Hitchcock dijo que su cine no pretendía trascender. No importa si fue una declaración honesta o no pero, casi cuarenta años después de su muerte, nadie puede fruncir el ceño si alguien levanta la mano para decir que este gordito medio calvo es su cineasta preferido.
Cinearte Garbo, el club de los lunes a las 7 p. m. en la Sala Garbo, preparó un tributo para el maestro del suspense: proyectarán cuatro de sus más emblemáticos largometrajes, en un ciclo dirigido por el crítico Eduardo Loaiza. El costo de la entrada es de ¢2.000.
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Cada una de estas cintas da mucho más que una razón para hipnotizarse por su filmografía. Aún así, conviene destacar algunos de los motivos por los que vale la pena aprovechar esta pequeña retrospectiva.
La ventana indiscreta (7 de octubre). Sí, Hitchcock es uno de los grandes maestros del voyeurismo y lo demostró en múltiples ocasiones, pero en ninguna otra película propone un juego tan enrevesado que deja en claro cómo el ser humano lleva la curiosidad fuera de cualquier límite, convirtiendo una película que pudo ser romántica en manos de otro director pero que aquí toma carácter de suspense.
Vértigo (14 de octubre). Quien ve Vértigo nunca la olvida. En esta obra, Hitchcock explora la obsesión a más no poder y, en su coqueteo con cualquier recurso dramático, decide introducir el elemento sorpresa de la historia a mitad de metraje, ofreciendo una segunda intensa mitad cargada de imágenes surrealistas que, por más cliché que suene, parecen adelantadas a su época (1958).
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Psicosis (21 de octubre). Posiblemente la cinta más famosa de Hitchcock hizo que un cuchillo y una bañera se convirtieran en uno de los leitmotiv de mayor relieve para la historia del cine. Hitchcock intenta despistar al espectador y, poco a poco, pasa de su usual suspense a un terror inaudito que no se saca fácil de la cabeza de la audiencia.
Los pájaros (28 de octubre). Unos pájaros atacan a un pueblo repentinamente y eso le basta y sobra a Hitchcock para ofrecer un terror parido desde la cotidianidad. Con escenas que sugieren la pregunta si los pájaros o humanos se encuentran enjaulados, Hitchcock parte desde lo que parece una comedia romántica hasta un terror digno de arrastrar las uñas sobre la butaca.