César Marchena llegó agitado la tarde de este jueves a la avenida 3, acompañado por sus hijos. Juntos, apoyados en una barrera, observaron a los agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) retirando los cuerpos de las personas fallecidas en el incendio ocurrido en el Hotel Oriental, cerca del Mercado Borbón.
Los ojos de una de sus hijas se llenaron de lágrimas; apenas una semana antes había hablado con su abuela.
Marchena presume que su madre, una mujer de apellido Mejía, de 68 años, es una de las cinco víctimas del siniestro que destruyó por completo la tercera planta del edificio, la madrugada de este jueves.
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“Me informaron hace como dos horas que mi hija logró observar que ella había ingresado al edificio con su pareja (...) Estas son horas que no sabemos si ella está entre los fallecidos o logró salir. Nada”, lamentó.
Las sospechas lo inundan, pues a su madre siempre se le veía en las cercanías del Banco Nacional, en el casco central, y esta mañana, pese a que la buscaron por varias horas, no dieron con su paradero.
“Estamos a la espera a ver qué pasa”, dijo.
Marchena reconoció a este medio que su madre estaba en condición de calle y que varias veces rechazó recibir ayuda por parte de sus familiares. “Le rogamos que la internáramos y ella no quiso”, afirmó.
La mujer, dice, dormía en los aposentos del hotel consumido por las llamas cuando tenía algo de dinero y, cuando no era así, pasaba la noche en la calle.
Los cuerpos de las personas fallecidas fueron hallados en la parte trasera de la tercera planta, el único piso de la estructura consumido por las llamas.
Salida limitada
Este martes, algunos inquilinos de la cuartería afirmaron a este medio que el estruendo de una explosión los despertó en la madrugada y que, a partir de ese momento, pasaron pocos minutos antes de que las llamas consumieran toda la tercera planta del edificio.
Jonathan Madrigal vivía en el tercer piso, en uno de los aposentos más cercanos a la salida. “Nos quedamos en la calle hoy”, manifestó consternado a este medio.
Entre 25 y 30 personas dormían a diario en los cuartos de este establecimiento. Pagaban 5,000 colones por tener un lugar donde descansar, al menos por 24 horas.
Las alternativas para abandonar el edificio eran limitadas. El picaporte de una puerta que llevaba a unas escaleras de metal estaba sellado con alambres, y la única salida del inmueble era el pasillo de ingreso, estrecho y oscuro, con gradas de concreto.
Las autoridades judiciales investigan las causas del mortal incendio.
