Así como Guillermo Meléndez, Remberto Miranda y Grevin Corella le habían narrado a La Nación su testimonio como sobrevivientes del Síndrome Guillain-Barré para tratar de enviarle un mensaje esperanzador a Fernando Ocampo, esta vez es el mismo presidente de Liga Deportiva Alajuelense quien cuenta su historia.
Y lo hace con el mismo propósito de tantas personas que se le acercaron para que viera que podía salir adelante tras ser diagnosticado con ese trastorno que provoca que el sistema inmunológico ataque los nervios y, si no se controla a tiempo con la aplicación del tratamiento, puede ser mortal.
Ocampo había planeado desde tiempo atrás unas vacaciones con su familia para la época de Semana Santa y de paso, correr una maratón en España, porque es un fiebre del atletismo y una vez al año corre en la prueba de los 42 kilómetros con 195 metros.
“En medio del paseo empecé a sentir que los pies no me respondían. Seguí forzándolos para caminar y eso al final de cuentas me ayudó, porque no fue que me acosté, sino que seguí caminando. Tenía una contractura fuerte en la espalda y creí que era normal”, relató.
Su retorno al país estaba previsto para el 20 de abril, pero acordó adelantarlo porque quería estar en el partido entre la Liga y Herediano que se disputaría en el Estadio Nacional, tras el veto por una fecha al Morera Soto.
Ese cambio de vuelos fue clave para que la enfermedad no le produjera más secuelas.
De regreso a Costa Rica, sentí que en lugar de mejorar, empeoraba. Le costaba caminar y se le dificultaba ponerse de pie en el avión.
Del aeropuerto, Ocampo se fue al Estadio Alejandro Morera Soto y ahí el Dr. Gómez le hizo una valoración.
“Aprovechando que el equipo estaba concentrado, le había pedido al doctor de la Liga, Alfredo Gómez, que si me podía inyectar, porque ya le había dicho a él que me sentía muy extraño”, recuerda Ocampo, quien recibió como indicación médica irse de inmediato al hospital.
“Tuve mucha suerte de que me atendieran en el Hospital de Alajuela y que ahí me remitieran al Hospital México, donde me encontré con una serie de personas que realmente son como ángeles, que después de una serie de exámenes determinan que es Guillain-Barré, una enfermedad que ataca sobretodo la parte muscular y pasé unos días en el Hospital, con la ventaja de que me pudieron aplicar el tratamiento de una forma bastante rápida”.
La oportuna intervención de los especialistas ayudó a que la enfermedad no degenerara más su organismo, “porque si uno la deja, llega a atrofiar los músculos y afectar todo el cuerpo”.
Ocampo asegura que ese 19 de abril, la reacción inmediata del Dr. Gómez al verlo fue fundamental, porque él sin darse cuenta ya tenía paralizado el rostro.
“Si me hubiera ido para mi casa y me acuesto, pensando que es cansancio, que es un dolor de espalda, posiblemente hubiese degenerado más la enfermedad”.
El jerarca manudo estuvo internado desde ese viernes y no fue hasta el lunes 22 de abril cuando recibió el diagnóstico certero de lo que padecía, porque confiesa que sí tenía temor ante la incertidumbre, máxime que se especulaban muchas cosas, como que le había dado un derrame.
“Los doctores fueron descartando una serie de situaciones; gracias a Dios a mí me cambia mucho el panorama cuando me dan el diagnóstico, cuando me dicen que es Guillain-Barré y me confirman que a través de un proceso de rehabilitación y de mucho esfuerzo, se puede volver a recuperar la movilidad”, mencionó.
Cuando los médicos le dijeron lo que tenía, presentaba falta de movilidad en las piernas y una parálisis en la cara.
Ocampo se vio ante dos caminos: entrar en un proceso de negación o proponerse salir de esa situación cuanto antes.
Pensó en su familia, en sus amigos y justo cuando trataba de asimilar la noticia, empezó a recibir muchos de mensajes de apoyo.
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“Ante esa fuerza de tanta gente, de personas que ni conozco, de los mismos guardas y los funcionarios del hospital que llegan, lo que hace uno es decir: ‘aquí es un proceso que me toca a mí tratar de superarlo de la mejor forma posible’. El apoyo de la familia es fundamental, de los amigos, de toda esa gente que a través de oraciones están dando esas buenas vibras; uno cambia el chip y hay que afrontarlo”.
Hoy piensa en todo lo que ha pasado durante estas semanas y lo define como una situación de vida que a cualquiera le pasa.
“Esto es un tema que le pudo pasar a cualquiera y yo sabía que dependería mucho de mi reacción como enfrentara la situación. Ahí mismo en el hospital empiezo a mover las piernas, a intentar ir solo al baño, de bañarme solo, de empezar a ver cómo poco a poco vamos retomando esas habilidades que por circunstancias a mí me afectan por la enfermedad”.
Aquel día que le dieron el diagnóstico, sus compañeros de Junta Directiva habían acordado cancelar la sesión mientras sabían qué pasaba con el jerarca que salió del hospital el 25 de abril en una silla de ruedas, en la que tuvo que movilizarse durante un par de semanas.
Empezó el proceso de rehabilitación en el Cenare y su primer día de terapia logró dar un paso agarrado, algo que en ese momento era muy esperanzador.
"La verdad es que en el Cenare el tratamiento y la gente es espectacular y con base en una serie de trabajos físicos yo logro levantarme, empezar a dar los primeros pasos, empezar a caminar y afortunadamente ya estoy trotando, suavecito, pero ya vuelvo a uno de mis hobbies favoritos, que es poder trotar, con cuidado, porque todavía no logro enfocar totalmente bien, por la parálisis facial, pero contento, porque ya poco a poco vamos retomando las habilidades perdidas”.
¿Y la Liga? Se especulaba que por esa enfermedad, la continuidad de Ocampo en la presidencia rojinegra estaba en duda.
“Lo primero que hay que decir es que hay una junta directiva seria y yo tengo total confianza en la gente que está ahí, pero siempre estuve consciente de lo que pasaba y totalmente interesado en lo que pasaba. En el hospital vi el partido contra Heredia y me agarré el pelo cuando Allen (Guevara) botó el gol en el último minuto”, recordó.
Aunque estaba en el hospital, se las ingenió para ver el partido y asegura que siempre se mantuvo en coordinación total.
“Hubo compañeros de la Junta que asumieron un liderazgo importante en este proceso y yo les agradezco. Yo salí del hospital un jueves y la sesión de la Junta Directiva del lunes la hicimos en mi casa y seguí participando con todos, en todas las sesiones”.
Ocampo dice que el equipo de trabajo que tiene la Liga es valioso y eso permitió que de algunas cosas que él se encargaba, otros las asumieran y todo siguió sobre ruedas.
“Eran momentos difíciles, veníamos hablando de una reestructuración que debíamos hacer en la Liga, eso ya se venía planteando y la Junta se mantuvo muy unida en el sentido de que seguíamos adelante con los proyectos que se habían planteado y la hoja de ruta que se había determinado”.
Además, dijo: “No terminó el campeonato como queríamos, pero eso nos obligaba todavía más a diseñar una hoja de ruta con medidas que había que tomar y que no se podían postergar más”.
Al consultársele a Ocampo si en ese momento crítico que él debía afrontar su recuperación y que se dio la salida de Javier Delgado como gerente deportivo, la llegada de Agustín Lleida a ese cargo y la renuncia de Hernán Torres, fue cierto que la Junta Directiva estaba dividida, respondió: “No, aquí lo que pasa es que la Liga tiene una junta directiva de verdad, con gente muy capaz”.
“Podemos discrepar en los criterios algunas veces, pero al final, como en toda discusión, terminamos tomando los acuerdos y entre todos nos apoyamos y los ejecutamos. Alguna gente oye rumores, no los corrobora y se lanza a decir cosas que no son ciertas”.
Según Ocampo, él prefiere un equipo de trabajo en el que todos aporten e intercambien ideas para tomar decisiones, que un grupo en el que nadie opine.
“Cuando Torres presentó su informe, la sesión fue en mi casa, luego volvimos a reunirnos ahí y estuvimos tratando de tomar las decisiones más adecuadas para lo que creíamos que era fundamental en la Liga”.
Su recuperación. A hoy, Ocampo asegura que no se pregunta por qué le dio a él el Síndrome Guillain-Barré.
“Simplemente fue porque me tocaba y es una prueba de paciencia, de poner todo el esfuerzo de recuperarme y ojalá volver a hacer todo lo que yo hacía. Mi meta es volver a subir el Chirripó con mis alumnos pronto. ¿Cuándo? Dios sabrá, pero ese chip ahí lo tengo y eso me ayuda a levantarme en las mañanas de madrugada para hacer ejercicio y seguirle dando. Son circunstancias de vida”.
Otra pregunta obligada en la conversación era si el estrés de presidir la Liga le provocó la enfermedad, algo que de inmediato negó de forma rotunda.
“No, no, no. Más bien para mí el apoyo del doctor Gómez oportuno fue fundamental. Esto es un tema que puede ser por una vacuna, por una gripe, por una comida y en el 50% de las veces no se sabe cuál es la causa y son temas totalmente aparte”.
“Me dio esa enfermedad, como le ha dado a muchos otros costarricenses y hay que seguir la vida. Mucho se ha dicho de que el estrés, pero no. Si es una situación que lo pone a uno mucho a pensar, mucha gente me dice que si voy a bajar el ritmo y no creo yo que en mi estilo de vida baje el ritmo, porque yo soy así, pero posiblemente ahora me tomo más tiempo para disfrutar las cosas que voy viviendo”.
Ocampo aprovechó para desmentir las versiones de que su mamá, doña Georgina Sánchez, o su esposa, doña Alejandra Vega le pidieron que renunciara a su cargo y se alejara de la Liga.
“En lo absoluto, todo lo contrario. Yo asumo una responsabilidad, un compromiso y aunque ciertamente todos somos pasajeros, cuando las cosas no habían salido bien en el torneo pasado, en ningún momento me pasó por la cabeza renunciar y en casa lo saben. Lo que hemos hecho es seguir apoyando el trabajo de Junta Directiva como un todo, porque en la Liga somos una Junta Directiva y tratar de replantear para que las cosas salgan de la mejor manera en este torneo”.
Cada avance que notaba en su recuperación lo llenaba de fe y sabe que aún puede mejorar más. Él mismo fue quien le dijo a su esposa que se llevara la silla de ruedas de la casa y que no quería ni una andadera ni el bastón.
Su propósito era exigirse más para lograr de nuevo el equilibrio, algo que logró con mucha fuerza de voluntad y desde hace tres semanas retornó a la universidad, para impartir clases.
“En realidad nunca dejé de trabajar virtualmente. De hecho desde el hospital yo estaba con la computadora trabajando, manteniéndome activo. Yo regreso a dar clases tres semanas después de la enfermedad, en parte porque no quería dejar cursos tirados; tengo compromiso con los alumnos y me parece una forma de obligarme a que había que retomar la normalidad”, contó.
Sabe que en algunos momentos tiene problemas de vocalización, porque le afecta por la parálisis facial.
“Pero gracias a Dios es un tema que voy superando y que no me ha impedido para nada retomar el tema de las clases porque es algo que me apasiona, eso a uno lo energiza para todo lo que viene”.
Las terapias son muy temprano, antes de las 7 a. m. llega al Cenare cuando le corresponde.
“Hice la primera ronda de terapias en los primeros quince días. Luego vino un periodo no de descanso, sino para que los músculos se vayan adecuando y vuelvo este viernes por doce días más al Cenare. Es una hora física y a veces también tengo terapias del lenguaje, o terapias faciales, que también me ayudan. Además, ha habido gente que se ofreció a ayudarme sobretodo en la parte de la terapia de la cara”.
Ocampo apunta que una de las enseñanzas que le dejado el Guillain-Barré “es que a veces hay que tener un poquito más de paciencia”.
A él lo inspiró cada persona que le hizo saber que sufrió el enfermedad y que ha salido adelante.
“Hay historias que a uno lo motivan mucho, que realmente a uno lo llaman y le dicen: ‘A mí me dio, fue horrible, pero después de cierto tiempo estoy 100% recuperado y hago mi vida normal’. Esas cosas ayudan a que uno piense en que tiene que ser paciente y que esto irá saliendo y que poco a poco iremos mejorando”.
Además, indicó: “Estoy muy agradecido porque la gente que me he encontrado en el Cenare y en los hospitales, todos son un apoyo para quienes nos da esto, nos ayuda muchísimo a salir adelante”.
Cada caso es distinto y no todas las personas evolucionan de la misma manera, pero la historia del presidente manudo puede servir de esperanza para otras personas que también padecen Guillain-Barré.
