Mirar la intensidad de sus ojos color café claro, infiere la esencia que hay detrás de sus palabras.
No es casualidad que en una misma frase utilice términos como “educación” “oportunidad” y “crecimiento”. Tampoco lo es el hecho de que haya encontrado en los salones de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la oportunidad de poder cumplir sus sueños y ayudar a otros a que también pudieran hacer lo mismo.
Mucho menos es casualidad que su nombre completo sea Salvador Esteban Beatriz Porras y que, a sus 63 años, aún se le note a flor de piel la realización personal que tiene al estar sentado dentro del Aula 02 del Centro Universitario de esta institución educativa, ubicada en Barrio Dent.
Este hombre, nacido en la provincia de Limón, pero cuya vida construyó en San José, es uno de los estudiantes más regulares de los cursos libres impartidos por el Programa de Gerontología de la UNED, entre los que destacan Inglés, Computación, Historia del Arte, Tai Chi y, más recientemente, Uso del teléfono inteligente.
Precisamente, en este último, Salvador ha participado en dos ocasiones. La primera de ellas lo hizo en el 2017, mientras que la segunda fue este año,
¿El motivo? Asegura que la primera vez lo hizo por recomendación de sus hijos, pero la segunda fue por iniciativa propia, ya que descubrió en la tecnología una de sus más grandes bondades: el poder comunicarse.
“Recuerdo que entré al aula con cierto nerviosismo, porque es un hecho que son muchas las personas que le tienen recelo a la tecnología. Sin embargo, llegué con la mayor disposición a aprender y aceptar que tenía que perderle el miedo a lo desconocido”, comenta Salvador.
Con la misma ilusión que se tiene cuando se entra el primer día de la escuela, en el que se abre ante nuestros ojos un mundo nuevo por descubrir, este adulto mayor relata su experiencia que comenzó por uno de los momentos más divertidos: comprar su teléfono inteligente.
“Antes de entrar a este curso tenía un teléfono normal, de esos que les llaman ‘tuquitos’. Fui a una agencia y allí busqué el que se ajustaba a lo que yo buscaba: que fuera grande para leer mejor y que no resultara tan complicado de utilizar”, explicó.
Y es que ese es uno de los requisitos de este curso: tener un teléfono inteligente propio con Internet, además de una computadora. A esto le debemos sumar el dejar de lado las inhibiciones y temores, ya que todos están allí para lo mismo: aprender.
A lo largo de 12 sesiones semanales, de dos horas y media de duración, el estudiante tendrá acceso a un temario que incluye desde la evolución de la tecnología hasta aplicaciones celulares; descargas y envío de archivos. Sin embargo, esto se puede ir modificando en la misma proporción de la curiosidad de los asistentes.
“Lo que me gusta más de las clases es que son muy dinámicas e interactivas. Al tener nuestros teléfonos y acceso a las computadoras de la universidad, la profesora nos va explicando y nosotros vamos siguiendo los pasos en nuestros dispositivos, lo que hace que el aprendizaje sea mucho de instinto”, comentó Porras.
Según su experiencia, el asistir a estas clases le ha permitido escuchar su música favorita en YouTube; hacer videoconferencias con su familia cuando se encuentra fuera de Costa Rica y hasta no perderse en las carreteras de España, donde manejó hace tan solo un par de semanas con un vehículo que alquiló también mediante el uso de su celular.
“Hice un viaje por España y llegué hasta África del Norte gracias a la guía de Waze, la aplicación que tengo instalada en mi teléfono. Es en momentos como este en los que uno se da cuenta lo importante que es no temerle a la tecnología, sino más bien sacarle el mayor provecho posible”, sostuvo.
Entre risas, Porras confiesa que sus aplicaciones favoritas son Whatsapp y YouTube, al mismo tiempo que se apresura a aclarar que les dedica el tiempo “justo y necesario” para comunicarse y poder escuchar música.
Además, confiesa que uno de sus más grandes placeres es estar con sus compañeros y compartir con ellos algunos de sus descubrimientos, como lo es la enorme utilidad del GPS.
Para él, es importante que existan este tipo de espacios en los que los adultos mayores pueden regresar a las aulas para aprender, porque esto les permite aumentar y fortalecer la confianza y seguridad en sí mismos.
“Siempre he pensado que el estudiar le abrirá a uno las puertas en la vida, en especial, porque te permitirá servir a otros. Nunca será tarde para aprender y no hay mejor sensación en la vida que el reto de sentir que todos los días hay algo por descubrir”, dice.
No en vano, Porras cuenta con orgullo cómo fue uno de los primeros estudiantes de la UNED, en 1978, cuando “tan solo le prestaban un salón, algunos pupitres y una mesa en el Colegio de Señoritas”, en San José.
Desde ese momento no ha parado. En esta universidad pudo sacar su diplomado de primer y segundo ciclo, bachillerato en administración educativa, técnico en orientación en criminología y una maestría en psicopedagogía.
Salvador asegura que ha sido gracias a estos conocimientos que ha podido surgir en la vida y cumplir todas sus metas, además de ayudar a otros que también encuentren en las aulas oportunidades de superación.
Mientras se acomoda en una de las sillas del laboratorio de tecnología, en donde también cursó computación, comenta que este cuatrimestre está sumamente ilusionado porque se aventuró a matricular inglés.
“Estoy muy contento con esta nueva experiencia. Al igual que el curso del Uso del teléfono inteligente, esto me permite salir de la zona de confort en la que podría estar en algún momento, así que quiero disfrutarlo lo más que pueda. En la vida siempre es importante acumular el mayor conocimiento posible”, concluye.
Trabajo y dedicación
Desde el año 2000, el departamento de Gerontología de la UNED ha realizado enormes esfuerzos por crear y desarrollar una amplia oferta de cursos libres para adultos mayores, en los que pueden participar mujeres y hombres mayores de 50 años de edad.
Yaricksa Céspedes, la instructora que imparte los cursos de tecnología y salud, asegura que espacios como estos son esenciales para lograr el empoderamiento de las personas y una mayor independencia en estas.
“El primer mito que buscamos eliminar es que estos cursos son tiempos de entretenimiento o de ocio. Al contrario, quienes asisten a estos programas lo hacen con el compromiso que implica asistir a una universidad”, explica Céspedes.
Para la técnica en programación y terapeuta física, es por esta razón que el personal docente está comprometido en impartir lecciones dinámicas e interactivas a los estudiantes.
Es por ello que en el caso de la enseñanza del uso de los teléfonos inteligentes, el temario que se desarrolla a lo largo del cuatrimestre es flexible, especialmente, por la curiosidad y dudas que muestren los asistentes.
“Resulta muy gratificante ser testigo del crecimiento de los adultos mayores en el uso de la tecnología. He tenido alumnos de hasta 93 años y uno puede notar en ellos un interés genuino por aprender y no quedarse atrás porque, aunque muchos no lo crean, el no tener acceso a esta herramienta hace que puedan sentirse aislados de sus familiares y amigos”, afirma.
La especialista relata que uno de los principales retos de enseñar a esta población es entender que su proceso de aprendizaje es más reiterativo, por lo que es indispensable que ellos practiquen y descubran los beneficios de este tipo de teléfonos.
Si existe algo que la sorprendido en estos ocho años de impartir lecciones en la UNED, es la capacidad de adaptación de sus estudiantes, quienes, en algunas ocasiones llegan a comentarle algunas novedades en las aplicaciones móviles y su interés en utilizarlas.
“Para uno como docente resulta muy gratificante ver cómo ellos mismos llegan a la clase y hablan sobre ciertas apps y de cómo se pueden adaptar a ellos y mejorar sus vidas. Yo siempre estoy abierta a que este proceso de aprendizaje va en dos vías, porque al igual que ellos aprenden de mí, yo lo hago de ellos y es maravilloso”, asegura la instructora académica.
Céspedes considera que el requisito fundamental para asistir a este curso, además del teléfono inteligente y la computadora, está el dejar el miedo y los prejuicios fuera del salón de clases.
La forma en la que se evalúa a los estudiantes es más formativa, es decir, que buscan el fortalecimiento de las habilidades y las destrezas de cada uno de ellos. Aquí se trata de “aprender haciendo”.
Con ella coincide Melissa Sánchez, quien forma parte del equipo interdisciplinario del Programa de Gerontología de la UNED, y que afirma que estos espacios son necesarios para el desarrollo y crecimiento personal de todos los adultos mayores.
Según explicó, la creación de los distintos cursos nace de la misma necesidad e inquietudes expresadas por los estudiantes. Así fue como se creó el que se especializa en los teléfonos inteligentes.
“Al ser los adultos mayores nuestra prioridad, siempre fomentamos distintos canales de comunicación para conocer sus expectativas, realidades y necesidades, para ir adaptándonos a cada uno de ellas. La oferta de nuestros cursos es fiel reflejo de esto, desde los temarios hasta la forma en la que se imparten las clases”, explica.
Este departamento, que en la actualidad es coordinado por la doctora Priscilla Barrientos, busca que más adultos mayores se acerquen a las distintas sedes de la UNED.
Hasta la fecha, comunidades de Alajuela, Heredia, San José y Guanacaste han recibido este curso de tecnología, cuyo costo es de ¢22.700 por cuatrimestre.
Quienes estén interesados en recibir estas lecciones pueden comunicarse a los teléfonos 2202-1914 y 2253-1921, o seguir el perfil de Facebook del Programa de Gerontología UNED, donde se informan, oportunamente, las fechas de matrícula.
“Lo que buscamos con estos cursos es que lleguen a la mayor cantidad de personas posibles, en especial, los que están relacionados con la sensibilización en el trato a los adultos mayores”, comentó Sánchez.
Más allá de aprender y conocer la utilidad que hay en los teléfonos inteligentes, estos programas tienen como objetivo compartir conocimiento y promover la confianza e independencia en los adultos mayores.
“Aprender lleva consigo la vocación de servir a otros”. Esa es la filosofía que ha definido la esencia de Salvador y que, aún a sus 63 años, sueña con compartirle al mundo.