
El equipo Brujas-Escazú tuvo un efímero recorrido por el fútbol de Costa Rica a inicios de este siglo. Apenas le dio chance de asomar la cabeza y desaparecer sin nombrar herederos. Pero al igual que la rosa de Cocorí, le bastó poco tiempo para dejar una huella duradera: quedó campeón nacional, sacó victorias memorables y le regaló a Saprissa una anécdota de Halloween para toda la vida.
Todo ocurrió el 31 de octubre de 2004, cuando Brujas visitó la Cueva en partido correspondiente al Campeonato Nacional. Se enfrentaba al Saprissa de Vergara, dirigido por Hernán Medford (con Óscar Ramírez como asistente), que pasó de ser un club moribundo a una máquina de ganar títulos y exportar jugadores.
De hecho, los morados llegaban como campeones defensores aquel domingo. Se jugó a las 6 p. m. en un temerario desafío a las lluvias de invierno, aunque en aquel momento el estadio Ricardo Saprissa acababa de inaugurar su césped sintético y presumía de poder jugar bajo un huracán categoría 5.
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En tanto, los escazuceños llegaban como debutantes en Primera División, a la cual arribaron por la vía del cheque, tras comprarle la franquicia a Santa Bárbara.
La casualidad hizo que el partido fuera en la noche de Brujas... ante un equipo que se llamaba precisamente así.
El juego inició con el guion que la mayoría hubiera previsto: gol de Saprissa al minuto 20 gracias a un Álvaro Saborío que apenas disputaba sus primeras temporadas.
Al medio tiempo, mientras bajo la gradería se agotaban los pasteles de papa de Guita, los aficionados al Monstruo comentaban lo rutinaria de aquella victoria. Y al minuto 63, la cuesta se les puso todavía más empinada a los visitantes: Berny Peña recibió tarjeta roja y dejó a Brujas con 10. Empezaron a correr las apuestas de cuántos goles más iban a recibir sin el líder de la defensa.
Pero la noche se empezó a torcer para Saprissa cuando Berny Wright empató al 74. Ya envalentonados, los de Escazú se fueron al frente y David Diach anotó dos sorprendentes goles al 78 y el 92, para dejar tendidos a los campeones defensores con un 1-3 incontestable.

La historia a veces es muy caprichosa a la hora de elegir a sus héroes. En este relato, el gran protagonista debería ser Diach, que anotó esos dos goles -el último un verdadero diamante- pero todos recuerdan a Kervin Lacey, que literalmente solo llegó a ver y hacer una mueca.
El segundo tanto de Diach pasó como un misil por la malla del arco sur en el Estadio Ricardo Saprissa. El zurdazo superó la estirada de José Francisco Porras e hizo un hueco en la red. El delantero salió festejando, mientras el árbitro Walter Quesada llegó a comprobar en persona qué había pasado.
Kervin Lacey, también delantero de Brujas en ese momento, pasaba por el lugar y se le ocurrió asomarse en la malla rota, para comprobar cómo era que la pelota había pasado directo. Fue al estilo de Jack Nicholson en la película El Resplandor, por cierto uno de los clásicos de terror que suele proyectarse para esta época del año.
Brujas era uno de esos equipos que sobreviven sin afición. Disputaba sus partidos en familia, acompañado solo por los allegados de sus jugadores y directivos, y dependía de los seguidores rivales para recoger alguito de taquilla en su propia casa.
Pero aquel 31 de octubre de 2004, quién sabe de dónde apareció una pequeña barra del equipo de Escazú. Era un puñado de 15 personas, desafiando la lluvia de octubre y en una ubicación a salvo de las garras de la Ultra.
Empezaron como en una operación incógnita, ocultos y silenciosos, temerosos de quedar retratados ante un rival en teoría superior. No tenían camisas del club, ni banderas ni nada. Pero conforme Brujas iba a haciendo la faena, empezaron a levantarse del asiento y gritar espontáneamente, como en aquellos flashmobs donde una orquesta aparecía de repente en un centro comercial y todo mundo dejaba lo que estaba haciendo para verlos.
El pequeño grupo de escazuceños empezó a cantar “¡Halloweeen, Halloween!“, recordando la fecha del partido y el nombre del equipo. El resto del estadio contestó con silbidos. En la banca, Medford vociferaba por la pasividad de su equipo, pero las crónicas de ese día no registran si llegó a tirar la gorra al suelo.
Saprissa perdió un invicto de 26 partidos en casa. Brujas dio su primer gran golpe en el fútbol nacional, que desembocó en su único título de la historia en el Torneo de Invierno 2009. Se coronaron en el Cuty Monge de Desamparados, hicieron carroza y desfile y al día siguiente ya todo el país lo había olvidado. Dos años después, el equipo desapareció para siempre.
Vergara vendió a Saprissa y poco después falleció. Medford sigue dirigiendo, pero nunca volvió a Saprissa. David Diach es comentarista en el programa La Platea. Y dicen que Kervin Lacey se disfraza de malla con hueco cada 31 de octubre.
El periodista Alexander Gaitán publicó el video del último gol.
