Puntarenas. Falta calle. Sobra libreto. Ayer, ningún protagonista fue capaz de sacudirse de su guión de hierro, para brillar y romperla, como dicen los argentinos.
Sin embargo, la victoria mínima de Puntarenas, 1 a 0 sobre el Cartaginés, le permite a la entidad naranja aferrarse a su tabla de náufrago, mientras que el club glorioso de la Vieja Metrópoli comienza a patalear entre mares de oscuridad.
Falta calle. Eso que derrochaban los hijos del sol. La magia del toque que aprendían en la playa. La picardía de insinuarse a un lado y de discurrir por el otro. La osadía de los Pistones, o de Culitos; la malicia de Leoni. La samba de Kleber.
En fin, falta calle. A pesar de todo, le bastó al porteño Álvaro Peña con ingresar dando saltitos entre los estáticos zagueros rivales, para alojar la esfera en las redes de Luis Torres y marcar el 1 a 0 al 7’, tan tempranero como definitivo.
Sobra libreto. Quizás por eso los blanquiazules del Cartaginés no consiguieron acercarse con posibilidades abiertas al área de los chuchequeros. En consecuencia, las opciones del plantel de Rolando Villalobos fueron insuficientes.
En general, al cotejo le faltó esa estirpe de los que la rompen, de aquellos valores que, ante la ineficacia del dictado de las pizarras, optan por la habilidad individual, por la chispa innata de fabricar opciones o, al menos, de urdir intentos de fuego en la meta adversaria.
Por esa razón, al duelo entre chuchequeros y brumosos careció de la calidad necesaria para llenar las expectativas de los escasos aficionados que se sentaron en las gradas del estadio Lito Pérez. De algún modo, el rendimiento discreto de ambos justifica sus posiciones.
A cuenta gotas. Dos balones que se estrellaron en los largueros fue lo más destacable del primer tiempo.
El Puerto anotó temprano y Cartaginés buscó el empate, sin lograr ni acercarse, a la postre, salvo el lance propicio del 41’, cuando Eduardo Valverde sacudió el horizontal de Jonathan Viales.
La respuesta porteña emergió dos minutos después (43’), con un globo lejano de Johan Venegas que acarició el larguero de Torres.
Si en la primera parte hubo algunas emociones, en la segunda, la letra rígida de los libretos fue lo que primó en ambos elencos.
Victorino Quesada, técnico local, procuró sostener el acoso adversario con dos líneas de cuatro defensas, mientras que Villalobos recurrió a sus permutas, sin resultados positivos, a la postre.
Falta calle; es decir, la sagacidad de vulnerar los esquemas rígidos con la chispa individual.
Sobra libreto. O sea, a veces no hay forma de alterar esquemas conservadores y previsibles.