La pesadilla para los familiares de Julieta Fernández Calderón empezó hace un año, cuando dejaron de tener noticias de la señora de 67 años y empezaron a recibir mensajes que levantaron sospechas de que algo no andaba bien.
Luego de nueve días de angustia, los restos de Julieta aparecieron el 14 de junio del 2024 en una finca muy cercana al sitio donde vivió los últimos años, en el Jardín de Dota, tras acogerse a su pensión, después de 20 años de laborar en el Ministerio de Seguridad Pública.
El sospechoso del femicidio es un hombre de apellidos Martínez Fallas, de 27 años, vecino de la misma comunidad, con antecedentes policiales y descrito por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) como una “persona bastante violenta”.
La angustia de los allegados de Julieta revivió en los últimos días, pues el año de prisión preventiva que descuenta Martínez vencerá el próximo 13 de junio y la familia de la mujer desconoce si se la van a extender o quedará en libertad.
Un familiar cercano a la víctima conversó con La Nación de forma anónima y relató cómo se enteraron de que algo ocurrió con Julieta y cómo ha sido este año para todo el núcleo, incluidos los papás de avanzada edad, quienes enfrentan algunas enfermedades.
“Nosotros siempre hemos sido de San José, ella (Julieta) se pensionó hace casi tres años y quería ir a vivir a la zona de Los Santos, una zona alejada de la ciudad, vivir con paz y tranquilidad”, contó su familiar.
“Alquilaba la casa allá en el Jardín y venía a San José una vez al mes para cuidar a los papás de 94 y 88 años. Entre las cinco hermanas se repartían el tiempo de cuido de los padres. Del lunes 27 de mayo al 31 de mayo (del 2024) estuvo con ellos y el sábado 1.° de junio se fue para el pueblo, el viernes (anterior) fue el último día que yo la vi", relató.
El día que ella regresó a Dota, no avisó que había llegado bien, pero para su familia era normal, pues la reconocían como una mujer independiente, que “no era de andar dando explicaciones”. Tampoco solía informar adónde iba, o con quién salía.
A partir del lunes 3 de junio, sus mensajes empezaron a cambiar. Por ejemplo, decía de repente que iba para la playa con un amigo que conoció, un destino inusual para ella.
Los mensajes tenían faltas de ortografía y palabras que ella no utilizaba, situación que se mantuvo hasta el 7 de junio.
Lo que encendió de forma definitiva las alarmas fue el envío de una imagen de ella golpeada, con un ojo morado, diciendo que se había golpeado y que el doctor la mandó a reposar porque no podía levantarse de la cama.
Una de las hermanas de Julieta estaba en contacto con los vecinos del barrio donde ella vivía, y le dijeron que un muchacho andaba en el carro de ella, lo que los motivó a finalmente llamar a la Policía.
El lunes 10 de junio los oficiales entraron a la casa de ella, pero no había nadie. Ni ella, ni sus mascotas (un perro y un gato), ni el carro, un Suzuki Baleno GLX gris del año 2020. El martes en la mañana, les llegó un mensaje desde el número de Julieta, que decía que “no podía creer que habían mandado a la Policía, que un muchacho le estaba cuidando la casa y que a él le había vendido el carro”.
“Que por qué la Policía había llegado, que qué vergüenza y que no la iban a volver a ver nunca más, ese fue el último mensaje que recibimos”, relató su familiar.
De inmediato, la llamaron pero no les contestó, entonces fueron al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) a presentar la denuncia por desaparición.
Los agentes se movieron a la localidad a entrevistar personas y a revisar la vivienda. La encontraron totalmente saqueada. Ese mismo día se localizaron las dos mascotas, objetos y ropa de Julieta en la casa de un familiar de Martínez Fallas. Otras de sus posesiones, como su refrigerador, nunca fueron encontradas.
El fatídico hallazgo
El jueves apareció el carro de Julieta, abandonado en Dominical de Osa, Puntarenas, y el viernes los agentes judiciales encontraron los restos de la señora en una finca frecuentada por Martínez Fallas, quien trabajaba en la propiedad como peón. El hombre fue detenido el jueves 13 de junio en Pérez Zeledón.


Según los médicos forenses, ella fue asesinada, desmembrada, quemada y enterrada.
Mientras estuvo desaparecida, sus hermanos privaron a los papás de Julieta de ver televisión para que no se enteraran. Cuando apareció el cuerpo, una hermana de Julieta decidió contarles que la habían asesinado.
Desde entonces, la familia no solo ha enfrentado el duelo y la marca psicológica de un evento traumático, sino también dificultades económicas para costear los trámites que surgen cuando alguien fallece y los gastos legales de la querella que van a presentar.
“La mamá sufre por su ausencia y hay días que despierta llorando y triste por Julietita como ella le decía, el papá es más fuerte, no expresa su dolor, pero cuando la recuerda se le da mucho, una de las hermanas tuvo que recibir atención psicológica, el hijo estaba llevando un curso en su trabajo para un ascenso y lo perdió porque fue cuando toda la tragedia pasó”, relató.
Los rumores de que Julieta mantenía una relación con Martínez siempre les parecieron inverosímiles a su familia, pues a ella no le gustaba hombres tan jóvenes con él.
Lo que averiguaron es que 15 días antes de que ella visitara San José por última vez, estuvo en la pulpería del pueblo, donde ya era bien conocida por cortar pelo. Allí, Martínez le habría preguntado si le podía cortar el cabello, ella accedió e intercambiaron números para ponerse de acuerdo.
“Si tuvieron una relación o no, la gente que la conoce creería que no”, afirmó su allegado.
Al estar cerca el final de la prisión preventiva de Martínez, la familia muestra temor ante la posibilidad de que el hombre salga libre. Ante consulta de La Nación, el Ministerio Público confirmó que solicitará una prórroga de la prisión preventiva.
La ocasión también les enciende de nuevo el dolor y los recuerdos de Julieta, quien siempre será recordada como una mujer empoderada, libre y determinada.
“Quedó viuda hace muchos años y al quedarse sola con su único hijo, sin casa y sin dinero, prácticamente en la calle, la contratan en el Ministerio de Seguridad, así salió adelante, se hizo de su casa, carro y le da estudios a su hijo, y ahora que estaba pensionada pensaba comprar algún día la casita que estaba alquilando en el Jardín”.
“Aún después de pensionada tenía muchos planes de vida. Era una persona que aportaba mucho a la sociedad, por ejemplo, le hacía mandados a la gente mayor con su auto, cortaba y limpiaba jardines y le pagaban por eso. Gozaba de mucha salud, era demasiado alegre, desprendida de las cosas materiales, ella se daba a la gente, tenía su carácter y fue una gran madre”, recordó su ser querido.
