San Isidro de El General. El juez lanzó el último pitazo. Feliz y hechicero, un estratega lo gritó con el alma. Brazos abiertos. Puños cerrados. La emoción a flor de piel.
Mauricio Wright celebró así su primer paso a una final inédita, tras conducir ayer a Brujas a una justa victoria de 1 a 2 en el difícil campo de Pérez Zeledón.
El 1 a 2 de ayer, sumado al marcador idéntico del primer encuentro de esta semifinal, da el 4 a 2 global que permitirá a los brujos albinegros disputar con Puntarenas el título de la Primera División.
Un desconocido equipo de Pérez Zeledón se durmió en la primera media hora del juego. Y a pesar de que mandó en el terreno, desde el minuto 30 hasta el pitazo final, la verdad es que el tiempo perdido, ¡hasta los guerreros lo lloran!
Dos dagas tempraneras. Los minutos siete y 14 fueron los instantes felices que marcó el cronómetro en el destino y estirpe de Pablo Brenes.
El diestro mediocampista abrió la cuenta (7’) e inició la acción que culminó con el segundo dardo en las redes de Dexter Lewis, obra de Esteban Maitland (14’).
Los guerreros dormían...
Luego de la cómoda ventaja inicial, Brujas debió enfrentar dos contratiempos: las lesiones de Yosimar Arias y de Osman López, quienes salieron del campo en los minutos 18 y 42, respectivamente.
Daniel Varela y Paolo Jiménez fueron los sustitutos. Y aunque Varela y Jiménez cumplieron bien, en realidad fue el orden táctico del estratega de ébano lo que le permitió a Brujas contener el despertar del Sur y administrar la victoria final.
Fernando Soler, un ariete argentino con nombre de actor legendario, se afanó al máximo y propició la anotación de los locales. Fue en el minuto 30. Soler amortiguó con el pecho, sirvió a Kenneth Gamboa y este devolvió a Soler mediante un centro en corto.
Soler disparó y acortó la distancia en las cifras, al tiempo que insufló en el ánimo de sus compañeros el coraje que les había faltado y que extrañaban los de su estirpe.
En adelante, hasta el final, el dominio fue de los hombres de Rafael Bautista Arenas.
La presión local fue intensa. Pablo Rodríguez, el mejor de Pérez Zeledón, ganó cuantas veces se lo propuso con sus corridas por la banda izquierda y provocó varias situaciones dramáticas en las cercanías del arquero Luis Diego Sequeira, bien protegido por el hierro y sudor de los Peña (Berny y Luis).
Una raya quemante y casi letal surcó el área de Brujas y estuvo cerca de explotar en los cordeles, en el minuto 88.
Acicateados por la adversidad, pero ansiosos en grado extremo, los guerreros del Sur lo hacían todo para revertir la suerte. Y dominaban, y presionaban, ¡y dominaban!
Mas la suerte parecía un aliado en las huestes hechiceras, protegidas por el coraje y la entrega absoluta de sus hombres, es cierto; pero, fundamentalmente, amparadas en la letra precisa de un guión bien trabajado por su estratega.
Por eso abrió los brazos, cerró los puños. ¡Y lo gritó con el alma!