Una placa herrumbrada al pie de un árbol es el único indicio de que por isla Uvita pasaron carabelas españolas, y la única prueba material de que, entre los arrecifes, a un kilómetro del puerto de Limón, se guarda el pasado remoto de Costa Rica.
La lista de promesas sin cumplir se engrosa con proyectos que prometen rescatar del olvido a la isla. Mientras tanto, es casi desconocido su pasado lejano como isla de enfermos. Más se sabe de su pasado cercano como escala para piratas de la droga y de su presente como destino de modestos paseos turísticos.
Esta isla de menos de un kilómetro cuadrado fue la primera ventana a Costa Rica. Su abandono no nos habla de riquezas, más bien de ironías.
La historia
En las cartas que escribió Colón en su cuarto viaje se relata la historia escrita el 25 de setiembre de 1502, cuando sus embarcaciones bordearon Quiribirí, una isleta cercana al pueblo conocido en tierra como Cariay. Colón se paseó por aguas costarricenses y, vista por los ojos del almirante, la isla se proyectó como una huerta frondosa y un paraíso natural.
Varios siglos después, Cariay se convertiría en Cieneguita de Limón, y Quiribirí pasaría a ser Uvita.
De inicios del siglo XIX nos llega otra noticia de esta tierra llena de pasado, pero con pocos recuerdos. La isla fue lugar de exilio de quienes padecían enfermedades contagiosas en el país.
Delroy Barton, divulgador cultural de Limón, cuenta que las primeras referencias hablaban de un sitio de refugio para marinos en cuarentena. Con la llegada de la lepra al país, la isla se convirtió en un hospital leprosario.
Hoy, un rótulo con letras amarillas ubica a los visitantes cuando llegan a un sitio conocido como el “Mirador los leprosos”. Barton señala que el lugar fue utilizado en aquellas épocas para bañar con agua salada a los enfermos. Ahora, el rótulo se ha vuelto una parada obligatoria en el tour que hacen los locales dedicados al turismo.
Las leyendas sobre el sitio aún no están escritas en ningún libro. Según Barton, son las estructuras abandonadas las encargadas de reconstruir el pasado de la isla. Una de ellas es la base de un faro desmantelado en donde hace años no se ve la luz.
Riqueza en abandono
Wálter Fallas conoce Uvita desde hace más de 40 años y los últimos 15 los ha dedicado a ser botero en Limón. La historia de la isla la aprendió gracias a los años que ha dedicado a improvisar recorridos para entretener turistas.
Sin embargo, para don Walter los viajes se han vuelto un negocio poco lucrativo. Las malas noticias han acaparado la atención en torno al nombre de Uvita y la mayoría de visitantes la reconocen porque se le mencionó en las noticias como guarida de narcotraficantes.
En el 2012, la Fiscalía arrestó a un guarda de la Municipalidad de Limón que vivía en la isla. El hombre fue acusado de colaborar con los narcotraficantes, “y desde entonces, cualquiera pregunta, antes de subirse al bote, si es segura la visita”, relata don Wálter.
La improvisación del oficio le ha exigido al botero hacerse experto no solo en la historia de la isla, sino también en el tema de las especies que viven en el ella.
“Los años le van enseñando a uno y la isla es muy atractiva. Todavía se ven perezosos, pájaros y varios tipos de peces, aunque ya menos que antes”, asegura.
El álbum de especies de don Wálter no tiene muchas páginas más. Según Julio Brenes, profesor de Ecoturismo en Limón, la gente de la provincia no tiene muy claro el valor ecológico de la isla y la biodiversidad no puede ser protegida cuando viene acompañada por la ignorancia.
“Todavía hay gente que se acerca al lugar para pescar o llevarse especies que deberían estar siendo resguardadas”.
Un papel firmado en 1985 decreta a Uvita como Monumento Nacional. Esta designación hace que la isla se encuentre protegida por la Ley de Patrimonio Histórico-Arquitectónico de Costa Rica, y que el Estado y la municipalidad estén obligados a conservarla en buen estado.
Sin embargo, según Julio, los únicos que recogen de manera periódica la basura de las visitas en la isla, son grupos de estudiantes organizados.
En cuanto a la seguridad, desde la detención del guarda municipal el año pasado, el puesto está vacante y el alcalde de Limón, Néstor Mattis, asegura que se mantendrá así por un tiempo.
Hace algunos años, Japdeva asumió un contrato con la Municipalidad de Limón para administrar Uvita, y los recursos permitieron que la Junta construyera una casona, hiciera senderos e instalara rótulos.
Estas obras se miran hoy en mal estado, y se mantienen como el único vestigio de un lugar turístico.
El futuro
El proyecto Limón Ciudad Puerto ha dicho que con $80 millones del Banco Mundial se resolverían muchas preocupaciones de los limonenses.
Entre la lista de pendientes, hace fila el “Proyecto isla Quiribrí”. Esta es una iniciativa de restauración que comprende hasta su nombre, el cual volvería a sus raíces indígenas. El lugar se convertiría en un centro histórico y turístico que pretende atraer recursos para todo Limón.
La propuesta, sin embargo, no ha logrado trascender del papel y nada camina al ritmo que debiera. Así lo afirmó Myrna Pierre, secretaria de la Mesa Nacional Afrocostarricense.
Según las proyecciones, los trabajos en la isla finalizarían en julio del próximo año; no obstante, Pierre asegura que los vecinos aún no tienen claro qué se va a hacer allí.
La Municipalidad firmó un contrato en abril con el Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) para que asumiera el proyecto.
El Instituto comenzaría los trabajos para la restauración de la isla el próximo año.
Tobías García, coordinador de la iniciativa en el INBio, explica que todavía están generando las ideas de restauración y que luego las pondrán a consideración de los vecinos.
Todavía sigue pendiente la medición de la cantidad de visitantes que podría soportar la isla, así como un estudio de impacto ambiental.
A pesar de estas demoras, el papel aún proyecta la reinauguración de la isla como un sitio turístico en el 2014.
Idealmente, Uvita se autosostendría con los recursos generados por sus visitantes.
Por el momento, las leyendas en torno a la isla seguirán siendo improvisadas por quienes, para subsistir, aún dependen del escaso turismo que visita la zona.
Para Delroy Barton, este terreno en el mar Caribe continuará siendo un sitio de nostalgia limonense: nostalgia tanto por las historias que todavía no se han contado como por las promesas que, en Limón, pocas veces se cumplen.