París, Francia. Investigadores del British Museum descubrieron pruebas de la capacidad del hombre para encender fuego deliberadamente hace 400.000 años, mucho antes de lo que se pensaba, se anunció el miércoles.
La capacidad humana para hacer fuego es uno de los giros cruciales de la historia de la humanidad, lo que facilitó no solo calentarse sino también socializar y cocinar alimentos, aspecto que contribuyó a la evolución del cerebro.
Hay trazos del uso de fuego por humanos hasta de un millón de años, en África, pero se considera que era fuego surgido de manera natural. Encontrar pruebas sólidas de esa capacidad es muy difícil, por la desaparición de los trazos en el tiempo.
Es lo que pudo demostrar un equipo de investigadores del British Museum, en un yacimiento cerca del pueblo de Barnham, en Suffolk, noreste de Londres. La anterior evidencia de encendido deliberado de fuego era de hace unos 50.000 años en la actual Francia.

“Es el descubrimiento más extraordinario de mis 40 años de carrera”, se congratuló Nick Ashton, curador en el British Museum y autor principal del estudio publicado el miércoles en Nature, en una conferencia de prensa.
Los investigadores piensan que el homínido capaz de controlar el fuego era un Neandertal, ya que se hallaron fósiles suyos cerca.
El sitio de Barnham fue descubierto por primera vez a fines del siglo XIX. El primer indicio que sugería que podía haber albergado una hoguera apareció en 2021, cuando científicos descubrieron sedimentos que fueron calentados intencionalmente. Tras cuatro años de trabajo minucioso se probó que esas cenizas no fueron causadas de manera natural.

La evidencia, probablemente aportada por algunos de los grupos neandertales más antiguos, consiste en un parche de arcilla calentada, hachas de mano de sílex destrozadas por el calor y dos pequeños fragmentos de pirita de hierro.
“El momento clave fue el descubrimiento de pirita de hierro”, explicó Ashton.
Ese mineral es utilizado para crear la chispa que prende el fuego. La pirita es muy escasa en esa región, lo que sugiere que estos antiguos pobladores conocían sus propiedades, dónde podía obtenerse y la llevaban al yacimiento explícitamente con el objetivo de encender fuego. También encontraron hachas que pudieron servir para triturar la pirita.

El equipo, dirigido por Nick Ashton y Rob Davis del Museo Británico, tardó cuatro años en demostrar que la arcilla calentada no fue causada por un incendio forestal. Las pruebas geoquímicas muestran temperaturas superiores a 700 °C con el uso repetido del fuego en el mismo lugar, lo que indica una fogata o hogar que fue utilizado por personas en varias ocasiones.
Sarah Hlubik, piroarqueóloga en Saint Mary’s College de Maryland, en Estados Unidos, y que no está involucrada en el estudio, dijo a AFP que se trata “de un descubrimiento verdaderamente apasionante”.
Saber crear su propio fuego, en vez de esperar a que la naturaleza lo cree, fue un punto de inflexión crítico en la evolución humana: aumentó la supervivencia en entornos más duros, coincidió con el agrandamiento del cerebro y contribuyó al desarrollo de estructuras sociales.
Además, el calor facilitó explorar nuevos territorios, más fríos y los humanos pudieron congregarse al caer la noche.
Pero el principal avance fue el cambio del régimen alimentario, pues “nosotros somos los únicos seres en la tierra relacionados con alimentos cocinados”, subrayó Hlubik.
Cocinar la comida, en especial la carne, facilitó ahorrar energía antes destinada a la digestión, lo que contribuyó al desarrollo intelectual. Además, amplió la gama de alimentos que podían consumirse de forma segura al eliminar las toxinas de las raíces y tubérculos, o los patógenos de la carne mediante la cocción. Ablandar estos alimentos mejoró la digestión, liberando energía del intestino y alimentando el cerebro.
La evidencia coincide con otros indicadores de comportamiento complejo en humanos antiguos, en una época en que el tamaño del cerebro se acercaba a los niveles modernos.
Con la capacidad de hacer fuego, los humanos ya no dependían de los impredecibles rayos ni de los incendios forestales, cuya concentración para una fogata requería tiempo y resultaba costosa y difícil de mantener. Hacer fuego les permitió elegir libremente sus lugares de acampada, sin necesidad de alimentarlo constantemente, ya que podía reavivarlo cuando y donde fuera necesario.

