Los jóvenes no desean matarse trabajando...
¿Por qué esta afirmación debería ser polémica? Pocas personas (me atrevo a decir que ninguna) desean realmente morir en el trabajo y, ciertamente, ninguna merece vivir solamente para trabajar.
Lo que afirmó San Pablo es claro: “El que no trabaja que no coma”. Esta máxima debería ser el centro de cada sociedad y la motivación de las personas para dedicarse con ahínco a sus labores.
No obstante, recordemos que el propio Maestro alimentó con peces y panes a quienes asistían a sus predicaciones y jamás cobró por sus milagros.
¿Hay personas que no pueden trabajar? ¡Claro, las hay! Existen situaciones especialísimas y estoy seguro de que ni San Pablo ni Jesús dudarían en afirmar que la sociedad debe apoyar a las personas que necesiten ayuda.
El trabajo ennoblece siempre y cuando sea digno y se realice en condiciones dignas.
Muchos recuerdan el papel de san Juan Pablo II en la caída del comunismo y el empobrecedor pensamiento de esta forma de gobierno, pero muchos también recuerdan su durísima crítica al “capitalismo salvaje”.
Existen empresarios, patronos y políticos que llevarían al extremo el adagio de san Pablo y afirmarían: “¿No trabajas? ¡Pues muérete!”, sin atender las razones, los contextos y las circunstancias. Existen patronos para quien el trabajador es el punto menos valioso de la empresa, vale menos que una computadora, que un racimo de bananos.
Mi bisabuelo, a quien no conocí, fue un hombre del campo; mi abuelo laboró largas horas en diversas profesiones, mas obtuvo un beneficio antes impensable: logró tener una jubilación que le ayudó a vivir una vejez digna y a velar por mi abuela.
Mi padre estudió, se convirtió en profesional, su vida no afrontó las mismas durezas que las de sus antepasados y, tras su jubilación, ha tenido una vida plena.
¿Qué espero yo de mi vida? Ciertamente, una condición acorde con la dignidad humana en la que los avances sociales, tecnológicos y científicos me permitan una vida igualmente plena. Y para mi hija, que apenas inicia su vida, espero una mejor vida. Haré lo que esté en mis manos para que así ocurra y jamás permitiré el menor retroceso en los logros alcanzados.
El trabajo no se resume en horas ni en productos elaborados; es mucho más. Lo que creamos con nuestras manos y con nuestro pensamiento trasciende el beneficio económico y se convierte en un valor máximo para el ser humano.
¿Los jóvenes no se quieren matar trabajando? Eso debería ser obvio y trascendental. Que alguien ponga en duda esa afirmación y cree burla al respecto solo denota lo mucho que el capitalismo salvaje ha permeado en nuestros empresarios y políticos.
Nadie se debe matar trabajando. ¿Por qué debemos escoger entre vivir para trabajar y trabajar para vivir?
¡Vivamos con dignidad y trabajemos con dignidad!
luizharb@yahoo.com
Luis Gerardo Barboza Granados es filólogo.
