La noticia, recién circulada en los medios, de que dos jóvenes mujeres hicieron uso de un error registral para casarse nos pone ante una discusión fundamental en la vida humana. En efecto, es evidente la ilegalidad de lo actuado; sin embargo, viéndolo más de cerca, no nos debería escandalizar, ni siquiera debería sorprendernos.
He aquí las consecuencias de una legislación rígida, injusta e insuficiente.
Sin duda, un Estado en que la vida se ordene bajo leyes que se cumplan y que expresen los anhelos de la comunidad a que sirven, que además expresen justicia, es el ideal de convivencia por excelencia. No obstante, es difícil que dicho ordenamiento esté acorde con las aspiraciones de la totalidad de un colectivo y, mucho menos, que esté exento de injusticia.
La justicia supone que los integrantes de un complejo social recibirán un tratamiento equitativo, que si se contribuye al sostenimiento de una sociedad y se cumple con los deberes exigidos por el ordenamiento, se recibirá a cambio retribución o reconocimiento en consecuencia.
Divergencia. Como podemos ver, la ley y la justicia no necesariamente coinciden. Cuando esta divergencia ocurre, la historia termina en diferentes formas de rebelión y resistencia. Cuando un grupo empieza a entender que está siendo tratado injustamente, cuando se cansa de no ser escuchado por los canales usuales del ordenamiento, cuando nada cambia o se avanza por milímetros, esa insatisfacción saldrá por alguna parte. Ni los alegatos, ni los señalamientos de ilegalidad, ni la amenaza del castigo, ni siquiera el miedo, podrán detener el curso de los acontecimientos.
De esto tenemos múltiples ejemplos en la historia de la humanidad. Fue legal el apartheid , fue legal la esclavitud, fue legal que las mujeres no pudieran recibir herencias, ni pudieran votar. Ha sido legal practicar la castración química de hombres homosexuales y el confinamiento de lesbianas a la institución psiquiátrica. Nada de esto ha cambiado sin la resistencia y, muy a menudo, ha requerido de la desobediencia. ¿Habrá de ser ese el camino que nos espera en Costa Rica para tener una discusión seria y limpia de fanatismos sobre el reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo, para lograr una legislación justa a este respecto?
A Laura y Jazmín siempre habrá que agradecerles su coraje. Su cariño, determinación y compromiso como pareja, ha puesto en evidencia, de nuevo, que esa discusión y esa legislación son urgentes. De otra forma, debemos prepararnos para ver, cada vez más, cómo el ingenio humano se las arregla para evadir la injusticia.
La autora es filósofa.