Un técnico cuestionado en sus métodos disciplinarios. Futbolistas que, pese a lograr lo imposible en un Mundial, pidieron la cabeza del entrenador. Dirigentes incapaces de ejercer la autoridad y poner a los bandos en armonía. Todos perdieron en esta cita que los enfrenta en un juicio evitable, como lo fue aquella ruptura impensada del 2014.
Pero los grandes perdedores serán los futbolistas. No importa si el tribunal les da la razón o no. Mediáticamente han perdido. El Mundo ha leído las declaraciones de un expresidente de la Selección donde milita Navas, contando una versión que, por lógica, avergüenza a cualquier futbolista.
Si sale una sentencia favorable a los seleccionados, es posible que las repercusiones mundiales se queden lejanas al incendio mediático ya causado. Así como los memes, retratando el lado mas chistoso y a la vez cruel del tico, en el imaginario quedarán marcados los jugadores para siempre, por esa acusación que, totalmente cierta o parcialmente falsa, terminó con los días de Pinto en la Selección.
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El y los futbolistas son víctimas mutuas. Uno, buscando la gloria personal, y los otros llevados al máximo de su tolerancia física y mental, construyeron un hito para el futbol local. En esa base militar donde todos fueron soldados, sometidos al rigor necesario para no sucumbir ante el poderoso enemigo, hubo encuentros y desencuentros, sudor y lágrimas.
Algo bueno hicieron ambas partes para que la historia terminara en proeza. Poner en la balanza el trabajo y lo logros, rescatar mentalmente a los jugadores y al técnico y generar códigos de convivencia a futuro, fue la tarea que otros, los dirigentes, no supieron hacer.
Renunciaron a sus rangos de autoridad desde el momento en que dejaron la continuidad de Pinto en manos de los jugadores. Se retrataron en su incapacidad al no encarrilar comportamientos erróneos del técnico, si es que los había. Entregaron el destino de la Selección a los líderes del camerino y, desde entonces, el equipo es una sombra de lo que fue.
El juicio y la condena popular no debería ser contra Keylor y compañeros. Ni contra Jorge Luis Pinto. Sino contra los directivos que permitieron que unos y otros destruyeran el castillo que con tanto esfuerzo edificaron.
Cuando Villalobos y Li fueron al Comité Ejecutivo, con la versión de que había que escoger entre Pinto y los jugadores, desataron todas las tormentas emocionales y futbolísticas que aun hoy nos azotan. Como en las épicas tragedias griegas, todos quedaron condenados para siempre.