
Los colegios de educación clásica están tomando fuerza en Estados Unidos. Se estima un crecimiento del 5% anual, según un estudio de la organización Arcadia Education. Estas instituciones cuentan con un enfoque pedagógico que apuesta por las artes liberales. Sus estudiantes tienen un mejor rendimiento académico y mejores resultados en el acceso a las carreras unversitarias. Asimismo, logran mejores calificaciones.
En los últimos años, este modelo educativo ha atraído a inversores importantes que han visto su potencial. Charter School Growth Fund y Bloomberg Philanthropies han destinado millones de dólares a escuelas y redes de educación clásica.
Forman parte del currículum algunas de las disciplinas de la tradición antigua y medieval: gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría y astronomía, así como las obras clásicas del canon literario occidental.
Dorothy Sayers, escritora y teóloga anglicana, quien publicó el artículo Los instrumentos perdidos del aprendizaje, ha tenido mucho que ver con el resurgimiento de esta educación. Identificó tres etapas claves en el desarrollo psicológico de los niños y adolescentes. Propuso retomar la estructura educativa medieval, dividida en el trivium (gramática, lógica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Para Sayers, el trivium era crucial pues enseñaba a manejar las herramientas de aprendizaje que luego se aplicarían en el quadrivium.
Los niños pequeños están en un momento ideal para la gramática, el dominio del lenguaje y los conocimientos básicos. Ellos absorben información fácilmente y su curiosidad se orienta hacia el “qué”, el “cómo” y el “quién”. Hacia los 12 años, los estudiantes empiezan a cuestionarlo todo: se orientan hacia el “por qué”. No se conforman con memorizar datos. Buscan comprender la razón detrás de ellos.
Algunos expertos afirman que la enseñanza se torna más socrática porque se les anima a formular preguntas y a seguir el hilo de su razonamiento hasta una conclusión lógica. Este es un momento ideal para desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad de argumentación.
Al final de la adolescencia, señalan los especialistas en el tema, se abre una fase de fuertes emociones y de una intensa búsqueda de independencia y creatividad. Llega la etapa de la “retórica” o fase poética. Lo importante en este momento es la forma de argumentar, el arte de escribir y de hablar con persuasión. Estos estudiantes han dominado la estructura del lenguaje con la gramática y aplican la lógica a sus conocimientos. Pueden llegar a expresarse con claridad, profundidad y originalidad, afirman.
El florecimiento de la educación clásica en Estados Unidos manifiesta que existe una seria búsqueda de una formación que va más allá de una colocación de los estudiantes en el mercado laboral. En su planteamiento educativo, está en la idea de que existe una verdad objetiva y que el propósito de la escuela es guiar a los niños hacia ella.
La educación clásica orienta a los alumnos a buscar la verdad, la belleza y la bondad. Y, al igual que los griegos, a reflexionar sobre estas realidades. Los helenos no solo hacían cosas, sino que también reflexionaban sobre lo que hacían. Filosofaron.
Los retos educativos exigen la necesidad del pensamiento, lo que nos obliga a seguir reflexionando. Como afirma el especialista en Educación Ricardo Moreno Luquero, las dos lecciones que nos enseñaron los griegos fueron: el saber que reflexiona sobre sí mismo (lo que llamamos filosofía) y el saber que es un valor en sí mismo, al margen de su utilidad (lo que llamamos cultura).
Existe esperanza para la educación cuando se atiende al estudio de las humanidades, cuando se valora el legado de la cultura grecolatina. Debemos elevar el pensamiento y alejarnos de los limitados y menguados programas oficiales de educación. Regresar a la civilización y alejarnos de la barbarie, como diría algún sensato filósofo.
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Helena María Fonseca Ospina es administradora de negocios.
