
El entrenador de natación Francisco Rivas rechazó completamente las acusaciones sobre presuntas agresiones sexuales, físicas y psicológicas que hicieron en su contra los exnadadores Claudia Poll, Marcela Cuesta y Manuel Rojas.
“Totalmente falso, rotundamente digo no” afirmó Rivas. El entrenador atendió a La Nación este lunes 14 de julio a las 3 p. m. en las instalaciones del Costa Rica Tennis Club, en Sabana Sur, donde entrena a su equipo de natación.
El entrenador fue objeto de graves denuncias en un reportaje del medio Interferencia de la Universidad de Costa Rica. Ahí, los exnadadores Poll -única campeona olímpica en la historia del país-, Cuesta y Rojas (quienes estuvieron bajo la dirección de Rivas en los años 80 y 90) expusieron una serie de agresiones, como violencia física o manipulación psicológica; Cuesta también relató que Rivas intentó tocarla varias veces y ella no lo permitió.
“Sobre una agresión de cualquier clase, rotundamente digo no”, aseveró Rivas. “La señora Cuesta nadó muy poco tiempo, dejé de verla hace 37 años”.
En relación a Manuel Rojas, afirmó: “Dejó de nadar conmigo, regresó como en el año 2015 o 2016, y no solo volvió a entrenar con los másteres, sino que me trajo a sus dos hijas, que tenían entre 11 y 12 años, para que nadaran conmigo”.
“Como técnico, me preocupo por cada uno de mis nadadores. En el caso de las damas, con mayor razón les hago recomendaciones. Marcela Cuesta era una niña, y no está diciendo la fecha… no tengo idea de cuándo fue, pero eso no es cierto”, agregó.
Claudia Poll relató los extremos a los que Rivas supuestamente se metió en su vida privada. Según la exnadadora, una vez el entrenador habría hurgado en su basura, donde encontró unos condones; después le preguntó de quién eran.
En cuanto a esto, Rivas respondió: “Nunca llegué a ese extremo. Mi actitud era recomendar no consumir gaseosas o comida chatarra, pero nunca imponerlo. Meterme en la vida privada de alguien, no. Eso es falso”.
—Usted afirma que las acusaciones de los nadadores no son ciertas. ¿Cuál cree que sea el motivo para que salgan a la luz?
—Realmente no lo sé, lo desconozco. No tengo ningún problema en atender a la prensa de Costa Rica. No tengo asesoría legal, porque para mí no es un tema legal. Debo recordar los códigos que manejo. El primero es la relación con un nadador: primero los padres de familia, segundo el nadador y tercero el entrenador. En esa trilogía, todo lo que el coach dice es del conocimiento absoluto de los padres. Nunca hubo una situación en la que Francisco Rivas hiciera una recomendación sin que los atletas lo supieran, en ningún aspecto.
—¿Qué otros aspectos tomó en cuenta en su relación con los nadadores?
—Soy de los pocos entrenadores en Costa Rica que ha permitido, querido y estimulado siempre la presencia de los padres de familia en todos los entrenamientos, desde el inicio. Siempre quiero que estén presentes, que asistan a las competencias y a los viajes.
”El segundo código se refiere a la disciplina y motivación en los entrenamientos. Es algo que yo debo proyectar, programar, y está basado en el respeto y la consideración hacia el coach y su familia".
”No tengo la menor idea de por qué están haciendo esto, pero todo es falso. Los padres de familia nunca lo hubieran permitido… ¿o es que eran ciegos o sordos?“.
”El atleta viene a entrenar con Francisco Rivas para rendir, para ser el mejor. Algunos son muy sociables, muy buena gente. Había orden, estructura, un equipo, fechas de trabajo y un grupo más exigente que entrenaba por separado… eran verdaderas máquinas".
—¿Cómo toma el hecho de que Claudia Poll aseguró que usted se molestó porque, a pesar de que ganó el oro olímpico en Atlanta 1996, no mejoró el tiempo?
—Siempre he trabajado en base a resultados y tiempos. El cronómetro, nada más. Por eso siempre cuento la anécdota que luego quieren desvirtuar, pero está registrada en el reportaje de La Nación sobre los 25 años de la medalla de oro de Claudia en Atlanta 1996, y en el programa Las paredes oyen de Édgar Silva. El periodismo serio que quiere indagar puede resumir y recoger todos esos criterios.
—¿Nos puede explicar esa anécdota?
—Al terminar la prueba en Atlanta 1996, estaba molesto. Pero era algo previsto, planificado. Le había dicho a la atleta que, si no lográbamos mejorar el tiempo, iba a estar muy molesto, le iba a reclamar y pedir explicaciones de qué fue lo que pasó. Y así fue. Estábamos separados por una malla de cedazo, con los periodistas esperándonos, y le pregunté qué había pasado, por qué no compitió con el ritmo que teníamos planeado.
—Pero, ¿por qué insistir de mejorar el tiempo, si ya había ganado la medalla?
—Teníamos la experiencia del Mundial de Roma 1994, donde fallamos. Luego lo hicimos muy bien en el Mundial de Río de Janeiro en 1995, y en 1996 queríamos que todo fuera perfecto. Ella compitió de otra manera y le salió perfecta la competencia, pero no el tiempo. Los periodistas, los costarricenses, ella misma, estaban felices por la medalla de oro. Pero yo no. Lo que quería era mejorar el tiempo, porque ese es uno de los factores más importantes que desarrollo. Por eso soy tan intenso. Soy estadístico. No se trataba de ganarle a Frank, sino al cronómetro.
—¿Le preocupa que, debido a las denuncias de sus exnadadores, los padres ya no quieran que entrene a sus hijos e hijas?
—En lo más mínimo. Nunca he tenido ese problema.
—¿Pero podría tenerlo ahora?
—Sé quiénes son los padres que están conmigo y cómo son. No me conocen desde hace un mes: llevan dos, tres, cuatro años. El Francisco Rivas que describo es el mismo de siempre, no ha cambiado. Trabajo con disciplina. Soy pura estadística, ando con un maletín que pesa 14 libras lleno de papeles. Todos me conocen".
”Tengo a Betty (Zumbado), ella es un filtro para la información. Yo me dedico a trabajar. El respaldo de los padres de familia lo mantengo, hasta cuando ellos quieran, hasta este momento en que usted me pregunta. No me preocupa la mentira, la calumnia o la injuria. Me preocupa la verdad y el rendimiento".
—¿Puede afectarle todo esto en lo personal?
—A mí me motivan estas cosas. Lo lamentable es que no se sepa la verdad, pero no me preocupa en lo más mínimo. A mis 75 años, asumo esto con la actitud que tengo. El que nada debe, nada teme. No tengo absolutamente nada que ocultar ni que cambiar.
