Como en el recordado animé japonés de “Supercampeones”. Con el dramatismo de Oliver Atom, suspendido en el aire por un minuto, para luego descargar la furia de su pierna sobre el balón y darle al Newppi una insólita victoria. Así fue el gane tico del domingo.
Pero aun si Keysher Fuller no se topa con su hada madrina, sobre el minuto 80, y nos vamos del juego sin un tiro a marco. Aun así, con un empate, esa mañana nos recibía con curitas en el alma y un gran remiendo en el orgullo, lacerado días antes por España.
Cantó el gallo en toda Tiquicia y el país se despertó con esa sensación de haber regresado del infierno humillante de un 7-0 despiadado. Nos echamos agua en la cara para después enseñársela al espejo y, tal vez sonreírle, como un acto simbólico y reivindicativo.
Conforme entró el día en calor y terminó la fecha en Catar, nos fuimos poniendo rajones. El “¿En dónde están? … ¿En dónde están, los japoneses que nos iban a ganar?, entonado por un grupo de ticos en Doha, se volvió viral en el corazón del país.
Con Canadá eliminada, por la tarde, y los mexicanos aun enfurecidos en las pantallas por la derrota contra Messi y compañía, caímos en cuenta de que la vapuleada Costa Rica ahora era el trapito dominguero de la CONCACAF. “Hagan fila que llegó papá”.
Para los más analíticos, el resumen fue el de un juego con el ADN tico, ese que se refugia en su zona baja, aguanta las embestidas e intenta lo que puede en ataque. Esta vez con el infaltable ingrediente de la era Suárez: el de sumar en la estadística del gol, sin casi visitar el marco del rival.
El resultado nos rescata de la humillación universal. Pero, además, nos da vida por unos días más en Catar y esperanza para los años venideros. Porque el técnico tendrá que jubilar a los más veteranos y enfrentar la siguiente eliminatoria con la base de estos “Carasucias” que, sacudidos por el primer encuentro mundialista, han sido partícipes de esa remontada emocional que nos devuelve a un sitio digno en la historia de los Mundiales.
Luis Fernando Suárez ha salido al rescate de si mismo. Después de sus errores tácticos frente a España, oyó la voz de la razón y supo remendar el esquema tico, amparado en su laureada defensa con 5 hombres. Si no logra repetir la épica con un buen resultado ante Alemania, al menos le queda la oportunidad de evitar una debacle como la del primer día.
Si vamos a la siguiente ronda, el 7-0 quedará como el más grande accidente histórico, pero con carácter anecdótico. Para eso faltan aún 100 minutos. Hasta que no se consuma el último de ellos, no sabremos si lo accidental fue la paliza española, o esa increíble victoria ante los nipones, con el no menos inaudito gol de Fuller.
