
Chicago, Estados Unidos
"Los Ulate tienen cuatro hermanos, 17 nietos y 18 bisnietos que hicieron vida en Estados Unidos", cuenta Gabriela, una simpática joven que disfruta al máximo la presencia de la Tricolor en Orlando y que forma parte de esta númerosa y alegre familia costarricense oriunda de Golfito.
Don Rafael es uno de los cuatro hermanos; hace casi 37 años, en la navidad de 1979, visitó suelo norteamericano por primera vez pero le gustó tanto que no se devolvió nunca más.
Con orgullo, me presenta a sus dos pequeños hijos nacidos en EE.UU.; se llaman Sebastián y Yuliana (que conforman la última generación), y visten una camiseta roja de la Selección Nacional.
Don Rafael camina por la acera con una enorme manta que posee un mensaje en inglés y que traducido al español sería: "Los Ulate siempre llegan tarde, pero para Costa Rica siempre estamos a tiempo".
En las afueras del Camping World Stadium, antes de que la Sele salte a la cancha para enfrentar a Paraguay, la familia disfruta de cada segundo al ver a miles de costarricenses en su ciudad, como si se hubiesen trasladado al Paseo de los Turistas por un solo día.
Entre toda la familia crearon un grupo de baile folclórico costarricense que se presenta, desde hace mucho años, en un festival cultural que se realiza en Eola Park. Ahí exhiben con orgullo los trajes, los chonetes y las tradiciones ticas más arraigadas.
Fue hace 28 años que don Rafael decidió fundar este grupo, bautizado 'los ticos'. Él y su esposa de origen puertorriqueño (que rápidamente aprendió a bailar) se convirtieron en instructores, para así enseñarle a los jóvenes de distintos países los pasos habituales y poder mantener el grupo vigente.
Esta extensa familia se rehusa a olvidar a Costa Rica. Al contrario, con el paso de los años entendieron que la distancia no les impide mantener sus costumbres y tradiciones.
"Le quiero decir que salí de Costa Rica pero Costa Rica no ha salido de mí, lo llevó en mi corazón", asegura don Rafael, con un nudo en la garganta, al ver a miles de ticos que rodean las afueras del estadio donde juega la Sele.
Es precisamente la Nacional la que provoca que todos estos aficionados se reúnan y transformen Orlando en un mar de camisetas rojas, chonetes, 'aguilas', picadillo de papa y música de Los Ajenos.
Para los Ulate estar ahí no tiene precio.
