Banderas de Pocosol. “La paz y la tranquilidad en Banderas, lastimosamente nos la robó el asesinato de Samuelito. Tengo seis años de estar acá y nosotros caminábamos a las 10 de la noche. Ahora no. Estamos con temor... impactados”.
Así describió Sonia Vega Calderón, directora de la Escuela de Banderas, el ambiente que se vive en esta comunidad del distrito de Pocosol, San Carlos, donde el viernes 3 de junio, cuando dos hermanos de apellidos Solís Carmona, presuntamente asesinaron a Samuel Orozco Devis, de 12 años.
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Al menor le amarraron un mecate al cuello. Lo arrastraron 600 metros con una moto y luego lo terminaron de estrangular en una plantación de teca.
“¿Cómo es posible que a Samuelito le hayan hecho eso? Ni a él ni a nadie. ¿Cómo es posible que reclaman por los derechos de una persona que está en la cárcel, y los derechos de los chiquitos que están aquí nadie los defiende? “Cómo agarran a un niño, ¡Dios mío! ¿Por qué no agarran a un adulto de su altura y se agarran con él? ¡No a ese chiquito!”, exclamó Vega.
Sobre el ahora fallecido, la educadora contó: “Era un niño tranquilo, de esos a los que les encantaba el fútbol. Esa era su pasión. Era mejor quitarle la comida que impedirle que jugara fútbol. Cuando salíamos, siempre iba apegado a uno. Ese apego de que lo ven a uno como a una mamá (...). Uno se pregunta por qué le hicieron eso. ¿Por qué, si era un niño especial? Ahora que nadie ocupa su lugar en el aula, prefiero pensar que el chiquito no vino a la escuela”.
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Otras secuelas. Banderas es un apacible caserío ubicado a 15 kilómetros en línea recta de la frontera con Nicaragua. En sus llanuras abundan las fincas ganaderas, las piñeras y los terrenos de explotación maderera.
Pero, en criterio de la directora de la escuela, ahora esta localidad es tierra de nadie.
“Necesitamos un puesto fijo de la Fuerza Pública. El día que yo vea a la policía pasando de aquí para allá, creo que todos nos vamos a sentir más seguros. Aquí hay dos horarios, unos salen a las 12:30 p. m., y otros, a las 4:30 p. m.
”Los (escolares) caminan tres kilómetros y van llegando (a sus casas) a las 5:30 p. m. Ahora no los dejamos ir solos. Les estoy pidiendo a los papás que me firmen una boleta que diga quién se lleva al chiquito. Esta situación nos llevó a tomar medidas.
Y sin ocultar su angustia de estos días, comenta: “Lamentablemente, nos dejaron solos. Ni el Ministerio (de Educación) ni la Policía han venido a decirnos qué podemos hacer”.
