En Silicon Valley, tierra de la fantasía de los robots y los coches sin chofer, una creencia muy arraigada lo motiva todo: si lo construyes, los usuarios van a venir.
Si los ingenieros pueden construir algo, lo hacen. No viene al caso si deberían hacerlo. La gente se adaptará finalmente, creen los ingenieros, tal como siempre lo hace.
Y sí se adapta, la mayor parte del tiempo. Esa sensación de inseguridad que a menudo acompaña a nuestra primera experiencia con una tecnología nueva, se aquieta pronto y quedamos convencidos. Cierto, los teléfonos inteligentes nos rastrean a donde vayamos, pero ¿a quién le apura eso cuando son tan geniales y útiles?
Es una forma de entender por qué hemos compartido tan libremente cantidades de información personal con grandes compañías de tecnología; así como la silenciosa reacción pública ahora que sabemos más sobre cómo el Gobierno puede espiar nuestros datos.
“Adaptarse a una tecnología nueva es como un romance”, dijo Ellen Ullman, ingeniera informática, que escribe sobre el elemento humano de la computación.
“Aparatos, aplicaciones y herramientas nos seducen y desvanecen cualquier duda o temor”, añadió.
“Es una confianza ingenua en el entorno digital. La gente confía en ella porque, uno, es divertida y dos, es conveniente. Sin embargo, no podemos depender de quienes hacen las tecnologías para que piensen en implicaciones morales y de privacidad”, indicó Ullman.
“No están motivados para decir: ‘¿Qué significa eso para la sociedad?’ Les dejan ese trabajo a otros. Y, en este momento, las normas sociales están rezagadas para lidiar con el ritmo de los cambios tecnológicos”, añadió.
Por ejemplo, Google Now . Es lo más visible en un conjunto de aplicaciones que están surgiendo que realizan búsquedas predictivas, o envían información que piensan que usted necesita, aún antes de que la solicite.
Se da con frecuencia una reacción visceral negativa ante esas aplicaciones entre los usuarios cotidianos. Dan demasiada información a anunciantes o al Gobierno, temen las personas, y eliminan la imprevisibilidad de la existencia humana.
Sin embargo, Amit Singhal, vicepresidente senior para búsquedas de Google, pronosticó que al final nos vamos a adaptar.
“Si está ahí con usted todo el tiempo, se sentirá a gusto”, dijo. “Nuestro objetivo es construir esa tecnología porque, adivine, no existe. Solo estamos armando un sueño, y, claramente, el usuario tendrá que sentirse cómodo con ella”.
Quizá la solución no es imaginar una tecnología sin restricciones sociales, sino participar totalmente en todas sus turbias implicaciones humanas.