La legislación establece el dominio público del agua en todas sus manifestaciones, sean ríos o mares, o se encuentre bajo la superficie terrestre.
El uso público o privado está permitido mediante concesiones tramitadas, otorgadas y administradas por la Dirección de Aguas del Ministerio de Ambiente (Minae) a cambio del pago de un canon volumétrico, el cual depende del uso que se le vaya a dar al agua y del origen de esta.
Así, por ejemplo, el canon más alto corresponde al uso del agua subterránea en industria, comercio o turismo, y el más barato, a la acuicultura y generación de fuerza hidráulica. En el primer caso, la tarifa asciende a ¢3,25 por metro cúbico (m³) y en el segundo, a ¢0,12 (Minae, 2016).
Para una casa promedio, cuyo gasto usualmente anda por el orden de 1 m³ al día o 30 mensuales, resulta en un canon de ¢98 al mes. El Estado cobra el monto solamente por el aprovechamiento del agua, pero para nada representa el precio real del agua.
Así, es una suerte de tarifa que únicamente permite usar el agua sin tomar en cuenta ninguno de los costos asociados. El agua y las demás sustancias minerales no tienen ningún valor intrínseco, no valen por sí mismas, no tienen un precio fijo, pues, como nos dicen los economistas, el precio de toda materia prima o sustancia mineral está sujeto a la cotización en el mercado, lo cual, a su vez, está en función de la oferta y la demanda.
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El negocio de la extracción. Un metro cúbico de agua dentro de un acuífero a 200 metros de profundidad en el subsuelo o un bloque de oro de un metro cúbico a un kilómetro de profundidad no tienen valor alguno si no se invierte en la extracción.
El precio está supeditado a cuánto ascienda sacarlo de la tierra, y de si el costo es inferior al del mercado. En su sitio natural, sin ser explorada su existencia y sin minarlo, el valor de ese metro cúbico de agua o de oro es nulo.
No cuesta lo mismo explotar una mina de oro en Atacama que en Crucitas. Allá, no hay vegetación que talar ni suelo que remover, como si lo hay aquí. Allá, contaminar el agua subterránea no es un problema ambiental mayor, pero en Costa Rica sí.
El valor del proceso, refinamiento, personal, impuestos, transportes, administración, etc., en Chile es otro. De esta forma, cuando se tienen en la mano lingotes de oro del mismo peso de ambas minas su valor es distinto, aunque el precio en el mercado sea igual porque este obedece a lo que haya costado la producción en otros sitios y de la menor relación costo-beneficio que presente quien cotice más bajo en el mercado.
Uno de esos lingotes quizás produzca más utilidad que el otro cuando sea vendido en el mercado, o sucede también que no resulta viable la extracción en las condiciones del mercado.
Lo mismo pasa con el agua, dada la importantísima diferencia de que nos es posible vivir sin oro, mas no sin agua.
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Factores por tomar en cuenta. Volviendo al tema del agua en Costa Rica, la tarifa de Acueductos y Alcantarillados (AyA) para una casa promedio en el área metropolitana, por un consumo cercano a los 30 m³ al mes es ¢822 por unidad, es decir, unos ¢24.660 al mes.
La cifra excede en 252 veces el canon por el derecho o concesión del aprovechamiento del agua; sin embargo, no representa el valor real del agua puesta en el tubo de la casa, ya que este valor necesariamente debe ser ponderado, porque no son los mismos costos involucrados en captar un manantial, en conducir el agua a través de un acueducto por gravedad, o en perforar pozos y operarlos por bombeo, o en los tratamientos y potabilización previos al abastecimiento final, o en dotar de agua una casa en el centro de San José que en Puriscal o Pocosol.
El asunto es complejo y no hay una única solución, pero, por la realidad administrativa del abastecimiento de agua, hay que definir tarifas iguales para usos y consumos iguales, aunque los costos reales de ese abastecimiento sean muy diferentes para cada caso y lugar.
En Costa Rica, como país, y gracias a la existencia de una institución como el AyA, recibimos agua relativamente barata, generalmente de muy buena calidad y a un costo de producción relativamente bajo.
Y aunque esto no se aplique igual en todo el territorio nacional, buena parte de la salud de la población se la debemos a la calidad y disponibilidad de agua potable.
El autor es geólogo.