El abandono al adulto mayor por su familia no es el único que existe. También está el estructural que se presenta “cuando la sociedad y el estado no crearon la estructura para darle respuesta a los adultos mayores que están solos en este país”, explicó Jeannethe Martínez, jefa de trabajo social del Hospital de Geriatría y Gerontología.
Este es el caso de personas que fueron hijos únicos, o que no procrearon y que además, no tienen a ningún tipo de familiar con vida.
La mayoría de los adultos mayores que habitan en el Hogar para Personas Adultas Mayores de Tirrases, están solas. Muchas de ellas fueron rescatadas, pues vivían en condición de calle. En algunos casos llegaron al lugar gracias a un programa del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam), implementado desde 2015 y que ha reubicado, en diferentes centros de Costa Rica, a 679 señores de la tercera edad y que estaban en condición de abandono o situación de calle.
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Los habitantes de este hogar reconocen que don Ramón Álvarez es otra persona. Y no solo lo dicen por su evidente cambio físico, luego de que le cortaran la barba y el cabello y adoptara un look más formal y acorde a su edad dorada. Él tiene un cambio que viene desde su interior. Su vida es otra.
Él siempre fue un hombre solitario, nunca hizo familia. Conforme se vio solo, se refugió en las calles. Al convertirse en adulto mayor quedó desvalido.
“Yo me encontraba en las afueras del Hospital Calderón Guardia. Dormía en las aceras y tomaba alcohol. Llegué aquí hecho un piltrafa. No podía caminar, tenía úlceras en las piernas. Ahora me estoy recuperando. Gracias a don Gerardo Zeledón (director del hogar) que me dio una oportunidad y a las enfermeras que me han ayudado”, dice Álvarez.
Él estaba en la calle. Y cuenta que aunque cree tener hermanos y sobrinos con vida, él fue “demasiado tortero” como para acercarse.
“Aquí me siento excelente y la comida es muy buena (repasa los tiempos de comida). Don Gerardo es muy bella persona”, afirma.
Ahora don Ramón volverá al hospital Calderón Guardia, mas no a vivir a la intemperie, en sus alrededores, sino a ser atendido en el centro médico por las lesiones en sus piernas.
“Yo imaginaba que lo que me tocaba era morirme en la calle. Un día estaba en un cartón y pasó un primo lejano y me quiso ayudar y me buscó este lugar. Llegaron por mí y se me salieron las lágrimas después de haber vivido 16 años en la calle. Yo creía que Dios se había olvidado de mí, pero era que tenía otros planes”, dice mientras en su rostro se dibuja una sonrisa pícara.
Frente al espejo, don Ramón no se reconoce. Él no puede creer que la persona que ve sea él. Hoy se siente bien, y lo que es más importante, se considera parte de una familia.
Nueva familia
Don Roberto Torres, de 79 años, vive en el hogar desde hace un lustro. Él nació como hijo único y desde hace mucho tiempo no tiene familia directa con vida. Él fue llevado al hogar luego de que trascendiera que lo echaron de un restaurante, porque aunque pagó su comida, no podía permanecer allí porque “estaba sucio”.
Gerardo Zeledón, director de ese hogar, ubicado en Tirrases de Curridabat, recuerda que él estaba en la Asamblea Legislativa acompañando a Emiliana Rivera, actual directora ejecutiva de Conapam y que por la televisión vieron lo que pasaba con Torres.
Zeledón fue a buscarlo y supo que aunque tenía un lugar donde vivir, ese no contaba con las condiciones para un adulto mayor, además, él estaba solo.
Hoy don Roberto vive con mucha tranquilidad en este sitio en el que comparte con otros adultos mayores y varios animales que les acompañan en el hogar. Él cuida a esas mascotas porque siempre ha tenido mucha afinidad, hasta quiso ser veterinario, mas tomó un camino más artístico.
Torres cuenta que aparte de Costa Rica, vivió en Estados Unidos y en México, donde trabajó haciendo maniquís y se enriqueció culturalmente. Contando su historia se le salieron un par de frases en inglés. Él no ahonda mucho en los detalles de porqué llegó solo a la etapa dorada de su vida, solo cuenta que nunca quiso tener familia. Eso sí, fue muy “noviero”.
Mientras apaga un cigarrillo admite sentirse muy bien en este lugar, sitio en el que encuentra una nueva familia, aunque no sea de sangre.