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Opinión: Gente de mi ciudad

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Con su sotana negra y una alcancía en las manos, el padre Alberto Mata irrumpía en La Zamorana, la cantina más famosa de Guadalupe, buscando fondos para su amado templo católico, cubierto por una gigantesca red de andamios que lo reconstruían de atrás hacia delante, mientras las viejas torres seguían en pie, allá por el año 1966.








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