Alba Cardalda es una psicóloga española a la que su exitosa incursión en redes sociales, en plena pandemia, la volvió foco de interés de una casa editorial. Así sucedió que, luego de 10 años de dar terapia psicológica, de pronto se vio como dueña y señora de un best seller internacional: Cómo mandar a la mierda de forma educada.
Este libro, que se publicó en 2023, se vendió como pan caliente en medio mundo, incluyendo Costa Rica. El texto de sugestivo título cayó como anillo al dedo a los tiempos que corren, en los que la pandemia agudizó la soledad, nos dejó más torpes en las relaciones interpersonales y con la ansiedad disparada.
Cardalda conversó con La Nación sobre su perspectiva de las problemáticas de salud mental, la reciente apertura generacional de conversar sobre las emociones y cómo todo esto impactó en el enorme éxito de su libro.
“Tiene un título como muy agresivo, pero realmente el contenido no lo es. Habla desde una perspectiva mucho más respetuosa, hace apología a la asertividad. Pero si a medida que vas avanzando llegas a un punto donde todas las herramientas que te da no acaban de hacer efecto con esa persona y sigue traspasando límites o faltando el respeto, entonces ahí sí que hace referencia más al título”, comentó.
La española llegó a Costa Rica la tarde del 7 de mayo. El motivo principal fue brindar un conversatorio gratuito y firma de libros, este jueves en Multiplaza Escazú, en el marco del 30 aniversario de la Librería Internacional. Además, presentó su segunda publicación Cómo dejar de ser tu peor enemigo.
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Ambos libros de Alba Cardalda están a la venta en las sucursales de la Librería Internacional.
—Si tuviera que diagnosticar a las generaciones actuales, ¿qué vacíos o conflictos presentan para que haya tanta demanda de un libro sobre asertividad?
—De pequeños no nos enseñaron a identificar nuestras emociones, a expresarlas, a poder hablar con más asertividad a otras personas, a marcar límites. Entonces, creo que a la mayoría de las generaciones que estamos vivas, no nos educaron para tolerar y abrazar también esas emociones y hacer algo para poderlas gestionar.
“Las generaciones que nacieron a partir del 2000 sí que han tenido más contacto con la educación emocional y con el crecimiento personal. Ahí está habiendo un cambio de percepción y de paradigma, incluso”.
—¿Que las nuevas generaciones prioricen la salud mental en la discusión pública, especialmente en redes sociales, podría ser un arma de doble filo?
—Estas generaciones han nacido con la oportunidad de tener más conciencia de lo que es la salud mental y el autocuidado, y paralelamente parece que estamos a punto también de cargárnoslo por todo el daño que también están haciendo las redes sociales. Abunda el sobrediagnóstico, autodiagnóstico, tanto ruido entre voces que realmente son profesionales, pero a veces ese ruido no permite que se escuchen.
“Nos hemos pasado de la raya y llegamos a ese punto en el que la salud mental tomó fuerza e importancia, pero no se está gestionando bien. Creo que se nos está yendo de las manos y la sobreinformación —o la intoxicación de información— está haciendo mucho daño. Ojalá lo podamos parar a tiempo".
—Además de la asertividad, ¿cree que la gente podría estar buscando en el libro una manera de gestionar su malestar con autoridades a las que no puede simplemente ‘mandar a la mierda’?
—Es de las de las situaciones más difíciles a la hora de establecer límites. Por ejemplo, en el ámbito laboral hay una jerarquía, uno tiene un jefe y dependiendo de cómo se establezca esa conversación puede llegar a tener consecuencias muy negativas. Nadie quiere perder su trabajo.
“Al momento de tener que hablar con alguien que es una figura de autoridad, ya sea jefe, mamá, papá, policía o profesor, sirven mucho algunas estrategias que explico en el libro para poder entender el mapa mental de la otra persona”.
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-¿Podría dar algún ejemplo práctico?
-Por ejemplo, con la mamá. Normalmente, cuando hace algo que nos molesta no es porque nos quiera hacer daño, sino porque es su forma de expresar su amor; pero muchas veces se pasa de esa línea y nos sentimos controlados.
“Entonces, es mucho más efectivo que le digamos: ‘mamá, sé que me amas con locura y que todo lo haces por mi bien, porque quieres protegerme y te lo agradezco muchísimo. Pero necesito que me dejes más espacio o que incluso me permitas equivocarme si me tengo que equivocar, porque soy adulta y necesito también crear mi propio camino, encontrar mis propios baches y aprender de mis errores’”.
-Es muy retador dar una respuesta así, porque requiere reflexión, y con la cabeza caliente sale más fácil una grosería...
-Sí, ese es otro de los aspectos que explico en el libro. La importancia de saber encontrar el momento para hablar y para evitar mandar a la mierda. Tenemos algunas emociones que son realmente explosivas, como por ejemplo el enojo o la rabia. Hay que tomar el autoconocimiento que tenemos y podemos darnos la instrucción a nosotros mismos de: ‘Esto me tiene muy enfadado, ahora mismo mandaría la mierda a todo el mundo, pero yo sé que eso luego me va a traer consecuencias’.
“Entonces, paro, respiro, me autorregulo, pienso, incluso expreso primero esa rabia escribiendo o con una amiga. Empezamos ahí a putear, como decimos”.
-A veces es un poco tabú, pero a nivel emocional, ¿qué importancia tiene ‘putear’?
-Hay un ejercicio muy efectivo que hago con mis pacientes, que es como “la carta de putear” sin ningún tipo de filtro, para después poder expresar eso de una forma más calmada. Entonces sí, es importantísimo que nos demos el permiso para poder sacar lo que necesitamos sacar, sin ponerle ningún tipo de filtro para después, ya sí reelaborarlo y ponerle ya ese filtro y transmitirlo a la otra persona sin tener que arrepentirnos.
-¿Cuál es su ‘puteada’ favorita?
-No la puedo decir aquí (risas) porque es muy malsonante. Pero, bueno, nosotros en España nos cagamos mucho en todo. Entonces, yo me cago en todo, me cago en esto, me cago en lo otro. Es bien ordinario, sí. Siempre estamos con eso en la boca y también con muchas palabrotas.