Un hombre condenado a 39 años de prisión por delitos sexuales en perjuicio de su hijastra y su sobrina política, ambas menores de edad, le dijo a esta última que “usted no tiene que hablar, porque a usted nadie le va a creer”.
Así lo acreditó el Tribunal Penal de Goicoechea, al emitir la sentencia el 23 de enero pasado por los hechos ocurridos entre el 2006 y el 2008, cuando las víctimas tenían entre 6 y 10 años.

Las ofendidas denunciaron las agresiones sexuales en el 2016, momento en que se abrió la causa número 16-001195-175-PE que culminó con la condena de 74 años de cárcel por tres delitos de violación calificada y siete delitos de abuso sexual. La pena, por las reglas del concurso material, fue readecuada a 39 años.
Según se demostró en el juicio, el hombre, cuya identidad no trascendió, se metió varias veces al cuarto de sus víctimas cuando estaban durmiendo y cometía los crímenes.
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En el caso de la hijastra, el Tribunal indicó en la sentencia 135-2024 que “el encartado la doblegó a un círculo vicioso en que los abusos sexuales y la dominación hacían decrecer, hasta el punto de anular, su capacidad de oponer resistencia, o de revelar a terceros los vejámenes”.
Se indicó que los actos se cometieron cuando la niña estaba sometida a un entorno intimidante, en condiciones de absoluta desventaja y desprotección.
En su testimonio ante los jueces, la ofendida, de 24 años al momento de la declaración, relató que cuando ocurrió el primer abuso ella tenía 6 años: “quería pedir ayuda, me sentía congelada, no me podía mover, se acabó el abuso y se fue, yo me daba la vuelta y me hacía un puñito hacia la pared”.
Sin especificar a qué edad, aseguró que explicó su caso en el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) y que, en respuesta, la institución le asignó un psicólogo y le puso una medida de cuido a nombre de una prima de su mamá, con quien debía quedarse hasta cumplir los 18 años.
Una de las razones por las que se fue de su casa es que desde que denunció, su mamá se alejó de su vida. “Ella me dio la espalda, no me apoyó, no me escuchó, tanto mis abuelos como tíos y otros primos, la familia por parte de mi mamá nos dieron la espalda a mi prima y a mí; nos llamaron locas y mentirosas”, manifestó.
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Las repercusiones emocionales le afectaron en el trabajo y en su vida sexual. Cuando alguien le toca el hombro desde la espalda, reacciona defensivamente. Según se detalló en la sentencia, lamentó entre lágrimas que su mamá fuera al juicio a defender a su agresor.
La sobrina política, por su parte, contó al Tribunal que se hacía la dormida mientras el hombre abusaba de ella.
Ansiedad y depresión
Relató que cuando tenía 10 años, cerca de dos años después de que empezaron las agresiones, intentó hablar del asunto con sus familiares, pero nadie le creía. Sufrió problemas de autoestima durante sus años en la escuela y colegio, sentía miedo de que los hombres se le acercaran y de quedar sola en los baños.
“Me generó mucha ansiedad, depresión, yo también sufrí un intento de suicidio, sentía que a mí nadie me quería, la familia me juzgaba, que yo era una mentirosa, inventaba la historia para hacer daño, me llevó a tener pensamientos muy oscuros”.
También enfrentó ataques de pánico y dificultad para dormir, pues cada mínimo ruido la alteraba y tenía sentimientos de culpa, porque creía que no había hecho nada para detener los abusos. A los 20 años estuvo tres días internada en el Hospital Nacional Psiquiátrico.
Luego de presentar la denuncia, afirmó que su familia dejó de reunirse en Navidades y cumpleaños, fragmentados entre los que le creían y los que no. Abuelos y tíos decían que ella mentía. “En diciembre del año pasado sufrí por no tener a mi familia conmigo, no es justo que yo y mi prima pasemos por estas situaciones por el daño de un tercero”, lamentó ante el Tribunal.
Ella comentó sobre la ocasión en que pidió un Uber y el conductor resultó ser su tío político. Contó que sintió angustia y pánico, pero decidió no bajarse del carro, sino que cambió el destino hacia un lugar más cercano y se bajó allí.
En buena parte de su testimonio, el imputado detalló las complicadas relaciones familiares que, según él, pusieron a algunos familiares de su pareja en contra suya porque era el preferido de su suegro.
“Yo estoy pagando los platos rotos de esta guerra familiar”, afirmó, antes de señalar: “Esto es injusto, yo no lo merezco, Dios sabe que esto no sucedió. Me duele ver sufrir a mi familia. Dios tiene un propósito, sobre todo esto para mí”.
La defensa del hombre alegó que, en un dictamen psicológico forense, se describe a la sobrina del sujeto como una persona manipuladora y controladora. No obstante, los jueces rechazaron esta tesis, pues esa no fue la conclusión de la pericia, sino que fue una forma en que la ofendida se describió a sí misma.
Descripciones ‘detalladas, espontáneas, convincentes y coherentes’
Finalmente, el Tribunal reconstruyó los hechos con base en testimonios de seis testigos, incluyendo ambas víctimas, y consideró que las descripciones de los delitos fueron detalladas, espontáneas, convincentes y coherentes.
Sobre el relato de la hijastra, los jueces aseguraron que fue un testimonio creíble, pues describió con una “precisión asombrosa” los hechos cometidos en su perjuicio.
“Sabemos la gran dificultad por la que atraviesa una víctima de abuso sexual para lograr revelar lo sucedido, relatar el ultraje a la integridad sexual es el aspecto más íntimo del ser humano, del niño o de la niña”, explicó el Tribunal.
“Decirlo es sumamente difícil, mucho más ante el temor que se hace realidad de no ser creído por una de las personas que más importan en la vida, la persona que nos trajo al mundo, sí, la mamá, cumpliéndose la advertencia fatal por parte del agresor de que no se le iba a creer”, expusieron los jueces.