A veces, los estrategas despliegan sus cartas al filo de la navaja, como lo hizo ayer Louis Van Gal, el director técnico de Holanda.
Su elenco administró el caudal futbolístico y dosificó el oxígeno hasta el minuto 48, cuando Giovani Dos Santos ejecutó un trallazo para abrir la cuenta y poner a México a soñar con su anhelado quinto partido en una Copa del Mundo desde México 86.
Entonces, el poder naranja apretó las clavijas y sometió a México (que hizo un buen Mundial), hasta provocar un cierre cercano al infarto y, en cuestión de cinco minutos, del 88 al 93, Holanda consiguió voltear las cifras y seguir adelante hacia los cuartos de final.
Aunque los aztecas quedaron en el camino, al fin de cuentas su desempeño en Brasil 2014 fue más que meritorio, sobre todo si recordamos que Miguel Piojo Herrera se había hizo cargo de un plantel agonizante y, con lo que halló a mano, peleó y ganó el repechaje, tras la desteñidísima eliminatoria.
Sudor al pie de la letra. Volvamos al partido. En los primeros 45 minutos lo que observamos fue un mano a mano de timoneles, algo así como la imagen metafórica de dos ajedrecistas con las neuronas pegadas en el “tablero”, anteponiendo el cálculo a la temeridad o al vértigo.
En términos generales, se tocaba bien la pelota; uno avanzaba y el otro respondía en similares circunstancias, salvo un lance propicio al 42’... Giovani Dos Santos quedó en posición franca frente al guardameta Cillessen y este desvió el remate con la rodilla.
Al concluir el primer capítulo, en “las tarjetas de los jueces” figuraban varios protagonistas; como Sneijder, Ven Persie y Robben por los tulipanes, así como la garantía de Guillermo Ochoa en el arco, el liderazgo indiscutible de Rafael Márquez en la zaga azteca y el pulmón inagotable de Héctor Herrera en el mediocampo, un denodado afán que acabaría por pasar una onerosa factura a los mexicanos.
Se jugaban tres minugos del complemento (48), Dos Santos se hizo de la pelota, tras un mal rebote holandés. Evadió dos marcas, corrió en corto y en diagonal y soltó un misil que sacudió los cordeles de Jasper Cillessen. 0 a 1.
Lo decíamos... A veces los estrategas juegan sus cartas al filo de la navaja. Como hizo ayer Van Gal.
Dos minutos en el cronómetro. Solo eso faltaba. Un tiro de esquina. Un pivoteo de cabeza. Wesley Sneijder prendió un auténtico cañonazo que petrificó a Ochoa. Y en los tres minutos de sobrevida (93), el destino se ensañó con Márquez, quien cometió falta de penal.
Ejecutó Huntelaar –una de las cartas que se jugó Van Gal–. Y el 2 a 1 marcó dos cosas: vida en los tulipanes; y el adiós de las tunas.