En abril de 1832, Juan Mora Fernández autorizó una misión para rescatar a 13 náufragos chilenos en Isla del Coco. Esa fue la primera vez que una embarcación tica se interesó en ese territorio oceánico.
A su regreso, Costa Rica reclamó la isla como suya y el 15 de setiembre de 1869, el capitán Francisco Róger y su tripulación ondearon por primera vez la bandera tricolor en punta Colnett (hoy Presidio).
Más tarde, Tomás Guardia aprobó el decreto de creación de una colonia penal que funcionó entre 1879 y 1881.
“El decreto establece que purgarán penas en el presidio aquellos delincuentes cuyos delitos merezcan la pena de muerte, quienes se hubiesen fugado del presidio de San Lucas o que fueran reincidentes en su delito por tercera vez. De igual manera, en los casos en que se conmutase la pena por delitos de contrabando, el indiciado tendría que servir como parte de la guarnición del penal en la Isla del Coco”, relató el historiador Raúl Arias en su tesis Isla del Coco: historia y leyenda.
Sin embargo, la cárcel cerró por el alto costo de mantenimiento y porque la lejanía de la isla imposibilitó el transporte para abastecerse de víveres. La totalidad de la población penal fue trasladada a isla San Lucas, en Puntarenas.
Aún así, Guardia mantuvo el penal para quienes cometieran “delitos especiales” como crímenes contra los indígenas y penas de cinco años para quienes explotaran sin permisos los recursos naturales de la zona norte del país.
El cierre definitivo del presidio se dio en 1882.
Años más tarde, en 1889, desembarcó Augusto Gissler en bahía Wafer. De origen alemán, Gissler llegó a la isla alentado por la historia sobre un gran robo y un tesoro pirata escondido que escuchó de Old Mack, un viejo alcohólico que conoció en 1888 en Hawái.
Al llegar a la isla, en ese momento deshabitada, Gissler y otros tres aventureros hallaron todas las referencias dadas por Old Mack.
Excavaron por cuatro meses, pero el clima le cobró la vida a uno de ellos, a quien enterraron en lo alto de la montaña.
A su regreso y obsesionado con el tesoro, entre 1891 y 1894, Gissler promovió –ante los gobiernos de José Joaquín Rodríguez y Rafael Iglesias– la idea de establecer una colonia agrícola de inmigrantes alemanes.
Recibió la autorización y así fue como, entre 1894 y 1898, trece familias se instalaron en diez casas construidas en bahía Wafer, al oeste de la desembocadura del río Genio. En 1897, Gissler fue nombrado gobernador de Isla del Coco, cargo que ocupó hasta 1908.
El proyecto de la colonia agrícola fracasó por lo aislado del lugar, la falta de comunicación y la poca frecuencia con que llegaban barcos con provisiones y correspondencia. Aún así, Gissler permaneció en la isla 14 años.
Una de las veces que salió a continente, en 1892, viajó a Estados Unidos. Allí se enteró del éxito que tuvo John Keating al extraer parte del tesoro. Contrató los servicios de un detective privado para localizar a los familiares de Keating, quienes pudieran brindarle información que le condujese al tesoro.
El buscador de tesoros encontró a Richard Young, exsuegro de Keating, en 1893. Young, a cambio de dinero, le dio una pista falsa que llevó a Gissler a perforar grandes áreas de la isla, lo que a la postre provocó serios problemas de erosión.
Fracasada su empresa en Isla del Coco y haciéndole una promesa a su esposa, Gissler se trasladó a Nueva York (Estados Unidos), donde falleció en 1935.