El documental Jim and Andy, de estreno en Netflix, nos pega una sacudida emocional tremenda: ¿estamos viviendo la vida que queremos, o la que vivimos para los demás?
Las elucubraciones sobre la salud mental del actor Jim Carrey vienen dando vuelta en los medios mundiales desde hace rato, exacerbados además por la trágica muerte de su exnovia, Cathriona White, quien se suicidó en setiembre del 2015 y que provocó, desde entonces, que la familia de la muchacha le endose al actor canadiense parte de la responsabilidad por el desequilibrio que sufría la mujer.

Soy de la legión de los "Carrey-lovers", especialmente desde Mentiroso-Mentiroso, aunque hay otras que, comedia o no, me han heredado extraños paralelismos con la vida misma, como Bruce Almighty, Yes Man, Eterno resplandor de una muerte sin recuerdos, The Majestic y, por supuesto, Man on the Moon, en la que Carrey se mimetiza con Andy Kaufmann, excéntrico astro de la comedia estadounidense en los años 70 y parte de los 80, aunque él renegaba de esa etiqueta porque decía que nunca había contado un chiste en su vida.
Iba a decir que es Man on the Moon la que nos tiene aquí, por cuenta del documental Jim y Andy, The Great Beyond que Netflix liberó hace un par de días, que ofrece un material inédito guardado (prácticamente escondido) durante 18 años y que por fin, tras un estira y encoge, vio la luz de la mano del director Chris Smith, quien logra con Carrey, durante todo el documental, lo que él mismo definió como “la entrevista que uno siempre querría hacer, pero parece imposible de lograr”.
Pero no. Es The Truman Show lo que en realidad me disparó a la compu a escribir estas líneas, por la asombrosa analogía que existe entre la película que Carrey protagonizó en 1998 y su vida misma, tal como él lo confiesa en esta daga al corazón y a la autoreflexión que provoca Jim en la desgarradora historia en la que, a su vez, nos mete de lleno en la estrafalaria vida de Andy Kaufmann y de sus álter egos.
Lo concerniente a Andy Kaufmann es brutalmente brillante, pero en el contexto actual, lo imperdible son la entrevista de Chris Smith y las revelaciones y pensamientos de Carrey, las que van siendo concatenadas con videos caseros de su infancia en Canadá, y poco después, ya en sus tímidas incursiones con monólogos o presentaciones cómicas en antros y teatritos de su país, acompañada de revelaciones del Carrey de hoy, el de 55 años y que son un crudo espejo hasta para quien se crea “exitoso” (por cierto, uno de los adjetivos relativos del mundo).
No se valen los spoilers pero algunos detalles de lo que vienen a continuación no son nada que no se haya dicho antes, solo que en el contexto del documental de Netflix, todo termina por convertirse en un bolazo (y de boliche) en el estómago.
En 1983, con apenas 21 años, una televisora de Montreal le hizo una pequeña entrevista y un entonces lozano e ilusionado Jim Carrey le dice al periodista: “A veces sueño con que de verdad me voy a hacer famoso, que voy a caminar por las calles y la gente me va a reconocer y me va a saludar… es una locura pero ¿te imaginas que lo logre?”.
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Más de 30 años después, un sobrio, barbudo y reflexivo Jim Carrey (irónicamente al que todos conocemos como el rey de las muecas, en su extensa conversación acá apenas gesticula) va reseñando las escenas prohibidas al público por el desastre que armó él durante todo el rodaje de Man on the Moon, pues literalmente se transformó en Kaufmann… y más.
Esta parte es interesantísima hasta para quienes no vivieron durante la época de Andy, quien falleció en 1983 por cáncer de pulmón.
Pero lo que pega en el alma son las relevaciones de Carrey acerca de su aprendizaje (a los porrazos) con este tema de la fama y el dinero que siempre soñó.
Es entonces cuando asegura que The Truman Show fue profética en su vida. Era 1998 y, si bien ya el Internet había despegado, las redes sociales apenas estaban ensu más primaria gestación.
Cuando Carrey aborda ese tema, el de la exposición, el de la fama, el de la aceptación de los demás, el de cuando al desdoblarse para actuar a veces ha sentido que ha llegado demasiado lejos, de cómo le ha demorado volver a su propio yo, y aquí viene la cuestión que nos cobija a todos o a casi todos: ¿le ha gustado lo que encuentra cuando se mete en su propia piel? ¿Cuánto de lo que vive y hace, incluso fuera de las cámaras, es parte de una actuación para complacer a los demás?
Ciertamente, sus devaneos existenciales son profundos, pero el tipo es una mente brillante y se da a entender al punto de permear a gente como yo, que no le pongo mucha mente a nada y desde hace mucho me volví cortoplacista, incluso reconciliada con la muerte temprana, si así tocara (claro que no la estoy llamando, es solo la confesión de una actitud ante algo que tarde o temprano llegará).
La vida validada por la “fama” se ha vuelto una epidemia que sufren miles en el mundo. Concatenado, obvio, la fama y la plata. El validarse ante los demás en estos tiempos de likes se ha vuelto una pandemia que lleva a mucha gente a hacer lo indecible por volverse “famoso” y pierde o gana la paz diaria, pendiente de los likes que haya conseguido.
La reflexión de Carrey, voz totalmente autorizada para hacernos caer en cuenta de cuán absurdo es mucho de lo que hacemos, está ahí, disponible en Netflix y, desde ya, se ha convertido en un documental alabado por la crítica más estricta.
Curiosamente, algunos medios extranjeros aseguran que, la gran revelación de Jim y Andy es que por fin Carrey admite que sufre de depresión. Primero que todo, esto es una falacia, pues Carrey ya había hablado al respecto en muy selectas ocasiones, pero sí lo había hecho.
Lo realmente llamativo es que, a lo largo del especial, no se percibe un Jim Carrey depresivo, pero sí absolutamente reflexivo. Y convencido de que, en la insondable complejidad del ser humano, no hay nada más importante que ser consecuente y estar en paz con uno mismo. Conste, no dice que lo haya logrado. Pero sus argumentos son un revolcón emocional que a todos nos hace bien. Como mínimo, nos detiene por un momento a pensar cuál jodida vida estamos viviendo: si la que nosotros queremos, o la que quieren los demás.
