La noche del miércoles 21 de junio, José Gerardo Argüello Villegas, de 27 años, viajaba hacia Heredia a cumplir con la última tarea de su jornada laboral: entregar un paquete a uno de los clientes de la empresa de impresoras para la cual labora desde hace seis años.
Por causas que aún se desconocen, el automóvil que conducía quedó sin control justo cuando se acercaba al puente conocido como "la platina" –hoy, Alfredo González Flores–, en el sentido San José-Alajuela.
Argüello quedó con su automóvil, marca Hyundai, al fondo de un guindo de 35 metros de profundidad, muy cerca del caudal del río Virilla.
El joven sobrevivió milagrosamente al aparatoso percance y hoy, dos meses después de aquella caída al vacío, lucha por recuperarse en el Hospital del Trauma.
Nadie se explica cómo sobrevivió, pues su carro dio varias vueltas en el aire antes de quedar con las llantas para arriba, completamente destrozado.
Las tareas de rescate fueron transmitidas en vivo por los principales noticieros del país, cuyos periodistas no podían dar crédito a lo que sus ojos veían: los cuerpos de socorro lograron extraer con vida a José Gerardo 35 minutos después del accidente.
Las ambulancias le abrieron paso hacia el Hospital México, donde permaneció internado los primeros nueve días.
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Rompiendo pronósticos
En estos dos meses, este vecino del centro de Heredia superó todos los pronósticos.
Su familia pasó de contar las horas para ver si lograba sobrevivir, a esperar pacientemente que recupere movimientos y funciones corporales.
Isamar Molina Sirias, su esposa, contó brevemente ayer, vía telefónica, que él ya logra mover las manos. Primero lo logró con la derecha; ahora con la izquierda.
También, relató Isamar, respira por su propia cuenta, habla, logra comer con ayuda, y empezó a reconocer a varias personas; entre ellas, a su mamá, a varios compañeros de trabajo, y, por supuesto, a su esposa y a su hijo de siete años, Josué.
Isamar permanece a la cabecera de su cama, en la Unidad de Cuidado Intensivo (UCI) del Hospital del Trauma, todos los días desde que llegó a ese centro de salud.
Dos semanas antes del percance, ella había renunciado a su trabajo porque entre sus sueños estaba iniciar un proyecto propio en casa, y dedicar más tiempo a Josué. Los planes hoy son totalmente otros.
Su jornada junto a él comienza a las 5:30 a. m., y se extiende hasta las 4 p. m., cuando sale hacia Heredia a cuidar de su pequeño, quien está en primero de escuela.
Tienen dos años de casados, aunque vivieron en unión libre durante siete.
Cada día, cuenta, es un pequeño milagro para ellos. Reconoce, sin embargo, que la vida se ha complicado pues, además, José Gerardo era el proveedor de la familia.
Por el momento, lo importante es que responda a las terapias: le dan rehabilitación física, terapia ocupacional y terapia del lenguaje.
"Ha sido muy duro. La vida familiar ha cambiado mucho desde el accidente. Por dicha, cuento con el apoyo de mi mamá", manifestó Molina.
Las lesiones se concentran en las cervicales, contó.
"Los médicos han sido muy prudentes, pero están optimismas. No sabemos qué pasará con él. Todo depende de los resultados de las terapias.
"¿Cuándo lo tendremos en casa? No sabemos. Aquí (en el hospital) todavía pasará mucho tiempo", comentó.
Isamar trata de vivir un día a la vez.