El que anda en malos pasos debería consultar urgentemente a un podólogo. El tema de los pies no se puede tomar a la ligera, ya que una sencilla pero insistente molestia en la planta del pie, podría significar un grave padecimiento que no se ha atendido a tiempo.
Tal vez la piel puede ponerse rojiza, escamarse y hasta agrietarse. Cada uno de estos síntomas puede sugerir la presencia de yuyos, los cuales se presentan en diferentes estados, dependiendo del tiempo que lleve el hongo de estar presente entre un dedo y otro.
El popular sufrimiento, científicamente conocido como micosis interdigital, se produce por los dermatofitos, que se alimentan de los tejidos de la piel en condiciones de humedad.
“Es muy común que todos durante nuestra vida tengamos por lo menos un yuyo, especialmente cuando vivimos en un país tropical, donde además de la humedad, llevamos eternamente zapatos y medias, lo cual genera un hábitat propicio para la aparición de hongos”, explica la podóloga Vanesa Wejcman .
“Es como el resfrío de los pies”, agrega la especialista en pies, para explicar la frecuencia con la que se presentan los yuyos, que principalmente ocurren por la falta de una cultura de buen secado de pies.
No importa cuán higiénica sea una persona, si no hay buen secado, los hongos aparecerán en cualquier momento. Sin embargo, hay varias recomendaciones que pueden acatarse para impedir su nacimiento, y lo mejor de todo es que ninguna de estas implica mayor complicación.
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La instrucción básica –y quizás la más fácil– es permitir la ventilación de los pies cada vez que sea posible, es decir quitarse las medias y utilizar sandalias, ya que la entrada de aire reducirá la humedad en la zona.
En la época lluviosa, es imperativo quitarse las medias y zapatos cuando estén mojados y, de ser posible, utilizar una secadora de cabello para eliminar cualquier rastro de agua.
El uso constante de un talco pédico especializado también favorece el secado de los pies y además evita el mal olor.
Por último, intercambiar medias y zapatos es una muy mala idea, lo mismo que desprotegerse los pies en duchas públicas, donde es posible el contagio de hongos.
Altas temperaturas
Las ampollas son otro padecimiento común en la piel de los pies pero nada tienen que ver con los hongos.
En este caso, se trata de una reacción ante el calor que se genera por la fricción continua. La piel se llena de líquido cuando hay un exceso de temperatura, lo que sucede a menudo, tras una actividad de mucho movimiento de los pies durante un período largo.
Hay varias formas de evitar las ampollas: Wejcman recomienda aplicarse vaselina en todo el pie para permitir el deslizamiento y la lubricación, además de utilizar “curitas” en las zonas de mayor riesgo.
“Si alguien padece mucho de ampollas, hay que revisar los zapatos que está usando, y cuando tiene una, es mejor aplicarse una crema con antibiótico antes que tocar la zona afectada, lo que podría desencadenar una infección. Poco a poco, el agua va a disminuir hasta secarse”, explica.
Por más tentador que sea, es recomendable no remover la piel sobrante de la ampolla, ya que esto dejaría descubierta la siguiente capa de piel.
Cuando las ampollas suceden recurrentemente en el mismo lugar pueden derivar en un callo, lo que equivale a un engrosamiento de la capa más superficial de la piel. Surgen especialmente cuando los zapatos lastiman en un mismo lugar.
“La piel se acumula, formando un escudo porque se encuentra agredida. Por eso se hace en las zonas donde hay más roce y presión continua”.
También ocurren por algún problema con la forma del pie, como con los juanetes y los llamados “dedos martillo”, que generan un roce en la parte delantera del zapato.
En casos leves, es posible limar o pulir la callosidad, pero no cortar la piel sobrante.
Los callos comienzan solo como una defensa, pero si no se cuidan, pueden generar también una presión extra en el pie que podría causar inflamación y dolor adicional.
Uno de los casos más graves de callos es el del “callo de clavo”, en el que se forma un hueco en la piel que va rompiendo las capas internas del tejido y puede llegar a producir una úlcera neuropática (también llamada mal perforante plantar), luego de una inflamación e infección.
Tres tipos de pacientes tienen más riesgos de complicaciones: quienes padecen artritis rematoidea, los pacientes diabéticos y quienes sufran de algún trastorno circulatorio severo. En estos casos, hay menor sensibilidad a las heridas y, por ende, más dificultad para notar la presencia de una herida profunda o una úlcera.
No está de más recordar que es necesario recibir atención profesional temprana para curar y detener cualquier herida.