Once pasos separan al hombre de la gloria. Aquella es la distancia también de la derrota. Todo se resume a cinco tiros que deben de ser certeros, a cinco hombres determinados a patear el balón con el empuje de un país entero. Son segundos de tensión, de adrenalina, de éxtasis, de locura, de tranquilidad, de extrema concentración. No hay espacio para el error, eso podría costar muy caro.
Hay que engañar al portero que está al frente con sus manos extendidas para detener el disparo. Celso Borges, Bryan Ruiz, Giancarlo González, Joel Campbell y Michael Umaña; los cinco elegidos para tirar los penales que Costa Rica disputó ante Grecia en el Mundial Brasil 2014 y que a la postre convirtieron en goles que llevaron a la Sele al icónico octavo lugar del mundo.
Umaña había soñado la noche anterior al partido con que él se encargaba de tirar el último penal. “Fue como un déjà vu”, recuerda, 10 años después. Ese sentimiento de que iba a hacer algo que ya había vivido lo llenó de muchas emociones y es que ¿qué puede sentir un ser humano común y corriente al tener el peso de la ilusión de un país entero sobre sus hombros? Desde que tomó el balón para colocarlo en el punto de penal hasta que concretó la anotación pasaron si acaso cinco segundos que para él se hicieron eternos. El grito de gol, la carrera, la celebración, una sonrisa que todos compartimos. Umaña y sus compañeros gozaron y tocaron la gloria y con ellos, casi cinco millones de costarricenses.
Era el todo o nada. En su pierna derecha, Michael escribiría la historia, con su patada marcaría un hito que hasta hoy sigue resonando en los corazones y en la memoria de los ticos que sobre aquel equipo de futbolistas empeñó todas sus ilusiones. No cualquier ser humano puede soportar semejante responsabilidad.
El gane ante los griegos desde el punto de penal fue la culminación de un camino lleno de glorias para Costa Rica en el máximo escenario del fútbol mundial. Ese 29 de junio en el estadio Arena Pernambuco, en Recife, nuestros guerreros vestidos con tacos y pantalonetas, clasificaron a los cuartos de final de una Copa Mundial por primera vez en la historia. El partido quedó empatado 1 a 1 en un final agónico, pero los ticos, pese a haber corrido kilómetros y kilómetros en la cancha, demostraron la gallardía que tiene un país chiquitico como el nuestro. Y patearon con todas sus fuerzas, con todas sus ganas y, de nuevo, con todas sus ilusiones.
Han pasado ya 10 años desde aquella gesta heroica del deporte nacional y, por qué no decirlo, del orgullo que nos generó ser el trapito de dominguear del encuentro futbolístico por excelencia. Fuimos -sí, fuimos todos los ticos, no solo los futbolistas- la orgullosa sorpresa en la justa deportiva. Pero al final, después de 120 minutos de ese partido y luego de haber sacado el pecho ante Uruguay, Italia e Inglaterra (con dos gloriosos ganes y un empate), todo se resumió a cinco tiros y también a una parada espectacular de Keylor Navas.
Esa historia de la gesta futbolística la rememoraron una década después tres protagonistas del logro. Michael Umaña, Bryan Ruiz y el asistente técnico Luis Marín recordaron esos momentos de tensión que después se convirtieron en la alegría de todo un país.
Recordar es vivir: Todo estaba fríamente calculado para los penales
Bryan Ruiz abrió el marcador contra los griegos al minuto 52. El encuentro había sido intenso. Los ticos estaban agrandados en aquel escenario, máxime por los buenos resultados de la primera ronda.
Sin embargo, el fútbol no es algo seguro. Un solo gol no era la sentencia de un gane y, con un hombre menos por la expulsión de Óscar Duarte al minuto 66, la paridad en el marcador llegó en tiempo agónico. Los griegos anotaron el empate al 91′ con un tiro de Sokratis Papastathopoulos. Los anhelos tricolores se veían opacados por la celebración de los europeos.
“El panorama en el alargue era el peor de todos. Un hombre menos, un equipo molido en la alta temperatura y con un golpe anímico difícil de sacudir”, reseñó acertadamente la crónica que publicó La Nación sobre el partido. Pero no todo estaba perdido, todavía quedaba tiempo, todavía quedaban los penales.
Sí, los penales eran un escenario que tanto los seleccionados como el cuerpo técnico habían tomado en consideración en los entrenamientos. Así lo confirmó Luis Marín, exfutbolista que fungió, junto a Paulo César Wanchope, como asistente del director técnico Jorge Luis Pinto.
El día antes del partido el equipo había practicado tiros desde el punto de penal. Keylor atajó y sus compañeros probaron anotar.
“Debo aceptar que tenía mucha presión en mis hombros, pero gracias a Dios pude culminar con bien ese lanzamiento”
— Michael Umaña, futbolista de Costa Rica en Brasil 2014
“El profesor nos dijo a Paulo y a mí que hiciéramos una lista con calma. Lógicamente uno sabe que en el partido, si se llega a las instancias de los 120 minutos, puede ser que algunos de los jugadores que tenga en la lista ya no estén en la cancha en ese momento. Pero sí teníamos una idea de los posibles candidatos a tirar los penales de cara a que en el momento del estrés y de la premura de estar ahí ya tuviéramos una idea”, contó Marín en entrevista con La Nación a propósito de que este mes se cumplen 10 años de aquel mágico mundial.
En el entrenamiento previo, cada jugador hizo tres lanzamientos de pena máxima. Algunos anotaron todos los tiros, otros no, como fue el caso de Michael Umaña, quien, de manera curiosa, falló uno de sus tiros en la práctica.
Marín contó que cuando se acabó el partido, hubo pocos cambios en la lista de tiradores, ya que prácticamente la base todavía estaba en el terreno de juego. “Previamente habíamos visualizado a los jugadores que tenían más tranquilidad a la hora de tirar, pero yo siempre he dicho que se pueden practicar los penales, pero al momento de la presión y de la toma de decisiones siempre será diferente a un entrenamiento”, agregó el hoy director técnico.
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“El último penal le tocaba a Michael. Todos confiamos mucho en él, en su experiencia y su personalidad”, sentenció Marín y sí, el que Umaña fuera el último tirador dio esa seguridad que todo el país necesitaba. Con él pateamos todos, de eso no hay duda.
La lista de elegidos no era un tema al azar, tenía que ser algo bien planeado, incluso en el orden de aparición. Marín comentó que cuando se le informó a los futbolistas quiénes eran los encargados, se les dijo que cuando fueran de camino al punto de penal no dudaran, que se enfocaran en dónde lo iban a patear, que fueran con total decisión y que lanzaran al sitio donde se sintieran más seguros.
En cuanto a quién iba primero, quién en el medio y quién cerraría la tanda, la decisión tuvo cambios momentos antes de comenzar. El orden quedó sentenciado: Borges, Ruiz, González, Campbell y Umaña. En la otra perspectiva estaba Keylor Navas, quien les había prometido a sus compañeros que iba a detener uno de los disparos de sus contrincantes…y así fue.
“Se dice que tirar penales es como una ruleta rusa y así es en la realidad. El escenario nunca va a ser el mismo. Todo cambia en el momento: la presión, el estadio lleno. Son muchas cosas que influyen”, afirmó Marín.
Y la ruleta rusa fue así:
Celso Borges: Después del pitazo del árbitro dio un fuerte suspiro. Se enfrentó a la pelota con determinación. Disparó con confianza, fuerte, en medio de la portería. Gol. El primero adentro para dar seguridad.
Konstantino Mitroglu: Acomodó el balón en el punto blanco. Vio a Navas. Tomó impulso, disparo de zurda y gol.
Bryan Ruiz: Tomó la pelota y la colocó en la marca blanca. Caminó varios pasos hacia atrás para tener buen espacio para la carrera. El balón tomó camino hacia arriba mientras el portero griego Orestis Karnezis volaba hacia la derecha. Gol.
Lazaros Christodoulopoulos: Tomó el esférico de manos del árbitro y lo puso en posición. Navas se adelantó un poco tratando de adivinar el tiro, pero fue imposible detenerlo. Gol.
Pipo González: También tomó su distancia para que la carrera le diera el impulso necesario para patear al centro. Otro golpe seguro y certero. Gol.
“El último penal le tocaba a Michael. Todos confiamos mucho en él, en su experiencia y su personalidad”
— Luis Marín, asistente técnico Selección de Costa Rica en Brasil 2014
José Holebas: Tiro cruzado. Navas se tiró al lado correcto, pero no logró alcanzar el disparo. Gol.
Joel Campbell: El árbitro le entregó el balón. El tico acomodó la pelota sobre el punto de penal. Se persignó. Hizo una carrera corta con pequeños saltos para despistar al guardameta; tiró. Gol.
Theofanis Gekas: Evadió con su mirada a Navas. Miró a un costado, luego al balón. Corrió, pateó con toda su potencia. Keylor voló y ¡paradón a una mano!
Michael Umaña: A su espalda estaban sus compañeros abrazados, con las rodillas al suelo, como formando un muro de contención. Los tenía a ellos apoyándolo, nos tenía a todos en sus hombros… o más bien en su pierna derecha. Se acercó al punto de penal y como si ya no fuera suficiente la tensión, la pelota no estaba. De atrás le pasaron el balón. Michael lo tomó en sus manos y lo colocó. Dio ocho pasos hacia atrás y dos suspiros. Apretó los labios y corrió. Un golpe potente. Gol. El gol más importante en los mundiales para Costa Rica.
Un día antes, en la práctica, Michael había fallado un penal. Por la noche soñó que tiraba el último disparo en el partido y que anotaba… déjà vu.
Los sentimientos de los penales
“Se atraen las cosas”, dijo Umaña hace unos días al recordar aquel momento de tensión, ansiedad, responsabilidad, presión, alegría y algarabía.
“Me llama mucho la atención porque fue vivirlo antes de que sucediera y se cumplió como lo soñé. Es algo que me impacta mucho al pensarlo”, afirmó el hoy asistente técnico del Cartaginés.
Antes de tirar sentía mucha presión, estaba nervioso y no es para menos, ya que con su tiro se definía el partido y el pase de Costa Rica a los cuartos de final de un Mundial. Pero también se sentía muy seguro de sí mismo. “Debo aceptar que tenía mucha presión en mis hombros, pero gracias a Dios pude culminar con bien ese lanzamiento”, agregó.
En pocos segundos, por su cabeza pasaron muchos pensamientos, pero todos fueron fugaces. Perdió la noción del tiempo, sintió que se desconectó del mundo. Pensó en que podía anotar, pero también en que podía fallar. Analizó cómo se sentirían sus compañeros y también su familia. Pensó en toda la fanaticada costarricense. Al final trató de enfocarse en cómo iba a patear.
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Esas sensaciones de peso y presión también las vivió Bryan Ruiz. El alajueliteño, capitán del equipo patrio en el encuentro mundialista, rememoró los instantes previos a tirar el segundo penal a favor de nuestro país.
“Lo que recuerdo de segundos antes de tirar el penal es nada más pensar en que entrara. Sabía de la importancia de ese penal para Costa Rica”.
Físicamente en ese momento cargaba con un agotamiento extremo después de tanto luchar en el partido con un hombre menos. Eso sí, afirmó que eran más las ganas de poder pasar a la siguiente fase del torneo y hacer historia. “Eso permitió que la parte física pasara a un segundo plano y nada más centrarse en esos segundos para poder rematar y anotar un penal que nos diera la posibilidad de clasificar”, dijo.
Explicó que él y todos sus compañeros tenían mucha presión, pero que se vio opacada por la ilusión de hacer historia. Al final de cuentas, esa motivación fue la que movió a todo el equipo hacia el objetivo.
En el caso de Marín, quien había vivido como jugador la tensión de los penales, en esa ocasión lo hizo desde otra perspectiva: el banquillo. Y aunque no pateó, sintió la misma presión que los jugadores.
“Cada momento, tanto cuando tiras vos o cuando tira el contrario, es de incertidumbre. Son espacios de sentimientos encontrados. Es mucha la tensión, pero cuando termina la tanda de penales toda esa tensión se libera”, aseveró.
Con él concuerda Bryan, quien después de anotar celebró, pero inmediatamente volvió a concentrarse en la situación que estaban viviendo en el equipo. Ruiz comentó que tras los pocos segundos de algarabía, pensó en que ojalá Navas detuviera el siguiente tiro y que los demás compañeros que tenían que patear, anotaran.
En el caso de Michael, tuvo más de chance de celebrar, pues con él todo quedó consumado. El defensor corrió eufórico hacia Navas, también hacia el profesor Pinto y gritó con todas sus ganas el gol.
Sabía de la importancia de ese penal para Costa Rica”
— Bryan Ruiz, capitán de la Selección de Costa Rica en Brasil 2014
“Es algo que nunca he vivido. Me desconecté del mundo por unos segundos, me desconecté de la vida. Fue una alegría enorme. Hubo picos emocionales muy fuertes para mí. Hubo nerviosismo y después la adrenalina de vivir algo tan hermoso como fue avanzar de ronda y romper con algo que habían hecho las selecciones anteriores que fueron muy buenas, pero nosotros habíamos vencido eso y estábamos para competir nuevamente”, dijo muy emocionado pese a que ya ha pasado una década desde aquel histórico encuentro.
Ese día fueron los jugadores los que tuvieron el peso del país entero sobre sus espaldas. Ese día, hombres comunes y corrientes se convirtieron en héroes. Ese día, muchos lloraron. Ese día, se escribió uno de los capítulos deportivos que seguirán contándose por generaciones.
Cinco penales, un paradón y la gloria para la ilusión de una selección de fútbol de Costa Rica que quedó sembrada como la octava mejor del mundo en Brasil 2014.