
Redacción
En 1996, la Liga inscribió en sus registros a dos jugadores llamados Mauricio Montero. En esa campaña, el icónico Chunche disfrutaba las mieles del éxito al levantar su tercer trofeo con los manudos. El otro tenía solo nueve años y jugaba en una pequeña escuela de fútbol del club que entrenaba en La Sabana.
20 años después de vestirse de manudo por primera vez, Montero regresa al club, el más joven por supuesto.
Antes tuvo que forjar su carácter en Cartaginés y afianzar su estilo en la UCR. Quien lo llamó por teléfono para contarle que tenía oportunidad de reforzar a la Liga, es el mismo que pulió su faceta táctica: José Giacone.
"Profesionalmente soy el primer jugador de mi familia. Mis tíos y mis papás pertenecieron a las promesas de la Liga, pero no llegaron a jugar en Primera", contó Montero.

Montero recuerda la rivalidad de los clásicos de mosquitos. La amargura de perder y el éxtasis de derrotar a Saprissa es todavía más sincero en los niños, que no tienen contratos de por medio y solo juegan por el escudo.
Ahora, como profesional, espera la ansiada oportunidad. De inicio se perfila como titular; fue protagonista en los dos fogueos ante Carmelita, anotó dos goles y Giacone lo conoce como a pocos en el plantel.
Por sus funciones, su mayor mérito no está en abombar las redes, sino sería mandar al banquillo a Luis Miguel Valle.
Las tareas del futbolista se medirán en dos vías: recuperar la pelota y generar ocasiones de peligro. Con la primera nació, la segunda la propició Giacone. A sus 29 años, comprende qué le gusta a su entrenador y qué no.
"Con él tengo más libertades en el partido, pero tampoco puede descuidar la parte defensiva. A él le gusta que sume al ataque cuando lo permita el juego", explicó Montero, quien afinó esta faceta en la U.
La leyenda. El otro Mauricio Montero nunca se ha desligado por completo del club de sus amores. Tiempo después de su retiro, en 1998, lo convirtieron en entrenador de liga menor, en visor y en asistente técnico del primer equipo.
Hoy, como parte de la estructura de ligas menores, reconoce el trabajo del nuevo jugador rojinegro.
"Es pulseador, trabajador en la cancha", asegura Chunche, quien tiene criterio para hablar de 'pulseadores'.

De alguna manera no le sorprende que su amigo y excompañero Óscar Ramírez, lo haya hecho debutar en la Tricolor el pasado 15 de diciembre, durante un compromiso amistoso ante Nicaragua.
De fijarse en los detalles ínfimos, Ramírez resaltó el sacrificio y el compromiso táctico.
"Hay muchachos que no tocan el balón pero hacen ciertos movimientos para atraer al rival que no son visibles para mucha gente", dijo el seleccionador sobre el contención, cuando todavía era futbolista de la Universidad.
Casi siete meses después de aquel amistoso frente a los pinoleros, le tocará cruzar un charco en el que muchos se ahogan, por poco profundo que se vea a la distancia: el salto de un equipo chico a uno grande.
En esa corta frontera se quedaron botados Osvaldo Rodríguez, Camilo Aguirre y decenas de futbolistas que fueron figuras en clubes de media tabla, pero nunca alcanzaron el rendimiento esperado en la Liga.
Chunche superó ese obstáculo con creces, cuando pasó de San Ramón a Alajuelense.
"Siempre les pasa algo, unos se lesionan, otros sienten una presión que no aguantan y el accionar no es el mismo, otros saben que siempre pagan a tiempo aunque estén en la banca y se vuelven conformistas", contó.
Montero (el nuevo) es consciente del desafío que se avecina, pero asegura que su pasado en Cartaginés le permite "amortiguar" un poco el tremendo cambio que conlleva saltar a un equipo con otras exigencias.
Cuando haga su debut en el Estadio Morera Soto, con un equipo urgido de trofeos, el refuerzo rojinegro se aferrará a una consigna, más allá de que pueda jugar bien o mal.
"Si en algo me asemejo a Mauricio Montero es que también me gusta meter pata", concluyó.

