los hombres solos , lo que significa Camacho y su vida teatral.
Usted ha dicho que los personajes siempre le dejan algo. ¿Qué le ha aportado Ebenezer Scrooge?
Cuento de Navidad agarró más vigencia con todo lo que pasa en Occidente, con este materialismo. La avaricia, soberbia, ese materialismo me hacen pensar que en la época que Dickens escribió la obra y ahora pasa prácticamente lo mismo.
”La enseñanza es que el camino no es por allí (la avaria, acumular riqueza sin que importe nada ni nadie, la soberbia, la falta de solidaridad). La transformación que va teniendo Scrooge es lo más interesante, lo que más me deja”.
¿Cómo ha sentido la respuesta del público en estos dos años en que ha interpretado el papel?
Genial. El público ha sido maravilloso. Este año, especialmente, hay euforia con la obra; la gente sale muy contenta y aplaude mucho.
Darán función el domingo 25 de diciembre...
Sí, ya he tenido la experiencia dando función en fechas así. Será una función muy interesante. El 25 uno anda en otra frecuencia; es un día muy bonito. Yo me voy a regalar esto (ríe).
Ha vivido papeles contrastantes: pasó de hacer a un reo en La isla de los hombres solos al avaro protagonista de Cuento de Navidad . ¿Cómo trató este 2016?
Ha sido uno de los años más productivos. Estoy muy agradecido de que me hayan tomado en cuenta para los proyectos del Espressivo; hubo trabajos muy importantes.
”Fue muy bueno estar en un proyecto como La isla de los hombres solos : conocimos y trabajamos con el escritor del libro, hicimos varios viajes a San Lucas…, esto nos ayudó a abordar el personaje y hacer un trabajo interesante”.
MÁS INFORMACIÓN: ‘La isla de los hombres solos’ contrasta lo brutal y lo poético
¿ La isla de los hombres solos fue un proceso desgastante?
Físicamente fue muy fuerte. Los ensayos duraban cinco horas, incluso algunos eran 8 o 12 horas. Había que estar físicamente fuerte. Los presos debían ser fuertes, aunque parecieran débiles. Me encantó el fuerte proceso. Al principio hacía muecas; sin embargo, después de que uno calienta, ya lo disfruta.
Al ver atrás, ¿cuáles son las obras que le han dejado huella?
La dama de negro, con Mauricio Astorga, es una obra que disfruto mucho, es una montaña rusa para el actor; El viejo con alas me conmovió mucho y fue un trabajo muy bonito que recuerdo con mucho cariño; Puerto Limón; Las prestaciones, de Sergio Masís… Han sido tantos trabajos en estos 35 o 36 años en el teatro.
”No tengo problemas con cambiar. Quedarme en el pasado no es una opción, prefiero estar en el presente. Si uno se queda en el pasado sufre mucho”.
¿Por qué decidió cambiar el Derecho y la aviación por el teatro?
Estudié aviación. A finales de los años 70 tenía las horas, pero no tenía plata; en esa época, Lacsa exigía un mínimo de 600 horas, yo tenía 200 y me faltaban 400 para tener derecho a hacer examen de la compañía. Ya había raspado la olla; no pude seguir. Lo tomé como un 'estate quieto'.
”En 1982 entré en el Taller Nacional de Teatro (TNT). Estando allí, me sentía tan bien y se me fue pasando la ilusión de la aviación. No fue una decisión que pasó de pronto; se fue muriendo mi interés por la aviación porque empecé a ocuparme mucho en teatro. Aquel fue un proceso de tres o cuatro años; fue una transición natural.
“Ocasionalmente, voy a volar cuando me llaman los amigos. Ahora, tengo un simulador de aviación en la computadora y le estoy poniendo accesorios. Disfruto de los vuelos a Panamá, Colombia… Es un programa para quienes saben volar”.
¿Y cómo llegó al teatro?
El teatro no me pasaba por la cabeza. Mi familia conocía a Nico Baker y me lo presentaron como a los 10 años; entonces, yo solo sabía ‘que hacía cosas raras’. A los 22 años, yo le pregunté de qué se trataba lo que hacía.
”Por esa época se había hecho la película La insurrección , con Carlos Catania, Guido Sáenz, Vicky Montero y Óscar Castillo, y la fui a ver al cine. Me impresionó saber que había actores ticos y le pregunté a Nico: ‘¿Cómo se hace para ser actor?’ Me escribió en un papelito el nombre y el número de teléfono de Óscar Fessler, del Taller Nacional de Teatro; me dijo que fuera y le dijera que me interesaba la actuación. Pasó como un año, terminé con una novia, no podía volar porque no tenía plata y, estando tan deprimido, buscando en unas gavetas me encontré aquel papel.
”Fui, conocí a Luis Fernando Gómez (premiado actor nacional), quien me entrevistó . Hice un monólogo con el que me aceptaron en el TNT. Nunca había estado en un lugar que me gustaba tanto todo lo que se hacía y se conversaba. A partir de ese momento fue un proceso gradual. Y aquí estoy; esto es lo que me gusta y he tenido buenas oportunidades”.
¿Está satisfecho con las decisiones que tomó?
Claro, aunque por un momento me asusté. Incluso, estudié tres o cuatro años Derecho. Me gustaba lo que hacía, pero sentía que tenía que estudiar otra cosa; era como para quitarme las culpas, aunque nadie me estuvo presionando; fue extraño.
”Después decidí voy a dejar todo y dedicarme 100 % a esto. Y me fue bien; he tenido un montón de posibilidades y diversidad de trabajos: en eventos, radio, cine…
”Me siento privilegiado. Uno no se va a hacer rico con esto, pero sí vivo tranquilo. Me faltan dos años para pensionarme; sin embargo, jamás podría parar de trabajar hasta que me dé el cerebro”.
Desde el 2000, carga en los hombros a Camacho, personaje de La pensión… ¿Le cuesta que no lo encajonen en Camacho? ¿Qué ha significado ese papel?
Soy un actor de teatro que hace televisión. Camacho me ha abierto puertas: para otros trabajos en producciones audiovisuales y en algunos temas domésticos, claro, sin aprovecharse. Yo tengo un perfil muy bajo; soy muy teatral, muy para adentro.
”Tengo que agradecer mucho a los Castillo por esto. A Camacho lo he llegado a querer mucho. Al principio me caía mal por el machismo y esas cosas. Ya después entendí que es una caricatura. Ahora, ¡cómo lo disfruto! Podría hacerlo hasta morirme”.
¿Cómo ve el panorama actual del teatro costarricense?
Veo mucho movimiento, Más gente, más teatros, aunque a veces la calidad no es la mejor. Tal vez lo que siento a veces es que se puso light en ciertos asuntos.
”Hay dos panoramas. Por un lado, se encuentra una parte que trabaja bien, con buen contenido y es estéticamente interesante. Por otro, hay una proliferación, pero algunos son más light , importa más la forma y se privilegia lo visual y hay menos carnita; falta contenido e investigar más.
”Lo que no se puede negar es que hay más diversidad ahora: en salas, géneros y grupos”.
¿Qué lo ilusiona?
Me ilusiona seguir haciendo lo que hago hasta que me dé la memoria y poder viajar con mi esposa. Mi hija Carolina se casa pronto y mi ilusión es lo que sigue para ella. Quisiera llevarla más suave, pero eso digo hasta que me presentan proyectos importantes y me interesan porque tengo energía para hacerlos.